Pongamos que los conjurados ponen rápidamente manos a la obra, tanto en el Ayuntamiento como en Génova, 13. Y empiezan a buscar trapos sucios a la presidenta, contratando incluso a una agencia de detectives para el trabajo sucio, una de ésas que tanto te busca la infidelidad de un marido o mujer como remueve papeles para construir un caso contra alguien. Y no se los encuentran. Para su mala suerte, la hoja de servicios y todo lo demás de Díaz Ayuso está limpio como una patena. No hay por dónde cogerla. Pero eso no detiene a los conjurados. En política la regla dice que, si no puedes con tu contrincante, prueba suerte con la familia: es fácil encontrar un garbanzo negro en un hermano, tío, primo, padre o madre. Ejemplos los hay para todos los gustos y en toda la extensión de la piel de toro, así que citaremos uno que valga por todos: el famoso y probablemente alejado en el tiempo caso de Mienmano, Juan Guerra para los amigos, que se tomaba sus cafelitos en un despacho prácticamente adyacente al Palacio de San Telmo.
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