Para celebrar este aniversario del nacimiento de Beethoven (a quien los proabortistas hubieran mandado al cubo de la basura por motivos ya conocidos), no se me ocurre mejor homenaje que rescatar esta pieza, escrita a mayor gloria de Sir Arthur Wellesley, primer duque de Wellington. La pieza describe la última batalla de Wellington contra las tropas napoleónicas en tierra española; pero me permitirán ustedes una cierta licencia poética al decir que la música se adapta perfectamente a otra batalla, la de los Arapiles, que tuvo lugar el año anterior y que D. Benito Pérez Galdós describe con un aliento épico verdaderamente emocionante. Les recomiendo la lectura del episodio final de la Primera serie de los Episodios Nacionales para que capten ustedes el ambiente de la batalla.
Sin entrar en el análisis de la obra, solamente decir dos cosas: la primera, que Beethoven no anduvo muy fino en la elección de los temas musicales, quizá porque la consideraba una obra «menor». El tema que representa al bando inglés es el conocido Rule, Britannia! y es una elección adecuada, así como el God save the King en la parte «victoriosa» o de «ascensión al Olimpo» del gran duque. Que déjenme decir que sería un gran estratega militar, pero un cabronazo en lo político: dado que la mejor tapicería del mundo debía ser la inglesa, dinamitó sin más la Real Fábrica de Tapices de Salamanca, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.
Sin embargo, para representar al bando francés falló estrepitosamente: ningún francés, salvo el propio Beethoven, cantaría la marcha Marlborough (Mambrú se fue a la guerra, marcha que luego hemos conocido con el menos noble título de Es un muchacho excelente). Mucho mejor se desempeñó Tchaikovsky en ese sentido, que utilizó La Marsellesa en su «ruidosa» Obertura 1812 para representar a los franceses.
Y la segunda es que esta obra fue al parecer un encargo del inventor Johann Nepomuk Mälzel, que había construido una especie de autómata musical, el panarmónico, y pretendía que el compositor le cediera los derechos de la obra (o directamente intentó atribuirse su composición, esto no lo recuerdo muy bien). El caso es que el compositor montó en cólera, le llamó bribón y acabaron en los Tribunales. La sentencia fue favorable a Beethoven, pero ya para entonces éste había reescrito la obra para orquesta. En las grabaciones, como en ésta que les presento, se incluyen 193 cañonazos, tiro más, tiro menos. Aquí tienen la partitura, por si quieren leerla mientras la escuchan: