Guerra, segunda fase

Alejados definitivamente del korona (aunque todavía queda gente que va por la calle con la mascarilla calada hasta las cejas sin necesidad), hemos entrado en otra fase con un conjunto de acontecimientos de los que vamos a hablar en las próximas entradas. Ahora lo que manda en la actualidad ya no son las mal llamadas «vacunas», sino la guerra de Ucrania.

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Genocidio blanco por diseño: la destrucción de los blancos de Europa y USA

Original aquí. Hemos modificado alguna cosilla por razón del estilo, pero el contenido y significado siguen intactos.

Los países europeos nunca fueron destinados a ser países de inmigración, y los países de inmigración tradicionales como los EE. UU., Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Argentina también, hasta hace poco, sólo aceptaban inmigrantes europeos. Esto ha cambiado dramáticamente desde mediados de la década de 1960 y muchos países blancos reciben ahora más inmigrantes no blancos que blancos. Se espera que se conviertan en una mayoría no blanca en unas pocas décadas. El nombre «Muhammad» es ahora el nombre más popular para los niños recién nacidos en muchas grandes ciudades de Europa occidental. Se puede demostrar que en todos los casos el cabildeo judío estuvo detrás de este cambio en las políticas de inmigración.

El hombre del futuro lejano será de raza mixta. Las razas y castas de hoy serán víctimas de la creciente superación del espacio, el tiempo y los prejuicios. La futura raza euroasiática-negra, exteriormente similar a los antiguos egipcios, reemplazará la diversidad de los pueblos con una diversidad de individuos.

El feminismo es el mayor contribuyente adicional a la baja tasa de natalidad de los europeos y los judíos son desproporcionadamente dominantes en este movimiento (ver Lista de feministas judías).

Este genocidio suave básicamente consiste en criar a la raza blanca fuera de existencia al promover el multiculturalismo y la inmigración masiva del Tercer Mundo a nuestras tierras blancas. Inevitablemente, a lo largo del tiempo, esto conduciría al mestizaje de los blancos a través del mestizaje con las razas más oscuras de África, Asia y el pueblo islámico de Oriente Medio, tal como la imaginó alegremente el fundador de la Unión Paneuropea, el conde Coudenhove-Kalergi.

El plan Kalergi se moderniza, se adapta a los tiempos. Y así lo podemos constatar en las imposiciones de Kalergi y Soros, o cuando el Papa viajó a los Emiratos Árabes, o el Pacto de Marrakech, o la vergonzosa sentencia de TEDH, o las imposiciones de la Organización de cooperación islámica, son demasiadas evidencias pruebas ante la que los ciudadanos occidentales de educación cristiana estamos indefensos, neutralizados, sin poder hacer nada, los medios y las redes sociales están a favor de ello, sólo destruyendo, encarcelando y embargando todos sus bienes a los instigadores se podría hacer, ¿y quién le pone el cascabel al gato? ¿O no nos queda otra que rendirnos? O tal vez una guerra final en Oriente medio de repercusiones impredecibles hasta una guerra mundial que destruyera para siempre el Estado de Israel, ¿Quiénes ganarían? ¿Cómo sería ese nuevo mundo?

La reciente crisis de «refugiados», como se está volviendo cada vez más clara para muchos que antes no se daban cuenta de este hecho, también es de creación judía. La destrucción de Libia y el intento de destruir Siria sucedieron de acuerdo con el Plan Oded Yinon, un plan israelí para debilitar a todos los países musulmanes desde Marruecos hasta Pakistán, con el fin de facilitar la hegemonía regional de Israel. Todos esos «refugiados sirios» (el 80% de los cuales no son ni sirios ni refugiados) están dirigidos, no a los ricos estados del Golfo Arábigo, y mucho menos a Israel, sino a Europa y otros países blancos. Las organizaciones judías, el omnipresente George Soros e incluso una organización «humanitaria» israelí llamada IsraAid
están muy involucradas.

Berlín ha superado a Malmö (Suecia) como la capital antisemitismo de Europa, con una amplia variedad de actitudes anti-judías y anti-Israel, cientos de casos de agresión física contra judíos, incluidos rabinos. Los alumnos judíos han tenido que abandonar las escuelas públicas. El treinta y cinco por ciento de los berlineses ven a los israelíes como análogos a los nazis. Anualmente se lleva a cabo una marcha del Día de Al-Quds que llama a la destrucción de Israel. Tanto el municipio como el gobierno federal tienen dos caras sobre el problema del antisemitismo.

Dado que el plan judío de inundar a todos los países blancos con inmigrantes no blancos ha sido un éxito rotundo, los judíos y sus lacayos deben evitar que los blancos indígenas se resistan a su despojo demográfico agudo y recurren a varios medios para neutralizar a la oposición.

Los siguientes argumentos de los medios que utilizan: (1) argumentación, (2) prohibición, (3) discriminación, (4) denigración, (5) desnormativación racial.

(1) Argumentación: Los argumentos a favor de la inmigración masiva no blanca son de tipo económico, cultural y moral. Supuestamente, la inmigración del Tercer Mundo es necesaria para el trabajo que los trabajadores indígenas se niegan a hacer, para el pago de pensiones, para el cuidado de los ancianos o para llenar los vacíos de una economía en crecimiento. Estos argumentos son todos falsos. Pero encontrarás multitud (miles) de «fuentes» que lo desmentirán. Cualquier sociedad desarrolla una economía acorde con su propio tamaño; por lo tanto, por definición, puede proporcionar una fuerza laboral suficiente para sus necesidades. Se alega que la inmigración del Tercer Mundo también sería culturalmente enriquecedora. En realidad, la mayoría de los inmigrantes tienen poca educación, son hostiles a su nuevo país y se concentran en guetos sin integrarse.

Si los argumentos «positivos» fallan, entonces los objetores a la inmigración siempre pueden ser acusados de «racismo», como si no todos los grupos étnicos tuvieran derechos étnicos legítimos, entre los cuales está el derecho a seguir siendo la mayoría en su propio territorio. La acusación de «racismo» es el arma más fuerte en esta batalla.

(2) Prohibición: las «Comisiones de Derechos Humanos», «Comisiones de Igualdad Racial», «Comisiones de Lucha contra la Discriminación», etc., que sólo existen para cortar de raíz cualquier crítica a la presencia o (mal) comportamiento de los inmigrantes. Resistencia a la agenda de reemplazo racial. En Suecia, incluso las críticas a la política de inmigración del gobierno ahora son punibles.

(3) Discriminación: los inmigrantes y las minorías se ven favorecidos sobre los blancos en lo que respecta a la vivienda y el empleo. Obtienen beneficios que los blancos no obtienen (porque ya son «privilegiados»). Dado que el dinero para estos beneficios debe provenir de algún lugar, los blancos están más sujetos a impuestos que los no blancos, lo que hace que la formación de una familia sea más difícil para ellos, mientras que los no blancos pueden pagar familias más grandes. Por lo tanto, los blancos tienen que esforzarse por su existencia y, en el proceso, trabajar por su propio despojo.

(4) Denigración: para desmoralizar a la población indígena, se niega su historia, se denigra a sus héroes y se declara su cultura como sin valor. Los símbolos nacionales como las banderas están prohibidos porque serían «ofensivos» para los inmigrantes. Los símbolos cristianos no están permitidos porque serían «ofensivos» para los musulmanes.

(5) Desnormativación racial: no encontrará la palabra «desnormativación» en un diccionario. Este término en combinación con el adjetivo «racial» para denotar la política de reemplazar a las personas que son «normativas» para un pueblo de una determinada raza con personas de una raza diferente, lo que provoca una sensación de alienación. En los países blancos, las personas que son normativas, como presentadores de televisión, faltas en concursos de belleza, etc., son reemplazadas por personas de color, de preferencia negras.

La influencia política blanca disminuirá más rápidamente que el porcentaje blanco de la población a medida que los políticos complacen a la creciente mayoría. Uno se pregunta si la minoría blanca tendrá preferencias minoritarias.

Influencia judía en la configuración de la política de inmigración

# Para los EE.UU, ver: Kevin MacDonald: Jewish Participation in Shaping American Immigration Policy, 1881-1965: A Historical Review.

#Para Canadá, ver: YouTube: El lobby judío en Canadá: Movimiento de Inmigración, Comunismo y Derechos Civiles.

#Para Australia, ver: The Occidental Observer, Brenton Sanderson: The War on White Australia: a Case Study in the Culture of Critique.(Partes 1-5).

#Para el Reino Unido, ver: [1] The Occidental Observer, 12 de julio de 2015, Andrew Joyce, The SS Empire Windrush: The Jewish Origins of Muliticultural Britain, y [2]:un informe concluyente sobre el judío innegable y evidente promoción de políticas genocidas maliciosas anti-europeas de inmigración masiva a través del cabildeo a nivel gubernamental. englishnews.org/.

#Para Suecia, ver: Kevin MacDonald, The Occidental Observer, 14 de enero de 2013, The Jewish Origins of Multicultural Sweden.

#Para Irlanda, ver: The Occidental Observer, 2 de marzo de 2013, Camillus, El Ministro extraviado: Alan Shatter, de Irlanda e Israel
Para una impresión absolutamente triste de la Dublín «diversa» moderna, vea YouTube: Dublin Diversity (DIEversity).

En España no hay estos estudios y menos se habla de ello en los medios.

 

“Gente casi perfecta”

Hace unos días terminé de leer el libro Gente casi perfecta, de Michael Booth, periodista inglés afincado en Dinamarca y casado con una danesa. Da una panorámica interesante de esa región europea, pues se pasea con mayor o menor extensión por cada uno de los países cuya agrupación de forma genérica llamamos «Escandinavia». Naturalmente, habla con extensión de Dinamarca, que es donde vive, de donde su mujer es oriunda y donde ha escolarizado a su hijo. Y luego también habla con extensión de Suecia, que al parecer concita las rencillas de todas las demás hermanas por ser la hermana mayor.

No me queda claro que sean gente tan perfecta. Quizá yo, por haber nacido en el Mediterráneo, lo vea de forma muy distinta. Para empezar, la asquerosa climatología, que en mi opinión sí que influye en eso que han dado en llamar «determinismo geográfico» (la configuración del medio influye en la idiosincrasia de las personas), hace que uno no desee vivir mucho tiempo por allí, a menos que los avatares de la vida le lleven a ello. Les falta sin duda ninguna el sol y la joie de vivre de la que gozamos con más frecuencia por estos pagos.

Pero lo que me ha llamado poderosamente la atención es algo que el autor revela, pero dándole la vuelta: la hygge danesa (que tiene su reflejo en el lagom sueco). Es decir, esa forma de conducirse en sociedad que evita los problemas a cualquier precio, determinando, por ejemplo, que hay cosas de las que «no se puede hablar» si se quiere mantener la paz de las reuniones familiares y de otro tipo. Así, aunque exista un elefante blanco en el salón hay que ignorarlo para no arruinar la reunión. En Alemania lo llaman Gemütlichkeit y tiene el mismo significado y función.

Luego hay otros problemas. Es verdad que gozan del mayor poder adquisitivo de Europa. Tienen un sistema de protección social que los españoles, por ejemplo, podríamos envidiar. Y digo bien, podríamos, porque mirado más de cerca ya no parece tan estupendo. Para empezar, porque para sostenerlo hacen falta unos impuestos draconianos. Segundo, por el poder que se le ha concedido de entrometerse en la vida de las personas (en Alemania es parecido y lo que asusta es que ése sea el modelo a exportar al resto de la UE). Y luego el llamado totalitarismo socialdemócrata, que es propio de Suecia, pero que en mayor o menor medida se puede predicar de toda la zona escandinava. Las personas se censuran unas a otras, mientras su vínculo más fuerte no es entre sí, sino con el Estado, generoso proveedor a cambio de que uno se mantenga en el rebaño.

Sin olvidarnos de dos cosas: su elevado nivel adquisitivo, al parecer, es inversamente proporcional al de su fe religiosa. Tienen iglesias hermosas pero vacías. Eso, para mí, representa un choque cultural. Y es un punto flaco que les pasará factura, por más que ahora crean que «Papá Estado lo resuelve todo».

Y, en segundo lugar, el nivel adquisitivo elevado es para los profesionales cualificados: es decir, si vas de doctor o incluso doctorando. Para trabajos bajos, la historia es distinta y la diferencia salarial abismal. Una persona que llegara a esos países con poca cualificación profesional lo tendría crudo. La estratificación social existe, a pesar de que ellos afirman de sí mismos que son los países más igualitarios de la tierra y suelen ocupar puestos elevados en el ranking de la felicidad. Claro: si felicidad es igual a dinero, evidentemente tienen muchos puntos ganados.

Finalmente y para no estropear la lectura, decir que la descripción que hace el autor de cómo el consenso lo cruje a uno individualmente (Suecia, nuevamente, pero posiblemente aplicable al resto) me parece terrorífica. Uno prácticamente no piensa nada sin el permiso de los demás. Eso en España es inconcebible –aún–, si bien con el carajote de la corrección política se «progresa adecuadamente» por ese camino.

Mi conclusión: no, no es gente «perfecta». Es gente que encara las cosas de forma distinta a nosotros, debido seguramente a la geografía y la historia. Si yo tuviera una cualificación suficiente y ansias de hacer dinero, sin que me importara nada más, seguramente liaría el petate y me largaría allí, aunque mi trabajo consistiera en hacer gallardas a los osos polares para analizar su semen. Pero no es el caso. Y no les envidio. De hecho, son ellos los que lían el petate cuando se jubilan y se vienen aquí, cuando no a Francia o a Italia, así que resulta que el refranero es sabio: quien ríe el último, ríe mejor.

Notre-Dame en feu

Terminaba ayer el día con la terrible noticia del incendio de la Catedral de Notre-Dame en París, uno de esos edificios emblemáticos de cualquier ciudad. Como podría serlo la Sagrada Familia en Barcelona, la Catedral de Santiago o la Almudena en Madrid.


No han aparecido culpables aún; pero, como dijo alguien a quien leí en un foro, sí sé quiénes se van a alegrar de la desgracia. Públicamente no, claro: son cobardes y no quieren que se les arranque la careta de un tirón, exponiéndose así a las iras del respetable. Porque, católicos o no, en Francia respetan la Catedral de Notre-Dame: unos, como expresión de su fe; y los otros, como parte importante de su patrimonio nacional y de la Humanidad. Pero quisiera decir dos cosas:

Extraño será que no salga algún cenutrio, radiofónico o no, en los próximos días que empiece a decir que «la culpa última de este incendio es del Papacisco, por «montonero», por «comunista», por «protector de la mafia lavanda», etc.», porque «se niega a ponerse los zapatos rojos»». Y que un autoatribuido (nadie le ha concedido tal título) «sagristà major de las iglesias de España» le haga los coros. Oigan, ¿pero ustedes qué quieren? ¿Un Papa o Caperucita Roja?

<em>Es el Cardenal Cañizares, pero vamos… podría ser el Papa también</em>

Pocas cosas me revientan más que los católicos estéticos: ésos a los que les gustan las procesiones, los vestidos, la liturgia, el boato y la misa en latín… pero que, en realidad, fuera de esas cuatro cosas superficiales no son practicantes. Y que no les gustaría que el cura les tocara las narices interpelándoles acerca de cómo practican.

Y la segunda cosa que quisiera decir es que defendiendo nuestra tradición católica defendemos el ser de Europa (no «de la UE», que es cosa muy distinta), tanto el ser «en sí» y «para sí» como su lugar en el mundo. Con la información que ya comienza a circular, cada vez va quedando más claro que una Europa unida es un engorro y una Europa que respeta sus tradiciones, entre ellas la católica (que es la primera que concibió Europa como un todo, para los produtos LOGSE), es un grano en salva sea la parte. Como siempre, no está de más parafrasear a Martin Niemöller

Primero cayeron los judíos. Pero como yo no era judío, no me importó.

Luego cayeron los ortodoxos. Pero como yo no era ortodoxo, no me importó.

Luego cayeron los católicos. Pero como yo no era católico, ni iba a misa, no me importó.


Luego vinieron a por mí. Pero para entonces ya no quedaba nadie que me pudiera defender.

Coda:

Y los comunistas, masones y liberales que ayudaron al enemigo creyendo con ello que salvarían el pellejo, cayeron también.

Mi solidaridad, en fin, con los franceses de bien y con los católicos del mundo. Que no porque nuestros dirigentes estén vendidos Cristo dejará de triunfar. Recordemos sólo este detalle. Stalin se reía de los católicos cuando preguntaba, con sorna: «¿Dónde están las legiones del Papa?». Y resultó al final que el orbe comunista cayó por sí solo, con unos cuantos empujones de Reagan, de Thatcher y de un Papa polaco. La URSS estaba tan corrompida que se derrumbó prácticamente sin ejercer fuerza alguna sobre ella. No hicieron falta legiones para vencerla.

 

Macron (y II)

Le socialisme c’est mort

Menuda la lió Manuel Valls al otro lado de los Pirineos al decir que «el socialismo está muerto». Le expulsaron de le Parti (que allí, por lo menos, no tiene la desvergüenza de llamarse «obrero») e intentó asilo político en el partido de Emmanuel Macron, que en cuatro meses fue de la nada al palais de Matignon. Por lo demás, allí son un poco más comedidos que en las Batuecas y por de pronto no le han aceptado en sus filas, con lo que el futuro de Monsieur Valls en la política francesa está complicado.

No obstante, la frase no deja de tener su miga, pues el batacazo que se pegó el socialismo francés en la primera vuelta de las elecciones francesas fue de impresión. Tal y como se dijo entonces, esa primera vuelta había acabado prácticamente con los viejos partidos, o el modelo que se sostenía entre dos pilares: un partido de centro derecha (gaullistas) y otro de centro izquierda (socialistas). Los interlocutores son nuevos y el asunto se resume en dos: socialdemocracia sí en ambos casos y diferencias en cuanto a la inmigración y la pertenencia a Europa. Tampoco sabemos qué habría empezado a hacer Le Pen en otras materias que no estaban en el candelero, de forma muy parecida a lo que ocurrió con Hillary Clinton: venga a criticar a Trump… pero poco se sabe de lo que Billary tenía en mente llevar a cabo realmente.

En cualquier caso, Emmanuel Macron ha ganado las elecciones y todas las novias quieren casarse con él, no sólo Manuel Valls. Es la cobardía del grouchomarxismo: «Tengo mis principios, pero si hay caballo ganador me apunto a los de él». No puedo desear otra cosa que el que Macron sea bueno para los franceses, igual que lo dije en su momento respecto de Trump. También y que ojalá Macron sea bueno para los intereses de España; aunque visto el nivel, lo mejor es desear que nos den las patadas justas en el trasero.

El nivel español

Partamos de la base de que cuando Francia se resfría, aquí estornudamos a más y a mejor. En las Batuecas la cosa pinta castaño oscuro. Después de ZP, el PSOE quedó hecho unos zorros. Dejó de ser la alternativa al PP, sobre todo desde que nos enteramos de que tanto PP como PSOE colocan a los suyos en empresas estratégicas en pago de servicios prestados. La aparición de una formación más a la izquierda de la izquierda que ellos presuntamente representan no ha hecho más que perjudicarles.

De todo el sarao socialista que llevamos con las etapas Sánchez I-Gestora-Sánchez II, la resultante es clara: el socialismo español como tal está muerto. Y ahora mismo, lo que puede decirse es que está emparedado. Cuando tu presunto rival asume tus tesis, que es lo que ha hecho Rajoy convirtiendo al PP en un partido socialdemócrata, es que empuja por el centro-izquierda. Y a su vez, Pablemos empuja por el lado de la extrema izquierda, tratando de convertirse en el referente único de izquierda. Total, que entre los dos le están haciendo el sándwich: uno le vampiriza el espacio ideológico (vean, si no, las cabriolas progres de Cifuentes en Madrid) y el otro, por vía de cabreo, a los militantes.

Luego, más: el PP se ha ocupado con sin par diligencia de no crezca nada a su derecha, para poder vender el cuento de que son los únicos que representan a la derecha. Ni VOX (en parte por vicios propios), ni iniciativas como el Grupo Floridablanca (desactivado por los Soraya’s Boys), han tenido ocasión de desarrollarse y transmitir un verdadero discurso de derechas, (si es que se puede llamar así) toda vez que la distinción entre «izquierda» y «derecha» es cada vez más borrosa si es que no ha saltado por los aires.

¿Y qué le queda a Pdr Snchz? Pues declararse plurinacional, que ha sido la tesis de siempre del PSC. Parece que es la go-gó del Baix Llobregat la que lleva de la manita al Secretario General y no a la inversa. De un modo parecido a Ilich Ramírez (alias Carlos), el temido terrorista de izquierdas convertido al Islam, pues caído el comunismo, tenía que buscar una ideología/religión que justificara su resentimiento y que le permitiera hacer lo que sabe hacer sin cargo de conciencia. A muchos socialistas de bien que aún creen en la unidad de la nación española les habrá sentado esa declaración como una patada en el vientre; pero Pdr Snchz berrea: «¡Es la supervivencia, estúpidos!». La opción era:

a) o integrarse en Podemos, con lo que Snchz quedaría al nivel de maletilla de Pablemos, como Alberto Garzón (de izquierdas pero sin independencia ninguna) y remedando lo que ocurrió con Carrillo y sus Juventudes Socialistas Unificadas. Serían fagocitados por el radicalismo comunista de siempre y, de facto, supondría la recuperación del marxismo como ideología inspiradora, del que Felipe González abjuró en Suresnes y otros lugares.

b) o bien buscar un discurso diferenciado, que es lo que han hecho. Tienen independencia como partido de izquierdas. Pero ese giro ideológico no lleva a otra cosa que a romper España, sueño de la burguesía catalana desde los tiempos de la gauche divine; algo a lo que muchos socialistas no van a acceder y entre ellos Susana Díaz, aunque ésta tenga el deber de limpiar de mierda su corrala antes de abrir la boca. Distinto es que al PSOE nunca le haya sentado bien hacerse nacionalista: y en Cataluña lo sabemos bien, después de 8 años de Tripartit.

En consecuencia: renovarse o morir. ¿Pero para qué? «Para llegar a la Moncloa» o «para ganar a la derecha». El resto del programa ya nos lo sabemos. Y la maldita Ley de Memoria Histórica, sin derogar. Luego nadie se extrañe que repitamos la historia.

Macron (I)

Monsieur Le Président

A riesgo de parecer… bueno, lo que ustedes quieran, desconfío por sistema de un candidato en unas elecciones que es apoyado públicamente al mismo tiempo por la Logia y por la morisma. Más todavía si es un candidato casi sin partido ni programa, que en siete meses ha conseguido encaramarse al poder absoluto, cual petit Napoléon. Lo cual es la prueba, al menos en Francia, de que los mítines ya no son necesarios: basta que uno salga por la televisión un número suficiente de veces y que «dé bien», como dicen los profesionales de la cosa, y ya es candidato a lo que sea que se presente. Tout pour la image, podríamos decir.

En España vamos con retraso respecto de eso. Los fieles todavía van a la misa, aunque el descreimiento general va creciendo. Ya no funciona aquello de Hitler de «(…) ordeno a todos que vayan a los mítines, donde se vuelven parte de la masa, les guste o no, tanto los «intelectuales» y burgueses como los trabajadores. Yo me mezclo con el pueblo, y sólo hablo con ellos como masa». El Gran Hermano televisivo permite reproducir la emoción del mítin muchas veces y por eso sale a cuenta. Y por eso, como decía Federico no hace muchos días, si a Podemos se le quitan todas las cadenas en las que sus gerifaltes mueven el rabo con toda libertad, en cuatro meses la intención de voto caería a la mitad.

Otra cosa es el obsceno espectáculo que han ofrecido los medios, tomando partido (con las debidas excepciones) descaradamente y sin objetividad alguna por Macron. Incluso el diario ABC se ha prestado a ello. No les ha faltado más que llamar «nazi» all’zugleich a Marine Le Pen. No menos obscena ha sido la catarata de parabienes recibida por ese hombre una vez el escrutinio terminó y se supo que éste era el vencedor. Sobre todo, les propongo que hagan este ejercicio: sustituyan, en los titulares de todos los periódicos «Europa» por «Unión Europea», que son concetos distintos. Verán cómo la percepción cambia y se acerca más a la verdad. En otra próxima entrada discutiremos esa diferencia.

Finalmente y para esta primera entrada de la serie, tomo este dato: la abstención ha sido del 60%. De lo cual se deduce, claramente, que ha ganado le parti de l’abstention. Sin embargo, la maquinaria sigue, porque en ningún país se ha establecido un número mínimo de votantes para que el resultado de las elecciones sea representativo y legítimo. Es decir, que aunque votara el 10% del censo, se aplicarían los porcentajes y listo. La legitimidad de origen da igual en todas partes y a nadie se le caería la cara de vergüenza si tal cosa sucediese.

Then we take Berlin

Da mucha pereza escribir sobre un tema en que ya llueve sobre mojado, de modo que me limitaré a tomar estas palabras de la famosa canción de Leonard Cohen, recientemente fallecido. En este blog mío y de ustedes nos hemos explayado con ganas acerca de que «no todos somos Charlie» o de la «libertad de explosión» de los radicales musulmanes. Hoy sólo queda añadir que era cuestión de tiempo que alguien intentara atentar en la capital del acogimiento al Fluchtlinger. En uno de esos Weinachtsmärkte (Mercados de Navidad) de la capital alemana (uno cercano a la Kurfürstendamm, en pleno centro) a un descerebrado musulmán se le ocurrió embestir con un camión a las gentes que paseaban tranquilamente por dicho espacio.

Tras la lógica confusión inicial, queda clara una cosa: que el Jefe de la Policía alemana es un progre, o que lo es su superior político inmediato. Tardaron bastante tiempo en admitir varias cosas. Primera, que el delincuente era un radical islamista y que el atentado sigue el mismo esquema que el de París. Sigue vigente la orden de ocultar la filiación del delincuente para que los alemanes no se solivianten más de lo que ya están después de que Angela Merkel dejara entrar, sin control alguno, un millón de «refugiados» en tierras alemanas. Luego resultó que al hombre que detuvieron en primer lugar «no era el asesino». Horas después nos enteramos de que el verdadero conductor del camión fue asesinado por el radical islamista. Finalmente, la odisea termina en Milán, donde una pareja de policías novatos, como Terence Hill y Bud Spencer, abaten a tiros al radical islamista. ¡Qué oportunidad y qué suerte!

Lo más chusco de todo —algo en lo que se han cebado las redes sociales— es que la mayoría uniforme de los medios se escandalizaba de que el tipo «se había radicalizado en la cárcel» cuando, por lo visto, la Policía ya le conocía por haber quemado una escuela. Pues menos mal que antes de entrar en la cárcel «no era un radical». Si llega a serlo, después hace saltar por los aires la puerta de Brandenburgo. ¿Qué menos, no?

Ahora, para tranquilizar a la opinión pública y a la «extrema derecha populista» (todo el que se opone a Merkel desde la derecha es «populista»), que pedirá cabezas, se sigue una estrategia ya conocida: salvaguardar la eficacia de las fuerzas del orden. En España conocemos esto bien, pues al margen de la inoperancia de mandos policiales corruptos, los medios se ocuparon de señalar que ya en diciembre de 2003 —tres meses antes del 11-M— «la Guardia Civil había evitado un atentado de similares características». Es lo que ha ocurrido ahora: según medios oficialistas, la Policía alemana habría evitado otro atentado que podría haberse cometido en alguna superficie comercial de Oberhausen, una pequeña ciudad cercana a Duisburg.

Europa sigue cogiéndosela con papel de fumar en materia antiterrorista y de relaciones con el Islam. Hay algo que huele muy mal en todo esto. He oído comentar por ahí que hay un pacto secreto entre Alemania y Turquía, según el cual Turquía puede presionar todo lo que quiera a Alemania debido a que aquélla es puerta de entrada para todos los refugiados (los verdaderos y los fake); y que si Alemania decide algo contrario a los intereses turcos, Erdogan (que ya va camino de la dictadura islamista) puede abrir el grifo e inundarnos de refugiados. Si es así, el pueblo alemán está vendido; y por extensión la UE. No es difícil de imaginar que ante la próxima avalancha Bruselas imponga cuotas de reparto. Los progres nacionales de cada país ayudarán a vender la operación como «acto de solidaridad» que tendremos que soportar todos, pero ellos no.

Parece que hay líneas de investigación que apuntan a que algunos países árabes financian a esta gentuza. Es decir: el lobo solitario no es tan solitario como parece. Más bien parece víctima propiciatoria, un tipo al que el reclutador islamista le ha lavado el cerebro y convertido ya en víctima antes de cometer el acto. Con la promesa, naturalmente, del Jardín de Alá y las setenta y dos huríes (¿o eran 32? En esto las versiones varían). Luego está la estructura logística: la que proporciona las armas o los explosivos, dependiendo del tipo de atentado que se esté pretendiendo cometer. Y detrás de éstos, que es a lo que vamos, hay alguien que lo está financiando todo. Es ahí donde todo huele muy mal. Mientras los empresarios occidentales hacen buenos negocios, miran a otra parte respecto de lo que hacen sus socios árabes, porque «a fin de cuentas, ellos no son políticos; sólo empresarios».

Pero a ras de suelo, hay algo más importante que nos han robado esta gentuza, más que las vidas de las víctimas de los atentados: la tranquilidad. Tranquilidad de que a uno no le va a pasar nada cuando pasea por la calle con su mujer y sus hijos y de que si pasa algo, las fuerzas del orden van a estar a la altura. Uno nunca sabe si en una aglomeración de gente como la que había en el Weihnachtsmarkt de la Ku’damm (podría haber ocurrido el día anterior y en Spandau, por donde paseaba yo con mi pareja y no cabía un alfiler) va a aparecer un cabrón de islamista conduciendo un camión y se va a llevar por delante a 12 personas y va a dejar 50 heridos. Los islamistas ya atentaron en Manhattan y ahora lo han hecho en Berlín. El peor miedo no es el de la gente que padece los atentados, sino de los políticos a quienes el miedo paraliza y no toman las decisiones necesarias y valientes que deben tomar.

Dicen que la dignidad es el vestido de la moral. Algunos deberían revisar qué clase de vestido llevan o si es que van desnudos. Y recordar que los islamistas tienen sus propios planes respecto de Europa, por mucho que algunos crean que pueden manejarlos o hacer tratos con ellos. Más aún: esos algunos deberían explicarnos si reciben algún pago o contraprestación a cambio de oponerse en los respectivos legislativos nacionales a la independencia energética de Europa respecto del petróleo musulmán. Toda la purria ultraizquierdista debería abrir la boca —ya que la abre para acusar a sus detractores de «extrema derecha», «extremo centro» y, por supuesto, «fascistas»— para explicar eso sin mentir. Por lo que hace a España, ya sabemos que han sido y son financiados por la dictadura islámica iraní. Respecto de los otros en otros países, uno no sabe, pero digamos que si se llega a saber, un servidor de ustedes no se sorprendería en absoluto. La estupidez, en la izquierda que juega a ser democrática, no tiene límites.

Viernes negro (I)

Dicen que la historia se repite. Marx decía que primero como tragedia y después como farsa. Pero lo que ocurrió ayer en Múnich no tuvo nada de farsa y sí mucho o todo de tragedia. A un servidor de ustedes lo que ocurrió ayer no sólo recuerda a —y coincide con el aniversario de— los asesinatos del loco de Utøya, el tristemente famoso Anders Breivik, sino también del secuestro y asesinato de once atletas israelíes durante las Olimpiadas de 1972, perpetrado por un grupo terrorista (Septiembre negro) vinculado a la OLP… con ayuda logística de grupos neonazis. Y el hecho de que prácticamente no había seguridad en la ciudad olímpica que hubiera detenido a esos criminales.

La novedad es que, a diferencia de esas dos desgracias, hoy hemos podido seguir en directo la tragedia. Quienes disponen de un Smartphone y cuenta en la red social Twitter han podido constatar, minuto a minuto, el baile de datos sobre muertos y heridos, de informaciones verdaderas y falsas, las peticiones de la policía muniquesa de no publicar fotos o vídeos, las primeras declaraciones de algunos políticos y los mensajes de condolencia que empezaban a llegar por parte de algunos Gobiernos.

Las dos preguntas más importantes que uno se hace ante un hecho de esta envergadura son dos: quién y por qué. Por supuesto en los primeros momentos era imposible responder a esta pregunta. Pero en las actitudes de unos y de otros uno ya podía calibrar cuáles eran sus esperanzas:

  1. La izquierda europea esperaba que el asesino fuera de extrema derecha, para poder tildar a sus enemigos ideológicos de «racistas» y de «xenófobos».
  2. Otros, a su vez, esperaban que fuera la extrema izquierda, opinión sostenida por el hecho de que en Berlín y otras ciudades alemanas ha habido alborotos promovidos por personas de esa ideología.
  3. Finalmente, otros nos temíamos lo que ha ocurrido y que la policía alemana se ha empeñado en tapar lo que ha podido: que efectivamente era un atentado islamista perpetrado por un alemán originario de Irán.

A la vista de los fríos datos, la izquierda europea se ha callado. Bueno, algunos descerebrados siguen abriendo la boca y «lamentando que las víctimas del atentado no fueran todas judías»; o entonando el mea culpa por aquello de «nos lo merecemos por ser europeos»; pero sus jefes dicen desmarcarse de ellos. La extrema derecha tampoco dice gran cosa. En cuanto a las autoridades alemanas, se mueven en el territorio de lo políticamente correcto: el perpetrador no es un «islamista» sino un «joven germano-iraní», cuyo retrato es el de poco menos que una «oveja descarriada». Y dentro de eso, el histerismo de las órdenes contradictorias.

Puestas así las cosas, tenemos otra certeza: ese niñato no actuó solo. De la misma manera que en los hechos de Niza descubrimos que tras el camionero asesino había toda una estructura de apoyo, aquí sabemos seguro que no fue ese chaval por sí solo como un lobo solitario. Tuvo que tener apoyo de algún tipo, siquiera fuese porque un chaval no puede conseguir así como así una pistola. Y bien, la policía alemana acabó con el chaval a tiros. También sería interesante saber por qué acabaron con él en vez de dispararle a una zona no vital y conservarlo con vida para que nos explicara quién estaba detrás de él y por qué.

Reflexiones de urgencia sobre el Brexit (II)

Continuamos la relación. Las cosas siguen de color hormiga y en Inglaterra la cosa se ha animado. Siquiera sea porque el fúrbo, ese deporte «que inventaron ellos y que gana siempre Alemania» (con permiso del mejor Del Bosque y sus boys, hoy en horas bajas) se ha terminado este año para ellos por culpa del buen hacer de un dentista islandés a tiempo parcial.

Pero ahora es cuando la cosa se pone fea de verdad. Tras el referéndum en que sale el Brexit, los británicos se han dado cuenta de dos cosas: primera, que Nigel Farage y el resto de outers les engañaron vilmente. Y segunda, que la abstención juvenil fue decisiva para que saliese la opción out. Bruselas, apoyándose en el descontento por las habituales posiciones británicas en asuntos variados y cansada de que Londres pretenda una situación de privilegio respecto de los demás socios (en Londres no quieren enterarse de que la UE no es el Consejo de Seguridad de la ONU), ha dicho: «A enemigo que huye, puente de plata».

En esto, los británicos en conjunto se han dado cuenta del error que supone la salida de la UE. Prácticamente nada más saberse que se iban a iniciar las negociaciones para la escisión, en Gran Bretaña se inició una campaña de recogida de firmas para promover un segundo referéndum. Curiosamente, en Bruselas no quieren ni oír hablar de eso. Se agarran a que es un lío interno y que ellos no se van a meter. Y en verdad que hay lío, porque lo único cierto es que Cameron se ha ido. Lo demás está en discusión: los partidos tradicionales (tories o conservadores y whigs o laboristas) se han partido por la mitad y llueven las puñaladas. La primera víctima ha sido Boris Johnson, traicionado por su ex-amigo del alma —¿existe eso en política?– Michael Gove. No se descarta que hasta después del verano, en que habrá que elegir el sucesor de veras, haya más víctimas políticas.

Perjudicados todos

Así las cosas, resulta que el Brexit no beneficia a nadie. Perjudica, como dejábamos claro en el anterior post, a los jóvenes ingleses que quieren trabajar o estudiar en Europa, así como a los extranjeros que quisieran hacerlo en el Reino Unido. Pero a un nivel más general nos perjudica a todos. Resulta también que, después de Alemania, el Reino Unido es el mayor contribuyente a las arcas de la UE. Eso significa que debemos preguntarnos en cuánto se incrementaría la necesaria contribución a esas arcas si el Brexit se verifica. Otro tanto se diga de las relaciones comerciales entre Gran Bretaña y la UE. Tan es así que, en caso de verificarse el Brexit ya hay varias ciudades que optan a ser arrendadoras de la City londinense. Entre ellas y con serias opciones, Frankfurt. Hay otras, como Madrid; pero pensar que la sede de la Bolsa europea va a establecerse en una ciudad gobernada por una comunista trasnochada y su alegre grupito es ser del género tonto.

No obstante, hay que señalar que la más perjudicada por la trifulca política ha sido Jo Cox, que ha pagado con su vida la defensa del Bremain. No tiene buena pinta porque, a pesar de que los medios se esfuerzan en señalar al asesino como un demente y poco más, apunta a otra cosa en mi opinión. Es de esa clase de hechos cuya producción busca provocar un determinado efecto en la opinión pública. La historia reciente nos muestra ejemplos: así, por ejemplo, el incendio del Reichstag en febrero de 1933, que propició el putsch definitivo de Hitler para la consecución del poder absoluto. O, más cercanamente, el 11-M nuestro, que propició el cambio de Gobierno con unas encuestas que cantaban la victoria de Mariano Rajoy, además de sus dañinos efectos secundarios.

¿Por qué irse/quedarse?

Bueno, quedarse tiene inconvenientes varios. El primero de todos es que nadie con mando en plaza se ha atrevido a definir qué significa «ser europeo» más allá de las habituales definiciones mercantilistas. La primera vez que se intentó (2004), bajo la égida del masón Giscard d’Estaing, resultó una identidad europea tan inodora, incolora e insípida que nadie la votó y el texto prácticamente nació muerto. Se atrevió a ignorar o a borrar de un plumazo todo aquello que hace que los europeos seamos como somos: la filosofía griega, el derecho romano y, sobre todo, la religión cristiana en sus variadas formas (católica, ortodoxa, protestante…). Esto no invita a quedarse, desde luego.

Después, el famoso déficit democrático en la UE. Eurócratas que no escuchan, que trazan planes y planes en sus despachos sin conexión con la realidad y luego se topan con el rechazo de los destinatarios de los mismos. Y sobre todo, burocracia, burocracia y burocracia. El poder no está exactamente en el Parlamento Europeo, a pesar de las reformas que se han llevado a cabo para darle mayor poder. Sigue estando en la Comisión, cuyos miembros son nombrados por los Estados y por tanto, a cuyos intereses sirven.

Y tercero, una causa dinámica, que ha salido a la palestra poniendo en evidencia las dos anteriores: la crisis de los refugiados. Pone en evidencia que no existen unas Fuerzas Armadas europeas y una policía europea. Los Estados son muy celosos de su territorio… y de sus cloacas. Todo esto sale a la palestra cuando Bruselas dice alegremente que «cada país se ocupará de defender sus fronteras marítimas». Ya no sólo para que no entren inmigrantes de forma ilegal, sino para que entre ellos no se cuelen los terroristas islámicos. Después de los acontecimientos de Dover, Calais, Zaventem… queda clara esa debilidad de la Unión Europea como superestado. O superestado masónico, como algunos pretenden.

Y sin embargo, la forma de que este panorama cambie no es pegar el portazo y decir: «Hala, que os den». De entrada, porque eso ha creado problemas en la propia Inglaterra. Menos mal que a Nicola Sturgeon le han dado con la puerta en las narices; de otro modo, Escocia podría haber negociado de gratis su entrada-permanencia en la UE. Y con el efecto rebote de que aquí el senyor Puigdecony y su troupe de carísimos cómicos de la legua se sentirían reivindicados. La forma de cambiar las cosas es desde dentro, con todos los inconvenientes que eso pueda conllevar. Lo demás son rabietas de niño malcriado al que se le ha tenido demasiada paciencia y se le ha consentido demasiado.

“Libertad de explosión” (e IV)

Se plantea siempre el qué hacer, finalmente. En mi modesta opinión, Europa ha hecho todo lo que no se debe hacer: transigir, aceptar en su seno una fuerza capaz de destruirla y, sobre todo, ejecutar una conocida comedia al efecto de dar la impresión de que «se hace algo», que es el caso de Bélgica: al parecer, va a mandar unos cuantos aviones a Irak «para lanzar unas bombas sobre posiciones del Daesh». Pólvora en salvas.

Pienso, antes que nada, que el problema lo tenemos aquí. Y por aquí es por donde hemos de empezar a solucionarlo. Yo no digo que haya que tratar a todos los musulmanes como delincuentes, ni mucho menos. Pero no hemos de caer en ese buenismo idiota que profesan de todo corazón determinados grupos políticos. Tanta Europol y tanta Euromil… ¿de qué sirven? Todo el mundo quiere guardar bajo siete llaves sus propias cloacas, lo que a su vez provoca descoordinación e impide una respuesta global ante un terrorismo que no es local, sino también global, debilidad aprovechada por los terroristas. En este sentido, no puede haber barrios en Europa en los que la Policía no se atreva a entrar. Y me dan igual aquellos que cada vez que la Policía hace su trabajo berrean «¡Brutalidad policiaaaal!» y los liberales despistados que les hacen los coros diciendo: «¡Todas las costumbres son respetables!». Me da igual que me llamen «fascista represor»; pero entiendo que en facilitar la labor policial y judicial en este sentido nos va nuestra libertad y seguridad.

Todo ello hace que el caos administrativo sea un elemento más a aprovechar por los terroristas. Y lo que asusta, como decía yo en un comentario a una entrada anterior, es que España puede estar andando el mismo camino que Bélgica. Da la impresión de que hay muchos trabajando que así sea, ante un Gobierno que —ahora— se excusa en que «está en funciones» (curiosa manera de reconocer que la situación es completamente disfuncional). Sería terrible, decía yo, que se produjese un atentado islamista en España y que los terroristas, siquiera fuera de manera temporal, encontraran cobijo en Cataluña, donde hay por el orden de medio millón de musulmanes (gracias al Etern Gens Honorable y a sus continuadores) y no todos ellos contrarios a los «golpes de la Yihad». Igual que ocurrió en Molenbeek.

También hay un aspecto que es más complicado de detener, a estas alturas, a saber: las invasiones pacíficas. Sobre todo, cuando el resultado fácilmente puede ser éste:


Invasiones facilitadas por esos gobernantes memos que llevamos soportando desde hace decenios (no, no es tal o cual: han sido todos), en detrimento de los propios del país. Muchos Fluchtlinger musulmanes se han comportado como si el país de acogida fuese en realidad tierra conquistada; lo cual ha redundado en un gran cabreo en Francia (Front National), Alemania (Alternativ für Deutschland), Inglaterra (UKIP) o Finlandia (Verdaderos Finlandeses). Aparte de las naciones de tradición católica, pertenecientes al Imperio Austrohúngaro que también hablan directamente de invasión, señaladamente Hungría (Fidesz). El incremento de esas expectativas de voto de esos partidos ha «puesto de los nervios» a la eurocracia, que ha intentado incluso pagar a Turquía para que les hiciera el trabajo sucio. Aunque lo que quieren los turcos es entrar en la UE (gracias a Dios la UE conserva algo de sentido común y les ha dicho que no), que les den por la cara 6.000 millones de euros no les ha de desagradar.

Como punto final a esta larguísima exposición, déjenme decir un par de cositas. El respeto a las creencias individuales no puede estar por encima del respeto a las leyes civiles, que son para todos, creyentes o no. Los cristianos lo tenemos claro: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mc 12, 13-17). Los musulmanes quizá no tanto. A ellos les falta pasar por un Renacimiento y una Ilustración, como Europa, así como también una Guerra de los Treinta Años y una Revolución Francesa, que fue la que, después de mucha sangre (de nobles y religiosos, fundamentalmente y no pocos de ellos inocentes), consagró la separación entre Iglesia y Estado, algo que en Dar-al-Islam no se plantean ni por el forro. Ni «musulmanes moderados», ni leches en vinagre. Tal y como algunos de ustedes habrán podido experimentar, la «moderación islámica» de algunos se acaba cuando son más de diez en un mismo sitio y además hay un clérigo que de entrada ya no es moderado. Hagan la prueba: echen un vistazo a aquellos países donde ellos mandan. Verán dónde queda esa «moderación islámica».

Y a todos aquellos que no se integren, siempre les queda la solución de la puerta abierta. No pueden pretender hacer en nuestra casa lo que hacen en la suya. No podemos ser dhimmies en nuestro propio país, sólo porque tenemos unos gobernantes memos que no se atreven a obligarles a cumplir las leyes que son para todos, por miedo a las represalias. Y lo mismo podría decir de aquellos «europeos» que parecen estar diciendo: «Venga, que ya estáis tardando en invadirnos». Pueden irse todos al desierto, a tragar arena. En Europa no son bienvenidos. Y si creer esto me convierte en un neocruzado, como dice alguno por ahí, alabado sea Dios.

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