La «gran noticia» de hoy es que el separatismo cavernícola ya tiene fecha para la consulta. Han ¿pactado? entre ellos la fecha del 9 de noviembre. Que digo yo que hubiera sido mejor la fecha del 7, por aquello de la sovietización del Règim. Lástima que el 7 caiga en viernes. Quico Homs, el martillo de herejes xarnegos, salió ayer anunciando alborozado la fecha, además de decir que «España quiere liquidar a Cataluña» (que no falte una generosa ración de victimismo en la agit-prop). Hasta la hagiógrafa oficial del rei Artur, Pilar Rahola, escribía en Twitter que «están escribiendo la historia de Cataluña con mayúsculas», o algo así. Me quedé con las ganas de decirle que lo que están haciendo en mayúsculas es el ridículo, toda vez que la muy demócrata elimina los comentarios que no le gustan.
Y ahí está Mariano, viendo llover. Sus terminales mediáticas tildan de «radicales» a quienes sostenemos que es una ocasión muy buena para aplicar el art. 155 de la CE, que no está donde está para hacer bonito, precisamente. De hecho y en relación a Cataluña ha habido muchas ocasiones para aplicarlo; pero se han dejado pasar, en razón de no sé qué pacto secreto del estilo de Cataluña no se toca. Todos los presidentes de la «democracia» han abandonado a los catalanes que no tragamos con la catequesis secesionista. Así que ahora volver es complicado. Hacer que el Estado comparezca por fin después de 30 años es complicado. Ya no hay remedios pacíficos y aunque las argumentaciones jurídicas abundan en el hecho de que no es un artículo que se deba aplicar a la ligera, quizá haya llegado el momento de dejarse de tonterías y ponerse un poco en plan Pazos: «Vamos a llevarnos bien…»
Y ahí está Mariano, con su estrategia del pudridero. Recordémosla:
La actuación del presidente recordó una de las señas de identidad de Mariano Rajoy: dejar que los conflictos maduren sin hacer nada hasta que acaban pudriéndose.
«La elección entre Rato y Guindos es una demostración clara de que Rajoy sólo se ocupa de sí mismo. Su responsabilidad era haber impedido llegar al límite de tener que elegir entre uno y otro. El presidente es incapaz de acabar con los conflictos, que se acaban enquistado y poniendo a todos en una situación límite. Es una forma de liderar sin hacer nada, dejando que todo se pudra hasta que revienta y cuando revienta resulta que él nunca tiene la culpa, todo le viene dado, a todo le obligan los demás. Las cosas pasan solas, él nunca es responsable de cómo pasan las cosas». (Lucía Méndez, Morder la bala, pp. 529-530)
Desgraciadamente hemos de convenir que la estrategia es la misma en el caso catalán. Mariano prefiere que el caso se pudra por sí mismo antes que tomar una decisión. Decisión que podría calificarle como «dictador» o, peor aún, como «fascista», calificativo al que el actual ocupante de Moncloa profesa un horror orgánico. ¿El resultado? Que nunca habíamos visto a un presidente con mayoría absoluta estar más a merced de sus rivales políticos. Sigue vigente toda esa pamema del «diálogo» y el «talante», reconvertida hoy en «yo estoy en política para hacer amigos». Como si Mariano fuera un recién llegado a la política desde su Pontevedra de crianza.
Y no, señor Rajoy. Gobernar y hacerlo en bien de la nación no granjea muchos «amigos», especialmente en aquellos segmentos de la casta que han creído que España era su patio particular, su coto cerrado. Tampoco es que el pueblo español sea muy agradecido con aquellos gobernantes que lo tratan bien (ahí está la historia para demostrarlo); pero eso va en el cargo y ya debería usted saberlo. Actuar en consecuencia sería aplicar la ley y castigar su incumplimiento. Imagino que estará usted esperando a que «el Govern cometa un delito». Pues verá: el incumplimiento por parte de la Generalitat de las sentencias del TS en materia educativa por la cara ya lo es. Por no hablar del famoso simposi en que unos cuantos paniaguados del Règim aprovecharán para echar bilis contra Espanya y que ya ha sido denunciado a la Justicia por Ciudadanos y su propio partido en base al art. 510 CP. Por no hablar de que el art. 155 no exige específicamente que la Generalitat cometa un delito para actuar. Recordemos su texto:
1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.
2. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
Si educar en el odio a dos generaciones de catalanes no es «atentar gravemente contra el interés general de España» díganme ustedes qué podría serlo. La ironía del asunto es que este artículo contiene la única facultad verdaderamente útil del Senado, ahora que tantos abogan por su supresión.
Y ahí está Mariano en la Moncloa. No oye nada. Se fuma un puro de la caja de habanos traída directamente de Cuba para ZP (que no fumaba pero le venía bien para las visitas). Mira por la ventana, ve lo que hay ahí fuera. Frunce el ceño y musita: «Eshtá lloviendo mucho».