No sabía cómo titular esta entrada, que podía ser el colofón de la serie Fets de València. Sin embargo, con alguna distancia respecto de los hechos, sí quería rematar la serie con algunos detalles que hemos sabido posteriormente y que creo que —esta vez sí— son el colofón adecuado para esa serie, respondiendo además a la pregunta acostumbrada de ¿en manos de quiénes estamos? Así que ahí va… y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
La pregunta que hay que hacerse es la de Cicerón, como casi siempre: Cui bono fuit? Evidentemente, no ha sido bueno ni para el Gobierno central (Perro Sanxe sale ahora a la calle con más escolta que ningún otro dirigente europeo), ni tampoco para el Gobierno autonómico, todavía presidido por Carlos Mazón. Pese al espaldarazo recibido por parte de Feijoy, como éste es gallego en ejercicio y non se sabe si sube ou si baixa, si ven ou si vai, nadie es capaz de predecir si le mantendrá en su puesto o si, en el último momento, le asestará el hachazo y prescindirá de él. Lo que sé seguro es que en Paiporta no van a dar ni pa ni porta a ningún político del PPSOE (con las consabidas excepciones de los tontos y los fanáticos).
Pero no nos desviemos del tema. Preguntábamos para quién fue bueno. ¿Quién podría sacar provecho de unos hechos tan luctuosos como los de noviembre pasado en Valencia? La lista, al parecer, no es muy larga. En mi modesta opinión, una primera beneficiada ha sido la exministra Ribera. La cosa tiene delito por un motivo: fue ella la que decidió, ¿mal aconsejada? por sus asesores ecolojetas (¿dónde está ahora toda esa gentuza, desaparecida supongo del organigrama del Ministerio?) que había que demoler presas, con la excusa (oficial) de que «eran obra de Franco», sin pararse a pensar que, a lo mejor, eran obras necesarias para aprovechar agropecuariamente el caudal de los ríos.
O quizá haya que enfocar la cuestión desde una perspectiva más política. Veamos. Para empezar, ¿qué es lo que hizo que Teresa Ribera se apuntara a las elecciones europeas del año pasado, seis meses antes del desastre? No tenemos ninguna duda de que fue una pifia. Acerca de cuál sea esa pifia nadie ha dicho nada, aunque podría ser la citada demolición indiscriminada de presas. También en Castilla-León; pero, para que vean la presunta accesibilidad de los políticos en RRSS, yo pregunté a García-Gallardo, hoy dimitido pero a la sazón Vicepresidente de la Junta y nunca recibí respuesta alguna. De eso, además, hablaremos en una próxima entrada. El caso es que alguien en el Ministerio debió de alertar sobre los negativos efectos políticos de esas demoliciones y a la ministra no se le ocurrió otra cosa que salir corriendo. Se conoce que prefirió que no la juzgara la Sala III (o la II) del TS. Y consiguió meterse en los puestos de salir. De la calidad de sus votantes, que la votaron por un bailoteo, mejor ni hablamos.
La siguiente fase es la que nos interesa, aunque ya nos adentramos en terreno de la política-ficción. Una vez dentro del Europarlamento, había que conseguir que Teresa Ribera fuera Comisaria. Preferiblemente, de la cosa (Medio Ambiente); pero si no, daba igual siempre que ostentara ese título. Siempre es mejor que te juzgue el TJUE: aunque pueda caerte encima el hacha, siendo Comisaria esa hacha puede tardar años en caer, que es lo que le interesa a esta tipa. Este año cumple 56 años; así, si una sentencia que le pueda caer por los Fets de València tarda 9 años (algunas sentencias del TJUE han tardado eso y más), ya le pilla con la jubilación a las puertas y se iría de rositas. Claro que también podría ocurrir que, blindada y enrocada en su posición de Comisaria, no llegara siquiera a plantearse una demanda contra ella.