Le socialisme c’est mort
Menuda la lió Manuel Valls al otro lado de los Pirineos al decir que «el socialismo está muerto». Le expulsaron de le Parti (que allí, por lo menos, no tiene la desvergüenza de llamarse «obrero») e intentó asilo político en el partido de Emmanuel Macron, que en cuatro meses fue de la nada al palais de Matignon. Por lo demás, allí son un poco más comedidos que en las Batuecas y por de pronto no le han aceptado en sus filas, con lo que el futuro de Monsieur Valls en la política francesa está complicado.
No obstante, la frase no deja de tener su miga, pues el batacazo que se pegó el socialismo francés en la primera vuelta de las elecciones francesas fue de impresión. Tal y como se dijo entonces, esa primera vuelta había acabado prácticamente con los viejos partidos, o el modelo que se sostenía entre dos pilares: un partido de centro derecha (gaullistas) y otro de centro izquierda (socialistas). Los interlocutores son nuevos y el asunto se resume en dos: socialdemocracia sí en ambos casos y diferencias en cuanto a la inmigración y la pertenencia a Europa. Tampoco sabemos qué habría empezado a hacer Le Pen en otras materias que no estaban en el candelero, de forma muy parecida a lo que ocurrió con Hillary Clinton: venga a criticar a Trump… pero poco se sabe de lo que Billary tenía en mente llevar a cabo realmente.
En cualquier caso, Emmanuel Macron ha ganado las elecciones y todas las novias quieren casarse con él, no sólo Manuel Valls. Es la cobardía del grouchomarxismo: «Tengo mis principios, pero si hay caballo ganador me apunto a los de él». No puedo desear otra cosa que el que Macron sea bueno para los franceses, igual que lo dije en su momento respecto de Trump. También y que ojalá Macron sea bueno para los intereses de España; aunque visto el nivel, lo mejor es desear que nos den las patadas justas en el trasero.
El nivel español
Partamos de la base de que cuando Francia se resfría, aquí estornudamos a más y a mejor. En las Batuecas la cosa pinta castaño oscuro. Después de ZP, el PSOE quedó hecho unos zorros. Dejó de ser la alternativa al PP, sobre todo desde que nos enteramos de que tanto PP como PSOE colocan a los suyos en empresas estratégicas en pago de servicios prestados. La aparición de una formación más a la izquierda de la izquierda que ellos presuntamente representan no ha hecho más que perjudicarles.
De todo el sarao socialista que llevamos con las etapas Sánchez I-Gestora-Sánchez II, la resultante es clara: el socialismo español como tal está muerto. Y ahora mismo, lo que puede decirse es que está emparedado. Cuando tu presunto rival asume tus tesis, que es lo que ha hecho Rajoy convirtiendo al PP en un partido socialdemócrata, es que empuja por el centro-izquierda. Y a su vez, Pablemos empuja por el lado de la extrema izquierda, tratando de convertirse en el referente único de izquierda. Total, que entre los dos le están haciendo el sándwich: uno le vampiriza el espacio ideológico (vean, si no, las cabriolas progres de Cifuentes en Madrid) y el otro, por vía de cabreo, a los militantes.
Luego, más: el PP se ha ocupado con sin par diligencia de no crezca nada a su derecha, para poder vender el cuento de que son los únicos que representan a la derecha. Ni VOX (en parte por vicios propios), ni iniciativas como el Grupo Floridablanca (desactivado por los Soraya’s Boys), han tenido ocasión de desarrollarse y transmitir un verdadero discurso de derechas, (si es que se puede llamar así) toda vez que la distinción entre «izquierda» y «derecha» es cada vez más borrosa si es que no ha saltado por los aires.
¿Y qué le queda a Pdr Snchz? Pues declararse plurinacional, que ha sido la tesis de siempre del PSC. Parece que es la go-gó del Baix Llobregat la que lleva de la manita al Secretario General y no a la inversa. De un modo parecido a Ilich Ramírez (alias Carlos), el temido terrorista de izquierdas convertido al Islam, pues caído el comunismo, tenía que buscar una ideología/religión que justificara su resentimiento y que le permitiera hacer lo que sabe hacer sin cargo de conciencia. A muchos socialistas de bien que aún creen en la unidad de la nación española les habrá sentado esa declaración como una patada en el vientre; pero Pdr Snchz berrea: «¡Es la supervivencia, estúpidos!». La opción era:
a) o integrarse en Podemos, con lo que Snchz quedaría al nivel de maletilla de Pablemos, como Alberto Garzón (de izquierdas pero sin independencia ninguna) y remedando lo que ocurrió con Carrillo y sus Juventudes Socialistas Unificadas. Serían fagocitados por el radicalismo comunista de siempre y, de facto, supondría la recuperación del marxismo como ideología inspiradora, del que Felipe González abjuró en Suresnes y otros lugares.
b) o bien buscar un discurso diferenciado, que es lo que han hecho. Tienen independencia como partido de izquierdas. Pero ese giro ideológico no lleva a otra cosa que a romper España, sueño de la burguesía catalana desde los tiempos de la gauche divine; algo a lo que muchos socialistas no van a acceder y entre ellos Susana Díaz, aunque ésta tenga el deber de limpiar de mierda su corrala antes de abrir la boca. Distinto es que al PSOE nunca le haya sentado bien hacerse nacionalista: y en Cataluña lo sabemos bien, después de 8 años de Tripartit.
En consecuencia: renovarse o morir. ¿Pero para qué? «Para llegar a la Moncloa» o «para ganar a la derecha». El resto del programa ya nos lo sabemos. Y la maldita Ley de Memoria Histórica, sin derogar. Luego nadie se extrañe que repitamos la historia.
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