Créanme ustedes, señores, cuando les digo que hay cosas increíbles que aún no habíamos visto, pero que llegaron. Me sorprendió en su momento que en Facebook, la red social más popular de estos tiempos, pueda crearse un grupo en que se desee la muerte a alguien. Aún más espatarrado me deja que haya energúmenos que se apunten, cualquiera que haya sido el perfil de la «víctima».
Me parece totalmente aberrante que se cree un grupo «para dar de hostias a Esperanza Aguirre» y que además, los energúmenos que se apunten no tengan pudor alguno en dejar sus nombres y apellidos. Lo cual, sin duda, facilitaría una acción penal como mínimo por injurias, puesto que las imputaciones deben ser hechas siempre a persona concreta. Lo mismo se diga de otro grupo que, al parecer, deseaba la muerte a ZP (según los Rubytos) y también ahora de otro grupo de energúmenos (8.000 y pico de personas) que se agrupan alrededor del eslógan «Muerte a Intereconomía». Todos ellos valientemente escudados en el tamaño de la manada. Aunque se sabe que la idea partió de un ordenador del catalanísimo Mòmium Cultural, así que se pueden figurar la estofa de los integrantes de ese grupo.
Los españoles somos así, ya se trate de fachas o rojos. Incluso los que dicen ser independientes resultan ser más españoles que las corridas de toros. Basta rascar un poco -como lleva haciendo la educación socialista desde hace 30 años, que ni siquiera el PP supuso paréntesis alguno en ello- y no será difícil encontrar al paleto con los ojos inyectados en sangre gritando: «¡Cuatro tiros! ¡Cuatro tiros había que pegarle!». Nuestras relaciones con el pecado capital de la Ira, como ha comentado el profesor Díaz Plaja, han sido por desgracia largas y fecundas en nuestra piel de toro. Cuántas veces no habremos escuchado ¡A la hoguera! ¡A la horca! ¡Al paredón! ¡Al garrote vil! en personas de todas las banderías. La Inquisición y las checas de Via Laietana se dan la mano en nuestra historia.
En mi particular opinión, ni Esperanza Aguirre se merece tal manta de hostias, ni ZP se merece que lo maten. Ni mucho menos Intereconomía, por ser un grupo periodístico claramente opositor al Gobierno, merece «la muerte». Si a usted, señor, no le gusta Esperanza Aguirre, no la vote. Vote usted a Tomás Gómez, si le apetece, que para eso hay libertad de elección. En mi caso particular, considero que ZP es uno de los personajes más nefastos de la historia de España, tras Fernando VIII y el conde don Julián -personaje mítico que entregó con su traición España a los moros-. Pero no por eso le desearé la muerte. Desearé, en todo caso, que le apeen de su actual lugar de responsabilidad, bien se trate de sus compañeros de partido, bien unas elecciones. Y desde luego no le votaré jamás.
Otra cosa es que además piense que ZP es un simple peón de un plan a mayor escala, cuyo último fin es revolver un río que estaba más o menos pacificado. No se me quita de la cabeza que a Chirac le sobrevenía un surménage cada vez que Aznar, en Niza, presionaba para que España tuviese más poder en el contexto europeo. Quizá por eso Aznar dijo que los responsables del 11-M «no estaban en desiertos lejanos». Y la prueba es que ZP, nada más llegar a Niza, se bajó los pantalones y ofreció el frasco de vaselina tanto a Chirac como a Schröder, que no podían tolerar a nadie más en su reparto de Europa. Y desde que está ZP vamos cuesta abajo en prácticamente todo, como se pone de manifiesto en nuestros balances.
Esperemos que esta serie de «¡Muerte a Fulano! ¡Muerte a Mengano!» no degenere, con el tiempo, en algo peor.