La «cobardía del Rey»

Corren muchos ahora, por «redes sociales», que parecen saber de todo y no tienen empacho en opinar de todo (los proverbiales «cuñaos»). Y ahora esta tropa la ha tomado con el Rey. Le ven como «último refugio» ante las tropelías de Sánchezstein, al que parece que nadie puede detener ahora mismo. Dan puñetazos virtuales en la barra de bar y dicen, a voz en cuello: «¡El Rey debería hacer algo!» (con o sin puñetazo). «¿Para qué sirve esto (en referencia a Su Majestad)?» y lindezas semejantes.

Ante este cúmulo de despropósitos que se dicen muchas veces sin pensar, quisiera reflexionar brevemente sobre la figura del Rey en nuestra Constitución.

La Constitución regula la institución de la Corona en su Título II. No está de más recordar que, como institución del Estado que es, debería desarrollarse por Ley Orgánica; y cabría preguntarse por qué este tema nunca ha estado en la agenda de los políticos. ¿Acaso temen, al desarrollarlo por Ley Orgánica, que se creen resquicios por donde ampliar las facultades y funciones del Rey?

En primer lugar, el Rey es el Jefe del Estado, lo que se deduce del art. 1.3 de nuestra Norma fundamental. Si «la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria», el Rey ostenta la función o cargo de Jefe del Estado, tanto a efectos internos como internacionales. El art. 56 CE dota de contenido al art.1.3 CE que acabamos de citar:

«El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia,

arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones,

asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica,

y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes».

Hemos partido en diversos trozos este art. 56.1 CE para facilitar el análisis. Así, pues, la Monarquía es un símbolo de la unidad y permanencia del Estado, por lo que puede decirse que, aunque no manda (gobierna), sí dispone de una auctoritas moral que le permite colocarse por encima de los partidos y de la verdulería en que últimamente se ha convertido la «batalla política».

Por ello también y desde esa posición, «arbitra y modera el funcionamiento normal de las instituciones». Es decir: por mucho que algunos quieran, el Rey no debe convertirse en una especie de coronel Riego, que realiza un pronunciamiento como el de Cabezas de San Juan, porque perdería ipso facto esa auctoritas. Eso, por mucho que «ejerza el mando supremo de las Fuerzas Armadas» (62.h CE). Prueba de esa auctoritas fue el hecho de salir por la televisión el día 1 de octubre de 2017 y el discurso que dio en esa ocasión, que bastaron para que la gente saliera a la calle y el golpe de la republiqueta dels cinc minuts se frenara en seco.

El tercer inciso sirve para contestar a aquellos que preguntan «para qué sirve esto». Asumir la más alta representación del Estado se entiende en el contexto de las relaciones internacionales, en el sentido que expresan los apartados 2 y 3 del art. 63:

«Al Rey corresponde manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes.

Al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz».

No cabe sino «maravillarse» de cómo los «padres de la Patria» (los redactores de la Constitución) ataron las manos al Rey a través del mecanismo del refrendo. Dicho pronto y mal, para actuar como tal el Rey necesita el «permiso» de ciertas personas e instituciones, salvo en lo que se refiere a su propia Casa. Las personas e instituciones que refrendan los actos del Rey son (64.2 CE):

  1. Las Cortes Generales, para el citado caso de la manifestación del consentimiento del Estado.
  2. El Presidente del Gobierno, de quien ha de partir la propuesta de actos como la convocatoria de un referéndum consultivo (previa autorización del Congreso) o la disolución de una o de ambas Cámaras (previa deliberación en el Consejo de Ministros).
  3. El Ministro competente, en su caso.

De lo anterior se puede deducir que el Rey, por sí solo, no puede hacer nada importante. Y sólo porque la frustración ante lo que está ocurriendo nos haga suspirar por «un Rey de verdad», no significa que el Jefe del Estado pueda quebrantar la norma de la que deriva su propia legitimidad. En este sentido, creo que es prudente que el Rey no se líe la manta a la cabeza, a pesar de que haya un «castrofelón» que esté dando un golpe de Estado a cámara lenta y vaya ocupando poco a poco las instituciones, aplaudido por la patrulla de orcos que lo sostienen, que se relamen los belfos pensando en la factura que le van a pasar y que, indefectiblemente, pagaremos nosotros.

Entonces, ¿qué es lo que hay de fondo en todos esos berridos de «¿para qué sirve esto?» y «el Rey debería hacer algo»? Tomaré prestada la respuesta de Ibiza Melián, que no es santa de mi devoción por su probable orientación masónica, pero que podría tener razón en lo siguiente (La corrupción inarmónica, su tesis doctoral): los españoles anhelan la venida de un Mesías para que haga el trabajo que ellos no quieren hacer. El último que se colgó esa misión sobre los hombros fue Franco, cuyo recuerdo tratan ahora de borrar a todo trance quienes perdieron la guerra civil después de provocarla (y no pocos que vivieron a cuerpo de rey durante su régimen, que entonces no llamaban «dictadura» como hacen ahora). Y como el Rey emérito, Juan Carlos I, fue el que juró los Principios del Movimiento Nacional, automáticamente se considera que la Monarquía es un «resquicio franquista» al que debería aplicarse la «Ley de Memoria Memocrática».

Otro detalle importante, aunque no se haya dado aquí, es el hecho de que el Rey puede «ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales». Es decir, el Rey puede ejercer ese derecho de gracia respecto a personas individuales (un suponer, Carles Puigdemont u Oriol Junqueras), pero no en general. En esto sigue vigente la Ley de 18 de junio de 1870, de Reglas para el ejercicio de la Gracia de indulto. Dado que ninguno de los delitos cometidos por los rebeldes/sediciosos se halla entre las exclusiones de dicha Ley, el Rey podría ejercer dicha prerrogativa de gracia. Ni qué decir tiene que esto, desde el punto de vista judicial, se considera una intromisión en el quehacer de los jueces.

Así, pues:

ante un Presidente en funciones que poco a poco va colonizando las instituciones para asegurarse la permanencia en el sillón, sin importarle el precio a pagar a los orcos que lo sostienen;

ante una oposición inane, que berrea mucho pero que en el fondo permite que pasen estas cosas que están pasando (tal vez porque, en algún caso, saca o espera sacar tajada de ello);

ante unas instituciones «extrapolíticas» (particularmente quiero referirme a la Iglesia Católica, por el peso histórico que ha tenido en España) que, como norma, prefieren contemporizar con el poder a rebelarse ante la injusticia por miedo a las posibles represalias;

ante un Ejército que ha quedado para participar en «misiones internacionales» (es verdad que cuando lo ha hecho, con alguna excepción no debida a éste, ha sido rayando a gran altura), cuando en realidad la primera misión del Ejército es preservar la integridad territorial de la Nación y defenderla de sus enemigos internos y externos;

ante una prensa genuflexa que ha renunciado al código de «ir, ver y contarlo» y se dedica a labores de cortesanía política y a ametrallar al respetable con un aluvión de noticias insustanciales mientras oculta la verdad por un precio relativamente bajo;

ante una ciudadanía degradada a la categoría de rebaño y, si no emasculada, sí profundamente dormida o atontada por la droga de los móviles y las redes sociales…

y recordando el título de un panfleto escrito por Lenin, la cuestión es «qué hacer».

Pero sí sabemos una cosa: el Rey no se puede convertir en Curro Jiménez, por mucho que algunos quisieran. Sus actos, por desgracia, son debidos y es complicado negarse a ellos, por no decir imposible. Tendrá que soportar la carga de ser llamado «cobarde» por algunos.

Tampoco puede hacer el trabajo que nos toca a nosotros como «pueblo en el cual reside la soberanía nacional». Habremos de darnos cuenta, en algún momento, que estamos ahora mismo como los animales de Rebelión en la granja:

Doce voces gritaban enfurecidas, y eran todas iguales. No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro.

George Orwell, Rebelión en la granja

Fraude electoral (II): el sainete de VOX

Disculpen ustedes que titule la entrada con lo que debería ser su final, pero es que, como dice el dicho, no está el horno para bollos. Que para horno, las temperaturas actuales que padecemos en las Batuecas, aunque no sean muy extraordinarias para la franja más caliente de agosto. Esta franja ha demostrado ser caliente en otros ámbitos: este año, al margen de las típicas, como lo del nieto de Curro Jiménez y de algún otro personajillo que vive de venderlo tó, hay noticias.

El sainete de VOX, por desgracia, no se ha terminado aún. Lo que empezó con la marcha/fuga de Macarena Olona sigue cobrándose piezas: últimamente, las de Juan Luis Steegmann y de Iván Espinosa de los Monteros. Han sido todo un espectáculo lamentable las expresiones de devotio ibérica al producirse ambas bajas. Lo de «contigo a muerte» sigue gozando en las Batuecas de buena salud. Yo, cuando veo eso, siempre me pregunto: ¿y por qué he de decir «contigo a muerte» respecto de alguien que, por definición, me sacrificaría sin pestañear para salvar sus posaderas? Sin embargo, la fe es una cuestión personal. Allá cada cual.

La defección de Steegmann podría corresponderse con el hecho de «haber terminado su tarea». Que además se vaya en un momento en que hay crisis en su hoy expartido… bueno, dice mucho de él, aunque oficialmente lo haga «para no hacer más daño». Ya se puede ir a su casa (Lc 3,22-35). Los ojos del siervo no han visto a su Salvador, sino los fajos de billetes recibidos por instar a la gente a vakunarse, a quedarse en casa e insultar a los no vakunados, no pocos de ellos probablemente militantes o votantes de VOX que no se fiaron del Gobierno del PPSOEPs. Se va justo cuando al partido, entre hunos y hotros, lo están dejando hecho unos zorros.

En cuanto a la de Iván Espinosa de los Monteros… bueno, me cuesta más de entender. Seguramente no disponemos de toda la información. Eso no es problema para algunos, porque rellenan sin pestañear con invenciones lo que les falta por saber de un asunto. Pero para los que todavía tenemos un respeto por la verdad (que no posverdad como dicen los pedantes), habrá que esperar a que el tiempo deshaga las invenciones y haga salir las verdaderas razones de esa defección. En cualquier caso, se enmarca en una especie de guerrita interna con efectos medibles en la militancia y en la votancia. Y no es bueno.

La impresión que me da el asunto, a fecha de hoy, es que VOX está siendo atacado tanto desde dentro como desde fuera. También tengo una sensación de dejà vu. Hay matones fuera e infiltrados dentro. Todos trabajando all’zugleich para demoler el partido. ¿Por qué? A mi entender, hay dos razones: una actual y otra de alcance mayor. La primera de ellas es que VOX es el mayor perjudicado de estos comicios. Las cacicadas (delitos electorales y de otro tipo) que se han cometido en el proceso no han hecho sino perjudicar a VOX. En esta categoría entran tres hechos:

a) La manipulación de los sondeos.

b) La manipulación del voto por correo.

c) La manipulación de los resultados electorales (podría haber sido cosa de INDRA, pero eso tendría que determinarlo un juez).

Imagínense, por un momento, que los resultados verdaderos hubieran sido éstos:


Si esto fuera la verdad, cosa que por otra parte me parecería de perlas dado el hartazgo que hay de las leyes de la izquierda, los «argumentarios» de la izquierda y los trolos de izquierda en redes sociales, se afianzaría aún más la tesis del pucherazo. Un Gobierno PP-VOX constituido así tendría un contrapeso en su actuación. Pero parece que a nadie le importa que el destino de España se halle en manos de un irresponsable al que no le importa pactar con los enemigos (interiores y exteriores) de la nación y partirla a cachos,

Y aliñando estos tres hechos, la infame campaña que le han hecho los medios de comunicación. Que de los medios de la presunta «izquierda» cabía esperarla, con su machacón adjetivo de «ultraderecha» y su subtexto de «católica», tema del que tal vez hagamos algún comentario en otra entrada, porque es lo mismo que he visto en medios alemanes con AfD (Alternativ für Deutschland). Para decirlo simplemente, lo de la «ultraderecha» es un artilugio mediático para señalar a alguien que (en principio) no está en la pomada… aunque eso no ocurra nunca con la «ultraizquierda». Pero lo sorprendente es cómo se han unido a los de siempre algunos medios de «derechas» o libegales. Hasta tal punto ha degenerado la cosa que los medios principales de eso que antes se llamaba «la derecha» se han entregado con armas y bagajes a quien les pague (bien o menos bien) y el resto es «disidencia controlada». Para que un señor como Francisco Rubiales, periodista con muchos años de experiencia, diga que «Los periodistas, profesión de la que he vivido, son hoy carroña tan degenerada como los políticos gobernantes»… pues ya está dicho casi todo.

La segunda, de más largo alcance, se inscribe en el proceso general que se inició en 2016, que no es otro que la eliminación de las cuatro manzanas que podían dar al traste con el régimen del 78 (visto lo visto, ya no me atrevo a llamarlo «democracia», salvo añadiendo «de baja intensidad»). Han caído las manzanas moderadas: UPyD hace mucho ya y C’s hace cuatro días, ésta última mediando sainetes de diversa calidad.

Ahora le tocaría a las menos moderadas. El hostión de reglamento que se ha pegado Podemos era previsible, con al menos cuatro personas que el respetable ha identificado como activos tóxicos: Irene Montero, «La Churri»; Ione (Juana) Belarra; Ángela Rodríguez Martínez «Pam» y Pablo Echenique Robba, «R2D2» o «Hawking malo». Este conglomerado de personas, con su apadrinamiento de abortos jurídicos (Ley del «sí es sí», Ley «trans») que no han hecho sino cabrear más el ambiente, a Dios gracias ha desaparecido del mapa. El intento de rehacer las cosas con la pija «comunista» Yolanda Díaz no ha funcionado: ha acabado ahogándose en Su-mar.

En cuanto a Vox, están en ello. La famosa táctica de las células durmientes, que se entierran para que exploten en el momento conveniente, está produciendo sus frutos. A mi entender, eso tiene una función: impedir que un partido cohesionado y fuerte pueda impugnar con éxito un proceso electoral lleno de irregularidades y cacicadas tales que sonrojarían a un niño de teta. Veremos en qué acaba esto.

El caso es que como estamos en pleno verano, todo esto se lleva sotto voce y tal vez sólo a partir de septiembre empezaremos a ver algo. Por de pronto Hacienda nos aprieta… las tuercas y, cuando uno mira su ticket de compra, resulta que ya no le cobran el 4% de IVA, que es el propio de los alimentos y productos de primera necesidad, sino el 10%, además de la subida del precio base del producto. Otra es que nos limitan la cantidad de dinero que podemos enviar a amigos y familiares, so pena de multa si a Hacienda no le parece bien. Les doy permiso para llamar a Hacienda lo que quieran. Eso por citar algunas de las pifias que se hacen en agosto… y de un gobierno «en funciones», además.

Y mientras tanto, como dice la canción, «Pasa la vida»… Hablamos de las tetas de Amaral como si fuera un «acto reivindicativo» cuando en realidad está demodé; hablamos del hijo de Rodolfo Sancho, que probablemente hubiera tenido la mitad de la visibilidad si no fuera porque es gay… Y así todo. Como dice Mt 23:23-24: «¡Coláis el mosquito y tragáis el camello!». Pero es comprensible: hace mucho calor, la gente se vuelve perezosa y las gambas y la servesita fresquita apetecen mucho más…

Fraude electoral (I): La debacle de VOX

Bueno, pues ya está. La fiesta de la democracia, que repiten los tontos de todos los partidos, se ha terminado. Han tenido lugar las elecciones generales —que podrían haber sido perfectamente en noviembre, a pesar de la impaciencia; sólo que alguien le dijo que era mejor en pleno verano—, con un cúmulo de irregularidades imposibles en un país serio, si es que todavía lo éramos.

La primera reflexión que se me ocurre es que, si para algo han servido estas elecciones, es para certificar la defunción de los partidos que pretendían (de verdad o en falso) «renovar la democracia». Ya conocen ustedes la historia: primero cayó UPyD, que quiso sentar a los corrutos e inetos en el banquillo y éstos se la merendaron; luego, Podemos, ahora reconvertido en Sumar sin las presencias tóxicas de, entre otras, Irene Montero y Ángela Rodríguez «Pam» (lo de Yolanda Díaz, esa pija comunista, lo dejamos para otra entrada). Luego, «por fin», cayó Ciudadanos, cuyos imposibles movimientos de cintura y la sustitución del liderazgo en circunstancias extrañas han acabado con sus dos presidentes literalmente fuera de la política y con el partido expulsado tras los hielos galácticos del muro del 5%.

¿Y VOX? Bueno, Vox ha perdido, para empezar, 19 de los 52 diputados de que disponía en la anterior legislatura. Eso supone el 40% de los votos que obtuvo en 2019. ¿Cómo ha sido eso posible? El analista Alvise Pérez da diez razones, con las que nos podemos identificar en todo o en parte. Helas aquí:

1. No expulsar y premiar a Steegman tras cobrar de Pfizer e insultar a miles de votantes de VOX.

2. Ordenar que todo el grupo parlamentario aplaudiera y apoyara a Zelenski, incluso pese a sus críticas y ataques a España.

3. Ignorar todas las denuncias y filtraciones contra INDRA que miles le reenviaron desde esta Comunidad.

4. Pagar casi medio millón de euros a la empresa de alguien que debe 26 millones de euros a Hacienda.

5. No rechazar el cobro de dietas en meses inhábiles.

6. No votar en contra de todos los estados de alarma Ilegales.

7. No aceptar entrevistas libres sin preguntas pactadas de ningún medio o comunidad digital que no fuera completamente afín.

8. Expulsar de listas electorales a cargos públicos de éxito por ser más liberales que él (Sánchez del Real, Mireia Borrás, etc)

9. No saber discutir el concepto de «voto útil» al Partido Popular.

10. Manipulación de INDRA, pese a haber silenciado todas las críticas y filtraciones que esta Comunidad ha realizado aquí sobre el posible fraude electoral.

Esta lista es la que podríamos considerar de «errores propios». Si a esta lista le añadimos todas las «putadas» que le han venido de fuera, tanto de su propio lado (PP) como del contrario (izquierdas), es posible entender esa debacle.

Tampoco es un hecho discutible que la cuesta abajo de VOX se inició con el sainete de Macarena Olona. No sé si fue siempre como es ahora o si, una vez que abandonó VOX, se dijo a sí misma from lost to the river; pero el daño que hizo a su ex partido no es precisamente moco de pavo. Más aún, habiendo sido como fue la jefa de su servicio jurídico y ganando todos los recursos y demandas que VOX interpuso hasta ese momento (después ya no: no daban pie con bola). Eso era lo que hacía que a muchos nos diera la impresión de que VOX era la verdadera oposición al PPSOE. En cualquier caso, Macarena pagó cara su deserción. No ha sacado votos ni en Graná («Quien tiene un primo en Graná, ni tiene primo, ni tiene ná»). Unos 4.000, que es ná. Más le hubiera valido, dado su ideario actual, haberse «sumado» y eso.

Personalmente me identifico con la lista completa de los errores propios. En especial y sin desmerecer las demás, la 1, la 7 y la 8. La primera hace que me pregunte si un señor que cobra de un fabricante de vakunas y que se dedica a insultar (cuando menos) a aquellos de sus votantes que no se han vakunado merece seguir estando en «puestos de salir». ¿Goza el señor Steegmann de algún tipo de protección especial? ¿O, simplemente, la protección especial de este señor es que Abascal no ha tenido cojones para echarlo?

La séptima tiene el efecto perverso, desde el punto de vista del votante, de meter a VOX en el mismo saco que los partidos del sistema. ¿Qué problema tiene Abascal con una entrevista sin pactar y en un medio o ante un periodista neutro? Al margen de que eso daña la imagen de «autenticidad» que tal vez debiera dar un partido que aspira a «renovar la democracia», también hace que uno se pregunte si ese partido tiene algo que ocultar. Suena a alguna de esas reglas de Gibbs, del tipo «No hagas preguntas cuya respuesta no sepas», lo que aboca sin remedio a la entrevista pactada, donde todos conocen las preguntas y las respuestas.

Y la octava… bueno, es una manifestación de la tradicional envidia entre los políticos españoles. Sólo que aquí ya podemos aplicar, à tout plein, la famosa frase de Napoleón: «La envidia es una confesión de inferioridad». ¿Quién envidiaba a esas personas? Esas guerritas internas, en un momento en que lo que hace falta es un partido cohesionado y no una turba de aprovechados que, al tiempo que se hacen la zancadilla unos a otros, preguntan «¿Qué hay de lo mío?», no ayudan en nada.

Y finalmente, una conclusión de orden general. Da la impresión, visto desde lejos, que VOX tiene a Abascal como mascarón de proa. Abascal, que proyecta una imagen de caballero castellano que podría haber formado en las huestes del Cid, ha quedado para mascarón de proa de su nave. Los señores que hay en la sala de máquinas son otros y, al parecer, no los conoce nadie. Y no paran de enredar, como en Vox 1ª época. ¿Se puede decir que Abascal no controla su propio partido? No lo sé. Pero si después de estos resultados las cosas en ese partido siguen como están, cabe aplicar el dicho de que «mientras el sabio apunta a la luna, el tonto mira el dedo».

Todo seguirá igual

Original aquí.

Una parte probablemente mayoritaria del pueblo español está ilusionada con un cambio de Gobierno. Y todo parece indicar que el nuevo inquilino de la Moncloa va a ser un Alberto Núñez Feijóo que no se cansa de repetir que llega «para acabar con el sanchismo», esa extraña entidad que se empeña en distinguir del PSOE.

El deseo de cambio se respira en el aire. Sin embargo, quizá cupiese preguntarse hasta dónde llegará ese cambio. Periodistas y opinadores de buena fe postulan todos los días la necesidad de un acuerdo entre el PP y Vox. Pero, salvo que los números electorales lo exijan, se van a encontrar —y con ellos, millones de votantes— con que todo su esfuerzo se va a aprovechar para lo contrario. Y ni siquiera se necesita un gobierno de coalición PP-PSOE para continuar en la dirección marcada por la izquierda. El PP es muy capaz de hacerlo solo. Al fin y al cabo, las diferencias ideológicas entre ambos partidos son minúsculas.

Por ejemplo: salvo algún detalle muy secundario, el PP comparte la visión económica del PSOE en los ámbitos de la empresa, los autónomos, los sindicatos, la fiscalidad, las subvenciones, la deuda pública, el dogma climático, los recursos energéticos, etc. En resumen, su Gobierno será, como siempre ha sido en el último medio siglo, un nuevo capítulo de la eterna e intocable socialdemocracia española.

Pero las concordancias van mucho más allá de los asuntos económicos. Hace pocos meses Feijóo celebró que el Tribunal Constitucional desestimara el recurso presentado por su partido contra la ley de plazos zapateriana que eliminó las pocas trabas que quedaban para consagrar el asesinato de los niños como un derecho de sus madres. Aparentemente se levantó cierta polvareda en el seno del PP, al menos entre algunos despistados que seguían defendiendo la postura anterior de su partido, aunque parece que todos lo han olvidado ya. Frágiles son la memoria y los principios de los hombres, sobre todo cuando les conviene.

Escuchando las palabras del propio Feijóo, votante y admirador de Felipe González, se comprueba la continuidad que implicará su victoria electoral: «Consultaré a Felipe González de forma intensa si soy presidente del Gobierno». Ya saben, ese estadista que sembró la España «a la que no la va a reconocer ni la madre que la parió» de la que disfrutamos hoy gracias a sus continuadores Zapatero y Sánchez. Y, nunca se olvide, con la inestimable colaboración de los inmóviles Aznar y Rajoy.

«Vox no es un buen socio. Me siento más cercano a Page. Si necesito veinte escaños voy a hablar con el PSOE. (…). Vox provocaría unas tensiones innecesarias. Sus ideólogos me producen mucha intranquilidad», ha declarado Feijóo hace unos días. Debe de ser que Feijóo es un socio mucho más fiable al declarar, después de que su partido haya alcanzado varios acuerdos regionales y municipales con Vox, que «a los que han votado a Podemos y no quieren que Vox tenga capacidad de decisión les pido su confianza». Así pues, a los comunistas-podemitas Feijóo los considera aliados suyos contra Vox. Y el miércoles 19 de julio, a cuatro días de la jornada electoral, lo ha dejado claro de nuevo en una entrevista concedida a La Vanguardia: «Tengo la esperanza de que el PSOE evitará que pactemos con Vox». Y un día después insistió: «No tengo interés en ponerme de acuerdo con Vox».

Por si hiciera falta confirmación por parte de su partido, en su ayuda ha llegado Soraya Sáenz de Santamaría, echada a la calle por el PSOE cual criada respondona junto a Rajoy y su bolso, reaparecida de entre los muertos para pedir grandes acuerdos entre el PSOE y el PP.

La estrategia está muy clara: primero se pone el cebo en las bocas de los votantes indecisos entre el PP y Vox mediante algunos acuerdos municipales y regionales; y después, una vez recibidos sus votos en las elecciones generales, pactan con el PSOE una legislatura continuista en todo menos en el presidente y los ministros, desprestigiados por demasiados motivos. Mero maquillaje. Como escribió el citado hasta la náusea Tomassi di Lampedusa, que todo cambie para que todo siga igual. El todo es el partido bifronte PP-PSOE al que ahora le toca aparentar cambio de rostro para no cambiar nada.

Por eso a los pecadores que osan cuestionar lo incuestionable, a los herejes que se lanzan a discutir lo indiscutible, a los revolucionarios que pretenden cambiar lo incambiable, las huestes políticas, mediáticas y culturales del partido bifronte se les lanzan al cuello sin piedad. Se les insulta, se les desprecia, se les acosa, se les golpea, se les amenaza, se les injuria, se les calumnia, se les acalla, se les censura, se les lincha… Y todo ello, por supuesto, en nombre de la tolerancia, la democracia y la Constitución, ésa cuyo artículo 1 proclama que el pluralismo político es valor superior del ordenamiento jurídico y cuyo artículo 14 establece como derecho fundamental la igualdad de todos los españoles sin discriminación posible por razón de sus opiniones.

No se deje usted engañar, bienintencionado lector, por mitologías tan pueriles como absurdas: esos pecadores, esos herejes, esos revolucionarios contra los que toda infamia es válida, no son esos comunistas caviar que presumen de antisistema mientras cuentan con la amistad y el apoyo de todos los foros de riquísimos del mundo en su labor común para instaurar la tiranía mundial cibervigilada.

No. Para identificar a esos pecadores, a esos herejes, a esos revolucionarios que, aunque usted siga sin darse cuenta, se empeñan en nadar contra la corriente por la libertad de todos, hay que mirar hacia el lado contrario.

No puedo estar más de acuerdo con D. Jesús. Feijoy no se va a desviar ni un milímetro del trazado que le han marcado las élites de Bruselas y de más arriba. En particular, a mí me lo confirma el hecho de que aparezca en escena SSS, la «chica de los recados del Bilderberg», quizá más peligrosa que antes por cuanto aparece «dispuesta a ayudar». Como católico que intento ser, a mí ningún partido me representa al cien por cien en esta farsa que algunos todavía llaman «democracia». Por tanto, en conciencia no tendría que votar a ninguno. Y rezo para que algún día vuelva el sentido común… aunque sea tras una catástrofe provocada por la codicia y el poder de unos pocos, el servilismo y el abandono de funciones de otros cuantos más y la indiferencia e impotencia del resto.

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No mames (y III)

En mi opinión, sin embargo, el golpe de gracia a su candidatura son sus propias declaraciones: sendas entrevistas en «El Mundo» y en «El País», así como apariciones diversas en televisión. De ellas se desprende que el discurso de Tamames en la tribuna iba a consistir, aparte de decir que «la situación en España es una porquería» y «mira cómo la están dejando», en unas palmaditas a Sánchez y unos capones… a VOX. Para colmo, cuando Espinosa de los Monteros hace como que llama al orden al «candidato», a éste no se le ocurre otra cosa que filtrar su propio discurso. Unas 34 páginas, dicen. Y para más inri, filtradas al juguete de Nachete («El piario»).

La puntilla de la inidoneidad del señor Tamames nos la dan esas declaraciones en que dice que «2017 fue «la gran ocasión perdida para hacer de España una Nación de naciones«». Es decir: al mismo tiempo que apoya sin reservas a los separatistas golpistas, se alinea con el ZP que engolaba su voz para decir aquello de que el concepto de nación es discutido y discutible.

También, a mi juicio, le descalifica por completo su defensa del «derecho» de la mujer a abortar. No estoy seguro de que VOX rechace todos los casos en que la ley lo permite, las famosas indicaciones: terapéutica, eugenésica y moral. Parece ser que este señor, en una entrevista que le hicieron en 13TV, se mostró a favor de defender el aborto en los casos de detectar un síndrome de Down (eugenésica). En referencia al fallido proyecto de ley del aborto del Gobierno de Mariano Rajoy, en el que se abandonaba el aborto libre en función de los plazos y se combinaba con los supuestos, el también economista «consideraba un «disparate» no facilitar la interrupción del embarazo en estos casos porque la vida futura de ese feto sería «desgraciada«». Lo mismo que los nazis pensaban de los «deficientes» y, probablemente, también los comunistas, aunque se guardarían mucho de decirlo. Y ahora que en España, al parecer, el derecho a la vida es también «discutido y discutible», pues…

Todo esto suena muy extraño. Y la palabra payasada («Señor de rojo sobre Abascal gris») se nos empieza a venir a la mente. Uno piensa: «Moción de censura. Presentada por un partido que no es el primero de la oposición. Presentada por un candidato que no es el presidente del partido que la presenta. Presentada por un candidato que, en el remoto caso de que se ganase la moción, no tendría más margen que para el saque de honor, ése que se reserva en los partidos de fútbol a las figuras del arte, la política o del deporte jubiladas.

Hagámonos la famosa pregunta de Cicerón en sentido inverso: Quis nocet? ¿A quién perjudica todo esto? En mi modesta opinión, al propio Santiago Abascal. Por alguna razón (ambición política aparte), alguien quiere «hacerle a Abascal un Macarena». Alguien quiere quitárselo de encima. Parece ser que VOX ha alcanzado tamaño suficiente para que, en opinión de algunos, pueda a optar a entrar en la cueva de los 40 ladrones. Y Santiago Abascal les molesta porque (mientras no se demuestre lo contrario), tiene principios. Algo muy molesto para otros que le rodean, que están hartos de rascar banquillo y quieren pillar cacho ya.

Que se ande con cuidado Santiago Abascal. Algunos que le rodean se fingen «grandes amigos suyos» y sólo quieren ocupar su sitio. Probablemente, para desactivarlo y que «las cosas cambien para seguir igual». Da igual si Roma «paga o no paga traidores». En la política, como en la vida, la traición a la larga no suele reportar beneficios. También va para Tamames, si bien en su caso, muy a la larga no podrá ser.

Un apunte final. La expresión que encabeza esta serie de entradas proviene del rico español de México. «Allende la mar océana», que diría el poeta, la expresión se presenta en dos formas: «No manches» o «no mames», a la que suele acompañarse la palabra «güey» (tío). Los españoles somos bastante menos finos en este punto, razón por la cual el equivalente patrio de esa expresión sería «¡No me jodas, tío!». Pues eso, Tamames: no mames. No nos jodas prestándote a esta payasada que, en realidad, sólo tiene beneficios para tres grupos de personas:

a) Para el PSOE y Sánchez, porque Tamames no le iba a hincar mucho el diente.

b) Para el PP, porque al ponerse «a cubierto», cree que no le va a salpicar el ridículo.

c) Y para los que, desde dentro de VOX, quieren defenestrar a Santiago Abascal, demasiado recto para su gusto.

El que tenga ojos, que lea y entienda.

P.D.- Y mientras tanto se habla de esto, desaparecen de la actualidad el caso Tito Berni y el malestar causado por las llamadas cuatro leyes. Tal y como les decía, unha perna tapa a outra. O «¡Circo, más circo!», que clamaba Shostakovich en los ensayos de su burlona Novena Sinfonía.

No mames (II)

Y ahora es cuando viene «lo mollar», la miga del asunto. Ningún Gobierno ¿español? se ha merecido una moción de censura más que éste que padecemos desde 2020. Lo cual resulta irónico porque éste «nació» de una moción de censura que se dejó plantear Rajoy nada menos que en 2018. Sea como sea, intentaremos opinar sobre todo lo que nos parece acerca de este asunto.

En primer lugar, el tema de los proponentes de la moción de censura. Veamos. El PP no se pone en cabeza, a pesar de ser «el primer partido de la oposición». Diríamos que no es normal y que el mascarón de proa de su argumentación es que «no salen los números». Lo que dicho en josemotanés sería algo así como «Si hay que ir, se va; pero ir pa ná es tontería». La pregunta, pues, sería: ¿para qué plantear una moción de censura si no se va a ganar? Uno se malicia que se trata de una maniobra parlamentaria, tal vez válida dentro de la burbuja que viven sus señorías; pero totalmente inútil fuera de ella en sentido aritmético.

Otra plano sería el moral. La moción de censura, en este sentido, representaría una voluntad de «no participar en la farsa», de la misma manera que durante los meses que duró el korona no se avinieron, como sí hizo el PP, a dar balones de oxígeno a Sánchezstein (descanse políticamente en paz Pablo Casado, el «Pablo malo»; el otro, el podemoide, es el «Pablo peor»). De todos modos, dado que no iba a funcionar, suena más bien a un salvar la cara frente al censo electoral (por lo menos, el que no está metido hasta las cejas en RRSS y de vez en cuando se fija en lo que pasa a su alrededor) más que otra cosa.

Luego, otra cosa un tanto extraña es que el proponente de la moción sea VOX, el partido, pero el candidato propuesto no sea Santiago Abascal. Sería lo suyo, como presidente del partido que es. Pero en vez de eso, lo que pretenden es proponer una moción de censura con Ramón Tamames de candidato. Uno se pregunta si no había otro candidato mejor que ése a los efectos de la moción. Con lo cual nos metemos en el pantanoso terreno de la idoneidad o no del candidato. Expondré brevemente las razones por las que no me parece un candidato idóneo.

a) En primer lugar, el señor Tamames tiene 91 años. De verdad, está para que lo cuiden. Sí, es cierto que su pasado académico es brillante, por decir lo menos. Pero no es menos cierto que su superventas, Estructura económica de España, data en su primera redacción… de 1960 (que sí, que lo ha ido actualizando, pero que lo básico sigue estando ahí).

b) Apostaría un servidor a que el señor Tamames no quiere ser el Biden español y que le fotografiaran cayéndose de una bici, con el consiguiente ridículo nacional. No sé cómo anda de salud; pero lo cierto es que para la política activa se necesita más energía de la que él dispone en estos momentos, por más que su ego llene una basílica hasta sus últimos rincones. No quisiéramos que se pegara una leche al subir o al bajar del estrado.

c) Su pasado, como el de no pocos personajes públicos, le persigue. Este señor fue uno de los fundadores de Izquierda Unida, denominación con la que se pretendía borrar la memoria del PCE, poco rentable electoralmente, si bien el PCE siguió existiendo como partido «integrado» en IU. Es decir: pese a sus vueltas y revueltas, sigue siendo tan comunista como en la época de la modélica Transición. También entra dentro del misterio que, con estos mimbres, este señor se dejara «alquilar» por VOX.

No menos llamativo es que haya habido periodistas «muy fans» de VOX que, frente a estas atinadas razones vienen a decirle a un servidor que «no se entera» y que «cómo se atreve a criticar a un señor de inteligencia tan preclara, un saber tan enciclopédico en su campo y una carrera académica brillante». Supongo que el tiempo y los hechos contestarán a sus preguntas sectarias.

No mames (I)

Ya saben ustedes que para mí éste es un tiempo político final. Si dará o no dará lugar a un «tiempo nuevo», que dicen los pedantes, es algo que sólo sabe Dios (y los que cortan el bacalao). Por de pronto, decíamos hace tiempo que esta legislatura, iniciada realmente el 12 de enero de 2020, huele a muerto. Si tenemos en cuenta que esto lo dijo servidor hace unos 7 meses, nos damos cuenta de que es una agonía condenadamente larga. Y aún así, hemos comprobado que aún se puede acelerar. El estallido de los casos Mediador y del Barçagate ¾éste último amenazando con cargarse el espectáculo nacional: si viera Don Nicolau Casaus en qué han convertido su club (colla de malfactors)¾ ha servido para tapar otros desastres de mayor calado. Como dice la tradicional canción gallega:

unha perna tapa a outra.
Ay la le lo ay la lelo.

Así, los escándalos actuales sirven para tapar otros. De manera muy sumaria podríamos decir que la cosa va así: el Barçagate sirve para tapar el Caso Mediador, que desde la pesoe intentan desviar a la Benemérita. Cosa difícil debido a los grandes nombres socialistas que la investigación policial y judicial (y la de algún periodista valiente) está sacando a la luz. Claro que en una institución grande y hoy en desamparo como es la Benemérita quedan dos caminos: pedir la baja médica por depresión y/o aligerarse por la verdú, o bien dejar a un lado al Duque de Ahumada, convertirse en manzana podrida e hincarle el diente a lo que se ponga a tiro, porque la jubilación es miserable en comparación al servicio prestado y porque parece que no son muchos los que, enfrentados a la posibilidad de mejorar su situación, aunque fuera de forma ilegal, resistirían la tentación de seguir adelante con los faroles. Y el caso Mediador sirve para apagar los fuegos causados por las llamadas cuatro leyes:

1) la del «sí es sí», que ha provocado la rebaja de condena de una buena porción de condenados por violación y la suelta, hasta ahora, de más de 700 condenados por ese delito. Ni de coña la todavía ministra Montero se puede atribuir el mérito de la «defensa de las mujeres».

2) la «ley trans», cuya mayor virtud ha sido partir por la mitad el feminismo español. Por no hablar de las divisiones que ha provocado entre los propios trans. Ingeniería social en estado puro vía lawfare: la nueva táctica comunista de transformación social.

3) la llamada «ley de bienestar animal», ésta prohijada por el numen cacumen de Juana Belarra. De aquí a que uno se pueda casar con su mascota, un paso, oigan. Y que además es un mecanismo de recaudación: por el cursillo que necesariamente deberá realizar el dueño de una mascota y también por las multas por no realizarlo. Esa ley modifica también el sabio refranero español en cuanto a «no tener padre, ni madre, ni perro que le ladre a uno». Si tienes perro que te ladre, ya no necesitarás ni al padre, ni a la madre… y en no pocos casos, al marido o mujer.

4) La «ley del aborto», que no surgió de la preclara inteligencia de esas dos beldades (entre ambas no juntan una neurona de servicio a la sociedad ni medio gramo de bondad)… sino de la hoy fantasmagórica Bibiana Aído, ésa misma que decía de los embriones en 2010 lo mismo que decía Hitler de los judíos en 1938. Ley a la que un «recursito» del PP hizo dormir el sueño de los justos durante 12 años en el TC (es lo que hacen los conservadores para no «molestar a la izquierda y quedar bien»: dejar que el recurso se pudra, sin admitirlo ni rechazarlo). Y que ahora, en 2023, recién llegado el masón Conde-Pumpido a la presidencia del Alto Tribunal, ha recibido el «visto bueno de constitucionalidad». Es muy significativo que Feijoy se felicite de la decisión, lo que comentaremos en una próxima entrada.

Por si faltara algo, últimamente todo esto se ha ido sazonando con payasadas e insultos varios de Ángela Rodríguez «Pam», la Orca de Pontevedra, la oronda Secretaria de Estado de Igualdad. Sabedora de que mucha gente en redes sociales se «escandaliza» y poco más, la señora se ha dedicado fervorosamente a insultar a quien no le gusta (que se lo digan a la señora madre de Abascal). Insultos que en otro país podrían haber constituido la base para una querella por injurias, aquí se dejan pasar sin más y el único castigo que recibirá será el electoral… a final de año o a principios del siguiente. Todo ayuda para que no se hable de lo importante y se preste atención innecesaria a lo provisorio.

Dejemos de lado el divorcio absoluto entre casta política y ciudadanía, mostrado bien a las claras por el informe del Defensor del Pueblo, hoy Cromagnon Gabilondo: lo que preocupa a los españoles no es lo que dice su informe, sino salir más o menos incólume de la travesía por el infierno fiscal que, ladrillo a ladrillo, nos ha ido preparado esa casta y del que huye quien puede. O simplemente, llegar a fin de mes, dado que el incremento de precios es mayor que el incremento de salarios. O el problema de la okupación, sostenida y favorecida por partidos enemigos de la propiedad privada (de la de usted, no de la de ellos, claro). O el de la inseguridad ciudadana subyacente. Y naturalmente, la endémica debilidad del Gobierno central frente a experimentos nacionalistas de corte totalitario, toda vez que ellos son los que dictan hoy las pautas al gobierno de Sánchezstein.

Con todo este panorama, ¿quién no montaría una moción de censura? Pero vamos por partes, que dijo Jack el Destripador.

8M: Nada que celebrar

Por su interés colgamos este artículo, que explica bien qué es el feminismo para la Ministra de Igual-dá y otras hierbas… Original aquí.

Resulta incomprensible que desde determinados sectores no precisamente afines a la izquierda se siga blanqueando a un movimiento tan nocivo y tóxico

FRANCISCO CUARESMA

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 8 marzo, 2023

Otro 8 de marzo y una vez más las mareas moradas han salido a las calles de España. Aunque cada vez con menos asistencia, las promotoras de dicho movimiento vuelven a distribuir entre la masa aborregada una serie de consignas para que las repitan como loros. Así, desde hace varios días no paramos de escuchar eslóganes vacíos como «queda mucho por hacer» o «igualdad real ya».

Otro 8M más, sigue sin saberse demasiado bien qué reivindican quienes salen a la calle a gritar borrachas de odio y cólera. Realmente, si tienen algo que celebrar, es el hecho de que España es uno de los mejores países para nacer mujer. Las mujeres españolas no nacen víctimas, pues son totalmente libres —como no podía ser de otra forma— para estudiar, trabajar o realizar la función que les sea de su agrado.

Pero más allá de reseñar lo que es obvio, cabe destacar que probablemente nos encontramos ante uno de movimientos más perniciosos que ha padecido la sociedad española en los últimos años; pues, además de sustentarse en premisas falsas, ha intentado generar una tóxica guerra de sexos que ha resultado corrosiva en muchas capas sociales. El feminismo de nuevo cuño es puro marxismo cultural. Desde hace ya varios años, en todos los manifiestos emitidos con motivo del Día de la Mujer, se ha aprovechado para hacer alegatos contra el libre mercado, el modelo capitalista, la familia e incluso para solicitar la apertura total de fronteras. Es una de las muchas nuevas banderas que los marxistas tienen que enarbolar ante la constatación del fracaso de su modelo económico. Con el anzuelo de una causa aparentemente justa, intentan atraer a personas que probablemente no se involucrarían en una causa que estuviese envuelta en la bandera roja de la hoz y el martillo.

Por tanto, dicho movimiento se sustenta en un rosario de falsedades destinado a crear un bloque uniforme y granítico que sea fácil de manejar. Al contrario de lo que sostienen las organizaciones convocantes, en los países occidentales, y concretamente en España, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres es firme desde hace lustros. En nuestro país dicho principio está consolidado desde 1978, pues así lo recoge nuestra Carta Magna en su artículo 14. De hecho, todavía no he conseguido encontrar a una feminista que me diga un solo derecho que tenga un hombre y no una mujer por el hecho de su sexo.

Desde la cacareada brecha salarial hasta la supuesta existencia de un sistema opresor, los promotores de dicho movimiento han construido un relato victimista según el cual en España las mujeres viven prácticamente como en Somalia. Dicha propaganda tiene como objetivo, además de inocular el virus del marxismo como he mencionado antes, la invención de una causa que justifique la existencia del ministerio de Igualdad, que no es otra cosa que una tubería extractora de recursos públicos. Es decir, un negocio.

No deja de ser paradójico que la solución que ofrece a la supuesta opresión sea altamente humillante para las mujeres. Si uno analiza las propuestas, comprobará que quieren convertir a España en un país en el que los hombres alcanzaran puestos de responsabilidad por méritos y capacidades, mientras que las mujeres únicamente tendrán que demostrar si tienen o no genitales femeninos. Este pensamiento convierte inexorablemente a las mujeres en el sexo débil, necesitado de protección y debiendo ser tutelado por el Estado. Honestamente, no creo que ninguna mujer con un mínimo de amor propio pueda aceptar tal política, más allá de los parásitos de lo público.

Dicho movimiento es, por otra parte, manipulador. Con la connivencia de los principales medios de comunicación, han expuesto machaconamente una serie de estadísticas que vienen a reflejar que la igualdad entre sexos en España no es real. La más famosa de ella, la tan cacareada brecha salarial. Parece mentira que a estas alturas haya que decir algo tan obvio: los hombres no pueden cobrar más que las mujeres por realizar exactamente el mismo trabajo. Básicamente porque es ilegal. Y en caso de ocurrir, la mujer afectada puede acudir a los tribunales con la plena seguridad de que saldrá triunfadora.

Sin embargo, jamás he visto en medios de comunicación exponer las estadísticas que rompen el relato pueril promovido por Montero y su séquito. Por ejemplo, nunca mencionan que la inmensa mayoría de las personas que mueren en accidentes laborales son hombres. De las 705 muertes en accidentes de trabajo que se produjeron en 2021, 648 fueron hombres, mientras que el número de mujeres perecidas en siniestros laborales fue de 57. Son los gélidos datos de siniestralidad laboral del Ministerio de Trabajo y Economía Social. Tampoco los datos de suicidios casan demasiado bien con el discurso de Irene Montero: en 2021, de un total de 4.003 personas que murieron por suicidio, 2.982 fueron hombres, mientras que el número de mujeres fue de 1.021. ¿Qué debemos hacer los hombres ante estos datos desgarradores? ¿Salir a la calle al grito de «nos están matando»? ¿Promover una guerra de sexos? ¿Solicitar beneficios? Utilizar esos datos para sacar algún tipo de rédito sería ruin y mezquino.

Por si todo lo anterior no fuese suficiente, nos encontramos ante un movimiento profundamente hipócrita y amoral. Lo pudimos comprobar con el trágico asesinato de la niña Olivia a manos de su madre. Durante varios días, las que hoy encabezan manifestaciones enmudecieron ante tal atroz suceso, pasando la niña a ser un vago recuerdo en poco tiempo. Aquel episodio demostró el alma tan negra que tienen las principales cabecillas de la causa morada, siendo capaces de orillar un suceso de tales características sólo porque no les cuadraba en su relato de trinchera. También el asesinato de Olivia podía suponer que algunos miembros de la masa aborregada se planteasen ciertas cosas, poniendo en riesgo el negocio. Por ahí no se podía pasar, claro.

En los últimos meses, Irene Montero ha vuelto a poner al descubierto las vergüenzas del movimiento. Si en 2018 estuvieron a punto de linchar a uno de los jueces del famoso caso de la Manada, ahora se ha impuesto un férreo silencio ante los 800 agresores sexuales que se han visto beneficiados con la aprobación de la ley del «sólo sí es sí», logrando la libertad muchos de ellos.

A estas alturas el movimiento feminista ha quedado totalmente desacreditado por méritos propios. Por eso resulta incomprensible que desde determinados sectores no precisamente afines a la izquierda se siga blanqueando a un movimiento tan nocivo y tóxico, contribuyendo con dicha ayuda a confundir a mujeres bienintencionadas que de verdad creen que se oprime a las mujeres.

Reflexión (I)

Hace mucho tiempo que no escribía algo propio, así que creo llegado el momento de hacerlo. Por eso hoy va a ser una entrada larga.

El mundo gira a una velocidad mayor en estos tiempos. O así parece, dado que no nos movemos de la silla. El mundo de verdad se mueve pausadamente: 24 horas al día, 7 días a la semana, 52 (más o menos) semanas al año… Pero hoy hemos de contar con una realidad más: la creada por las «redes insociales», en absoluto sociales. Y, en la medida que el mundo antes civilizado está atontado mirando sus pantallas (de móvil, de tablet o de ordenador), parece que ahí está la acción…


… pero no es verdad.

En esa realidad 2.0 suceden cosas, pero lamento darles malas noticias: son pura fantasmagoría. ¿De verdad creen ustedes que uno «se muere» de verdad porque le cancelen una cuenta en una de esas redes sociales? Les diré más: esa realidad 2.0 últimamente parece sometida al frenético ritmo del principio de la renovación de las «reglas de la propaganda» atribuidas a Goebbels. Su formulación canónica reza del siguiente modo: «Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones».

Y entiendo que eso es lo que está pasando: no hemos terminado de digerir un escándalo que ya está apareciendo otro en las noticias. De los hunos, de los hotros, de la gran esperanza verde limón… Es una avalancha imparable de «hechos» que nosotros, como pueblo, simplemente no podemos digerir. Ya se nos acaban las palabras, los cabreos, las expresiones… Nos quedamos sin nada que decir. La sobreestimulación causa ese efecto de embotamiento de los sentidos. Y aquí es donde llega una palabra clave: «Bah». Esa palabra, que supone una dimisión nada implícita respecto de los deberes ciudadanos, es la carta blanca que los corruptos necesitan para seguir haciendo lo que hacen (seguir consumiendo drogas, trago y putas a costa del erario público). Total, a la gente «le da todo igual porque son todos igual de corruptos». Y por eso también las llamadas heroicas a «hacer algo» consistentes en «Vamos a rodear quemar el Congreso» o similares caen en saco roto. Si las redes sociales dejaran de ser el sustituto de la barra de bar en la que se pegan los puñetazos y se dan los golpes de pecho en plan «¡Dejadme solo, que yo puedo con todo!», las cerrarían.

¿La alternativa? Ya la conocen. Si alguien se cansa de ser vox clamans y tiene un problema que a nadie le importa y que ni siquiera las autoridades se molestan en solucionar, lo último que puede hacer es tomarse la justicia por su mano. Ni lo de «per la giustizia dobbiamo andare da Don Corleone», de Amerigo Bonasera. En cualquiera de los dos casos, si les pillan o si les descubren, se les va a caer el pelo. Por tanto, es mejor que usted se siga desgañitando en «redes sociales» si no quiere meterse en dibujos, aunque a nadie le importe una mierda su propio problema por estar ensimismado en los suyos propios.

Y es carta blanca también para que otros que no son tan «corruptos» (o sí, vayan ustedes a saber), pero mucho más peligrosos, nos hagan un poquito más esclavos cada día, con la táctica del salami. Y que lleguemos a un punto en que, como en China, se imponga un sistema de crédito social: es decir, si usted es un fiel servidor del Estado y «ciudadano ejemplar» (ya hemos visto en que ha quedado ese conceto durante el korona), podrá usted tener dinero y pedir a crédito. Y si usted es una rata asquerosa contrarrevolucionaria y disidente del sistema, no tendrá un céntimo y deberá vivir fuera del sistema porque no obtendrá usted nada a crédito.

Pero me estoy desviando. Tomaré una idea de un libro del escritor Francisco Gijón (La leyenda del caballo turco, que les recomiendo ya de paso) y diré que la heroína que se distribuyó en los años 80 en España (la misma que se distribuyó en los Estados Unidos en los 70 a la juventud durante la guerra del Vietnam) y que sirvió para desactivar los posibles relevos generacionales tanto allí como aquí, ha mutado ahora en droga electrónica. Es más peligrosa y lamentable en los niños, claro; pero hoy ya no hay diferencia entre niños y adultos: es consumida por ambos tipos de gente. Dejemos aparte del hecho de que hoy en día uno no puede concebir siquiera el vivir de espaldas a Internet; cada vez es más necesaria para entablar tratos con la gente importante (entre otros, la Administración y los bancos). Hasta los periodistas, otrora cazadores de noticias de verdad («ir, ver y contarlo») se sientan hoy en alguna red social y escarban buscando un tema del que poder hablar sin que les suelten un soplamocos que les deje sin sueldo.

¿Resultado de todo esto? Una sociedad más amorfa que una ameba ensimismada. Que sí, que la educación y la cultura (la comunicación acabamos de mencionarla) han hecho su trabajo, creando no ya ciudadanos, sino borregos cuadrados ante la consigna. Probablemente ocurra también allende nuestras fronteras: en aquellos países que siempre nos mencionaron como ejemplo (en especial los USA y Alemania), la cosa ha llegado a un punto que pone los pelos de punta. En un sentido negativo, Internet ha servido para que el resfriado cultural que se pillaba en esos lares y que tardaba antes unos diez años en llegar aquí ahora llegue en apenas dos años.

Sin embargo (y es mi modesta opinión), esto tiene solución. Y no, no es «más hachís» ni el «entretenimiento completo» de Beatty. Se lo cuento en la siguiente entrada.

Las cuatro esquinas del mundo

Nadie entre sin aumentar la entropía

Mirando hacia arriba...

Reflexiones sobre cosas que pasan en los cielos

OPOSICIONES A LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

Toda la información y material de estudio para preparar las oposiciones de Gestión Procesal, Tramitación Procesal y Auxilio Judicial

El vuelo del albatros

Pensamientos diversos a vista de pájaro

Cuatro amiguetes y unas jarras

Ya que no podemos arreglar el mundo, hablaremos de lo que nos interesa: la política y los políticos, el fútbol, el cine, y todo lo que nos molesta, acompañados por unas jarras de cerveza. Bien fresquitas, por supuesto

General Dávila

Nada hay como el soldado español y mi única aspiración siempre ha sido estar a su altura

VIA LIBRE

Escribo y difundo lo que me interesaría leer. Para todos los públicos

Verdades Ofenden

"Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga" Diderot. / "El que tiene la verdad en el corazón no debe temer jamás que a su lengua le falte fuerza de persuasión" Ruskin – (Bitácora-Biblioteca virtual y PERSONAL, recopilatória de aquellos artículos que despiertan mi interés)

CYKLOS

Asociación de Astrología de Cataluña

Queremos salir de la Crisis

¿Los políticos Tambien?

Galicia Futura

Blogazine Independiente / Abierto 24 horas

La Imagen Reflejada

El Patito se vió reflejado en el agua, y la imagen que ésta le devolvía le cautivó por su hermosura: era un magnífico Cisne

Es war einmal...

"Los dogmas del quieto pasado no concuerdan con el tumultuoso presente." (Abraham Lincoln)