Ha escrito Pio Moa en Libertad Digital un artículo que sin duda va a escocer a las hembristas (me resisto a llamarlas feministas, qué quieren) más radicales. Le dedicarán en sus blogs los epítetos más cariñosos: desde el consabido «fachaaaaaaaaa», pasando por «exterrorista» hasta llegar… bueno, me imagino que las más valientes y sus idiotas compañeros de viaje se acordarán de su santa familia. No es que a D. Pío esto le incomode (más bien creemos que o pobriño se ha resignado y acostumbrado a ello), sino que el retorcimiento de los berridos y la cantidad de decibelios darán la medida de cómo D. Pío ha tocado… la línea de flotación de estas personas. Cito su propia cita, que me parece describe la realidad de la situación ahora mismo en España:
El socavamiento de la relación de pareja, acompañado de prédicas moralistas y vanas en contra, se manifiesta a la perfección en el problema del aborto, acaso el más machacón caballo de batalla internacional del feminismo en años recientes. La doctrina al respecto se concentra en el lema «Nosotras parimos, nosotras decidimos», el cual condensa a su vez la filosofía de fondo de las legislaciones abortistas adoptadas en muchas naciones. Ello equivale a una invitación, punto menos que irresistible, a la irresponsabilidad paterna. Y siendo el sentimiento paterno más débil que el materno, el efecto no podría ser otro que el conocido: un cada vez mayor desentendimiento del varón respecto de la prole y de la relación estable, percibidas como simple carga.
Sorprende entonces que los mismos feministas se embarquen en campañas de persuasión y hasta de persecución legal al padre, para que peche con sus «responsabilidades» (económicas, porque otras se vuelve arduo [exigirlas]). Pero el padre irresponsable y feministizado replicará: «¿No es la mujer quien decide? Que cargue con las consecuencias y no me arrastre a mí, que no deseaba más que un rato de diversión. ¿Voy a tener que pagar la vida entera por un impulso momentáneo? No dramaticemos el sexo. Si ella quiso tener un niño, o se descuidó, que no me complique. Que el Estado la ayude».
Pienso que a muchos de ustedes no les gustaría el papel de mero proveedor de semen al que les relega la ideología hembrista, como me imagino que no les gustaría verse reducidos a meros proveedores económicos (es decir: usted paga las facturas de su señora sin derecho a recibir una miajita de cariño por parte de ella, puesto que pagárselas es su obligación).
No debe sorprender, en tal caso, que la tasa de natalidad haya bajado de forma alarmante en España. Tener un hijo es una responsabilidad, pero en nuestra sociedad infantilizada nadie quiere oír hablar de esa palabra. Tampoco debemos olvidar que las prácticas abortistas últimamente muy en el candelero responden al seguimiento de un meticuloso programa de reducción de población trazado en los años 70. No obstante, vayan ustedes a los musulmanes con la prédica del aborto. Si no les arrean una somanta de palos por predicar ideas contrarias al Islam, les dirán que eso está prohibido terminantemente por la voluntad de Alá… salvo en los casos que hasta ahora conocía la legislación española (indicaciones terapéutica, eugenésica y moral) y ninguno más.
En todo caso, me horripila ver cómo en Europa sus dirigentes nos están haciendo el harakiri (y de eso en este blog se pueden enterar ustedes bien, a condición de que conozcan medianamente the Empire’s language). Y que a ZP se le quede la cara de Mr. Bean cuando viene a decirnos que «es bueno para nosotros». Y que a la Bobiana Aído no se le remueva un poquito er fistro diodenarl cuando dice las memeces por las cuales pasará seguramente a la historia.