Soluciones expropiacionales

Que la izquierda cuando gobierna suele tener ideas «geniales», es cosa sabida. Ahí está, sin más, la Trujillita con sus «soluciones habitacionales»: el proletario pisito de 30 metros, que según decía ella, «en Suecia es lo normal». Seguramente es lo normal: pero también es normal que la Seguridad Social en Suecia no deje tirado a nadie y que esas viviendas consten de todos los servicios que los habitantes pueden necesitar.

Pero eso no es nada. Ahí está el d’Iznáha, que después de su experiencia ministerial zapateril trae «nuevas ideas». Y desde luego, es mucho más «genial» que lo de la menestra Trujillita: la de hacer un recuento de viviendas objetivamente «vacías» y alquilarlas por 6 años, nada menos, al mejor postor. O por un «precio justo». Es indiferente: suena a expropiación forzosa. Me acuerdo muy bien de cuando estudiaba la expropiación forzosa en la Facultad de Derecho. El epígrafe general era pomposo y rimbombante; pero ahora, visto lo visto, suena bastante exacto: «Sacrificio y lesión del patrimonio del administrado».

Claro que técnicamente no es una expropiación: es una especie de «confiscación temporal» para que tú, inmundo y vago propietario, no te creas que por pagar impuestos puedas hacer con lo tuyo lo que quieras. Y como los pisos están carísimos y las hipotecas tampoco son moco de pavo, «vamos a repartir el uso y disfrute de la propiedad para que todos puedan tener derecho a una casa, aunque sea por un tiempo». Ahí es nada la inventiva de este Tripartito II. ¡Vivan las soluciones alquilacionales!

¿Sorprende, pues, que el Tripartito II no trate de corregir la especulación inmobiliaria promovida -hace tiempo- por el Ayuntamiento de turno? Cierto que no es la única causa del encarecimiento de los pisos, pero sí la principal y por donde empieza ese asunto. Hasta ahora (puedo equivocarme) no ha habido escándalo inmobiliario que no haya tenido ramificaciones en algún munícipe (o en más de uno). Y bueno, si éstos de aquí no lo hacen, cuanto menos Zapo, para quien «España va de puta madre». Que los Ayuntamientos se nutren de las multas y de las licencias de obras lo saben ya hasta los niños de teta. Ahora bien, ¿cortar la mano que a todos ellos les da de comer, aunque sean comisiones nada más? Claro que no. Viven una realidad virtual, pero tontos no son, no.

¡A la cárcel!

Éste es uno de esos casos en el que la realidad pone contra las cuerdas a la ley. Un vigilante jurado dispara e hiere de muerte a un presunto atracador. El atracador no va solo, sino que hay otros actuando conjuntamente con él. Sus intenciones de no irse con las manos vacías están claras. El vigilante, pues, haciendo uso de su arma reglamentaria, dispara y según decíamos antes, le hiere de muerte. Lo que a continuación sucede sólo se puede explicar en España: el vigilante es condenado por homicidio premeditado y la viuda del muerto se persona en el juicio como «acusación particular».
¿Cuál era la mejor argumento del vigilante? La legítima defensa, por supuesto. Pero veamos qué dice el Código Penal…
Art. 20.4 del Código Penal de 1995
El que obre en defensa de la persona o derechos propios o ajenos, siempre que concurran los requisitos siguientes:
  1. Agresión ilegítima. En caso de defensa de los bienes se reputará agresión ilegítima el ataque a los mismos que constituya delito o falta y los ponga en grave peligro de deterioro o pérdida inminentes. En caso de defensa de la morada o sus dependencias, se reputará agresión ilegítima la entrada indebida en aquélla o éstas.
  2. Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla.
  3. Falta de provocación suficiente por parte del defensor.

De acuerdo siempre con la ley, para «no sufrir el peso de ésta», debe actuarse de la siguiente manera:

a) Esperar a que el delincuente penetre en casa de uno (para que se dé el requisito de la «entrada indebida», sin el cual es inaplicable esta eximente).
b) Cerciorarse de que el delincuente va armado para, en su caso, responder a la entrada ilegítima y/o cualquier otra agresión de forma «proporcionada» y «racional».
c) No provocar de forma «suficiente» al delincuente.
d) Entretener al delincuente hasta que de todos modos lleguen las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (Mossos, Policía, Guardia Civil) y se hagan cargo de la situación.
Pero no acaba aquí la cosa. No lo sé con seguridad, pero probablemente la viuda haya solicitado lo que en términos forenses se denomina «sustanciación de pieza de responsabilidad civil». O traducido a román paladino: que la «indemnicen» por la muerte de su marido. Aun con el debido respeto a las resoluciones judiciales, esto nos parece ya agregar el insulto a la ofensa.
Según se deduce de las noticias que van llegando, existe una gran sensación de inseguridad en la zona. Pero resulta que sólo sale a la luz cuando atacan a unos joyeros, gente importante de la región. Si esos delincuentes se hubiesen atrevido con alguien «menos importante», los hechos no hubieran salido prácticamente en todos los telediarios.
Al señor Saura, el «ecosocialista» conseller de Interior, le crecen los enanos. Entre los okupas de La Makabra, a los que no puede reprimir porque se lo impide su religión, y las bandas del crimen organizado, que parecen demostrar que el desorganizado es él, los ciudadanos no nos sentimos nada seguros. Cosas del Tripartito II y de la realidad virtual en que se ha instalado. Y mientras, el señor Corominas a la cárcel, por «homicida de albanokosovares». Los normales, a la cárcel; los anormales, a andar sueltos por ahí.

"País vecino"

Interesante este «testimonio». En Cataluña «España» hace tiempo que dejó de existir. Hace tiempo que en los medios de comunicación oficiales se habla de una entelequia denominada «Estado Español», como si Mongolia (con permiso de los mogoles) quedara más cerca. Ahora, en este «país de las maravillas de ZP», los independentistas transforman el «Estado Español» en el «país vecino». Nos enteramos de que es España porque en el décimo no se olvidan de mencionar su capital, o sea, Madrit. Que aunque lo escriban correctamente en el idioma del «país vecino», aquí en Cataluña todo el mundo sabe que se trata de Madrit.

Y yo me pregunto: si «España» es ahora «el país vecino», ¿por qué esos independentistas de vía estrecha juegan a la lotería de una potencia extranjera? Es decir, ¿abominan del «país vecino» pero no del dinero del «país vecino»? ¿En qué quedamos: independientes o subvencionados? Tan subvencionados como Andalucía en los tiempos del PER, por otro lado. Esa Andalucía respecto de la cual se sienten tan «superiores». Claro que no hay peor cuña que la de la misma madera, aquí, en Iznájar y en Ulan-Bator…

El grandísimo pecado de Albert Rivera


Me queda clara una cosa de todo este lío: que Albert Rivera molesta sobremanera al establishment socialista catalán. No es poca cosa que a los tres meses de aparecer, CdC saque tres diputados en unas elecciones. Diputados que no sólo habrá perdido el PP, sino y sobre todo, el PSC. Por eso, a través del «Diario no oficial de la Generalitat», alguien se molestó en redactar una «cosa» que ocupaba como cuatro páginas impresas. Vamos, un buen informe de los de antes, que te llenaban cuatro páginas por una tontería.

¿Y cuál resulta ser esa «tontería»? Bueno, pues que el señor Albert Rivera había tenido sus coqueteos con la derecha cavernaria, o sea, el PP. Y nosotros nos preguntamos: ¿Y qué? El PP puede gustar o no gustar, pero es una opción política legítima. Sin demasiado futuro tal como van las cosas, pero legítima. Mucho menos legítimo era el PSAN, al que perteneció en tiempos Carod-Rovira (nadie se acuerda de eso, claro). El caso era «sacarle las vergüenzas» al señor Rivera y tratar de encerrarlo en el gulag en que hace años está encerrado el PP.

A mí, en el fondo, me importa un bledo dónde estuvo antes. Me importa un bledo si fue militante o solamente interventor en unas elecciones. Me importa más que, como parlamentario, represente de verdad a quienes dice representar, ya que de los otros nadie lo hace. Y si va a hacer lo que dice, puede que el catalán, pero d’Iznáha no tenga una presidencia muy tranquila. Suponiendo que no se meta goles en propia puerta, como Maragall. Por de pronto, ya ha interpuesto una demanda contra el «diario no oficial de la Generalitat». Esperemos que así se eviten las tentaciones de imitar al Pravda, martillo de herejes de la ortodoxia comunista de «los buenos tiempos»…

Los mamporreros del poder

Volvemos, después de un tiempo, a retomar el tono político y hasta cierto punto, guerrero en mi blog. Creo que hasta yo mismo lo echaba en falta. Pero como siempre, vamos por partes, que diría Jack el Destripador.

Hoy quería ocuparme de de la lamentable situación del PP en Cataluña. El PP en Cataluña es, hoy en día, un partido testimonial, que cada vez tiene menos credibilidad. ¿Cómo es posible que hayan llegado a tal extremo las cosas? Existen varias causas relacionadas entre sí, a mi parecer, que vamos a enumerar aquí.

La primera, desde luego, es la debacle interna. Bien dicen que uno atrae lo que es. Así que Demolition Man Piqué, presunto presidente del PPC, que es un líder mediocre tirando a pésimo, atrae a personas mediocres tirando a pésimas a su directiva. Sólo así se explica que estén en la poltrona del partido personas como Francesc Vendrell, de presuntos méritos y anterior obediencia nacionalista. Y como su caso, otros, que pese a militar ahora en el PP ni olvidan ni se arrepienten de su militancia convergente, «sonrojándose ante las españoladas» de la directiva nacional del PP. Las directivas provinciales están compuestas de personas que en su casa las conocen y poco más. Y en Barcelona, en concreto, me figuro que sólo las intrigas palaciegas internas para repartirse lo poco que hay han dejado el partido como está. No parece sino que Piqué y sus compadres están demoliendo el partido en Cataluña.

La segunda es la estrategia de acoso del PP y expulsión de la vida pública. Al enemigo, ni agua, dicen. Y así, no importa que estemos ante un gobierno monocolor nacionalista de derechas o tripartito nacionalista de izquierdas: al PP hay que borrarlo de las noticias, como no sea para criticarlo. En Cataluña el PP, sencillamente, no existe. O existe, pero por referencias de los demás partidos que sí tienen cámara y micrófono. Y esos partidos (o algunos de ellos) se permiten vulnerar la más elemental democracia cuando instigan a sus secciones juveniles a lapidar públicamente al PP, a insultarlo, incluso a golpear a sus dirigentes. Claro, no lo van a hacer directamente, porque queda muy feo; pero para eso están los jóvenes, ya acostumbrados al trabajo sucio. Los «chicos de la gasolina», que hubiera dicho Arzallus.

Tal vez por eso el conciliador Piqué siente la necesidad de aliarse con alguien poder salir en la foto, aunque sea por delegación. ¿Y a cambio? Pues nada: unas migajillas y sobre todo, el silencio cómplice ante las fechorías que nunca se van a denunciar ni política ni judicialmente. Esto es lo que me hace concluir que el PP en Cataluña ha sido, salvo en el corto período en que lo dirigió Aleix Vidal-Quadras, el mamporrero de CiU. Sabido es que el mamporrero es el que ayuda a que el toro cubra a la vaca. Y eso es exactamente lo que hizo el PP cuando CiU gobernaba en la Generalitat.

Y en último lugar, pero no porque sea menos importante, el extraño abandono de Cataluña por parte de la directiva nacional. Parece existir una consigna no escrita de que «Cataluña no se toca», vigente desde 1996, según creo (aunque podría ser desde antes). El único que se atrevió a saltarse la consigna fue Vidal-Quadras y… bueno, Salomé Pujol no tardó en pedir su cabeza a Herodes Aznar una vez firmó los pactos del Majestic, de modo que lo mandaron a Bruselas para que no resaltara tanto su estatura sobre la enanidad de Pujol. Claro es que no me refiero a estatura física, sino política: Vidal-Quadras tenía la virtud de no arrugarse ante el nacionalismo en general y ante Pujol en particular (algo que echamos de menos en los genuflexos Piqué y Fernández Díaz).

Pero sorprende desagradablemente que, a pesar de todos estos indicios, la directiva nacional no haya tomado ninguna medida para remediar la situación. No se me alcanza qué le pudo contar Piqué a Rajoy; pero el caso es que la directiva nacional no ha movido ficha en todo este tiempo. No parece importarles demasiado que un buen puñado de votantes se quede sin nadie que represente sus intereses. Tal vez ese lugar lo tome Ciutadans de Catalunya, partido al que habrán votado (me figuro) bastantes ex-votantes del PP, hartos de la languidez y de la tibieza de sus candidatos.

Y mientras las cosas sigan así, el tripartito puede estar tranquilo, que el PP no les hará ningún daño. Los demás, a callarnos y a esperar que salga alguien que defienda de verdad nuestros intereses, que desde luego no pasan ni por la independencia, ni por un Estatuto que no nos deje ni respirar, ni por la necesidad de poseer una ejecutoria de catalanidad tan parecida al «certificado de arianismo» nazi. Certificado que certificaba, valga la redundancia, la «arianidad» de su poseedor desde 1750, nada menos.

Pues eso: que Dios nos coja confesados.

Solidaridad

Me entero tarde, muy tarde del percance ocurrido en un acto de Ciutadans de Catalunya y sobre el que escribe Victoria Prego en su blog. Es lo que tiene estar fuera de casa: las noticias, buenas o malas, siempre llegan más tarde.

El hecho en sí llama la atención; pero no sólo por sí mismo, sino por su encaje en una estrategia de eliminación física de disidentes. Todo ello en la mejor tradición de la izquierda. Dejemos bien claro aquí que el hecho de que un partido concurra a unas elecciones no lo convierte automáticamente en «democrático». Si fuera así, cabría considerar que el NSDAP alemán fue un partido «democrático» porque concurrió y «ganó» las elecciones de 1933 (después de una intensa campaña de amedrentamiento de los adversarios políticos, cuando no de su eliminación).

Si miramos del lado comunista, nos percataremos por fuerza que el PCUS no se presentó jamás a unas elecciones. De hecho, obtuvo el poder gracias a un golpe de Estado. Por lo demás, allí donde el Partido Comunista tuvo facultades de gobierno, la democracia brilló (y brilla: véase en Cuba) por su ausencia, aunque la parafernalia oficial usaba con profusión los tópicos habituales: «pueblo», «patria», «obrero», «campesino» o «revolución».

Establecido, pues, que la izquierda tampoco puede alegar una tradición democrática, vamos al meollo del asunto.

Vuelven los fantasmas de los años 30. Una parte de la juventud, inculta pero adoctrinada para reconocer al enemigo, la emprende a golpes, gritos e insultos contra personas que haciendo uso de la libertad de expresión y reunión, tratan de llevar a cabo un acto. Culpable es la juventud por lo que hace, de acuerdo; pero más culpable es aún una educación histórica insuficiente y falsa, que deja espacio al adoctrinamiento y a la incitación lisa y llana a la violencia. Más culpables son los ideólogos a quienes no les importa atizar el fuego con proclamas incendiarias. Más culpable es un gobierno que pretende «reescribir la historia», aun a costa de la verdad (y ganar de paso guerras que se perdieron). Hitler reclutaba a sus seguidores entre las masas de parados y otras gentes de malvivir. Hoy parece que el fascismo de izquierdas hace lo mismo.

«Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerán lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas».

Martín Luther King.

Eso es precisamente lo que debiéramos evitar. Solidaridad con Victoria Prego, Arcadi Espada, Ciutadans de Catalunya y que el peso de la ley caiga sobre los energúmenos que los agredieron (y sobre los energúmenos que adoctrinaron a los agresores, más energúmenos aún).

El oasis

O más bien debiera decir l’oasi. Porque el oasis del que me apetece hablar hoy es el oasis català. Pero vamos por partes, que dijera Jack el Destripador. Según el diccionario de la RAE, «oasis» tiene dos acepciones:

a) Sitio con vegetación y a veces con manantiales, que se encuentra aislado en los desiertos arenosos de África y Asia (la RAE se olvida de que en Australia hay un desierto inmenso; pero en fin, son lingüistas y no geógrafos).

b) Tregua, descanso, refugio en las penalidades o contratiempos de la vida.

Ateniéndonos a la segunda de las definiciones, un lugar de descanso es un lugar que nos imaginamos tranquilo, con palmeras, donde nunca pasa nada. Sobre todo esto último. Pues bien, hace algún tiempo apareció un libro del periodista Josep Clemente, El oasis catalán, que viene a destapar el por qué de algunos asuntos que han sacudido la política catalana y aún la española.

¿Pero qué es en realidad el oasis? Después de la lectura del libro de Josep Clemente (que, como es de imaginar, cuesta encontrar en las librerías catalanas), me queda claro lo siguiente:

1) Que hay dos partidos políticos que mandan en el oasis catalán (CiU y PSC).

2) Que los otros partidos minoritarios han actuado no pocas veces de comparsas agradecidos.

3) Que los dos partidos mayoritarios se han financiado de forma irregular, lo cual ha quedado demostrado hasta judicialmente.

4) Que los dos partidos tienen un pacto para taparse las vergüenzas (nervio fundamental del oasis, pues nunca un partido acusará al otro de lo que él mismo hace si no quieren ir los dos de la manita al infierno).

5) Que buena parte de esa financiación irregular ha salido y sale del pago de comisiones por adjudicación de obra pública, así como de la regulación (o tal vez, de la no regulación) de juegos y apuestas.

6) Que el oasis, considerado en su conjunto, tiene amaestrada a la judicatura y amordazada a la prensa.

7) Que todo aquel que denuncia el oasis es completamente laminado y condenado a la inexistencia, bien se trate de un empresario harto, bien se trate de un periodista valiente.

Si todas estas premisas son ciertas al 100% (y tiendo a creer al señor Clemente por el solo hecho de ser un represaliado), habría que encarcelar a toda la clase política catalana y a sus familias (no pocos familiares de políticos catalanes han explotado el parentesco para sacar tajada). A los funcionarios dóciles y complacientes que son los que forman la estructura del oasis, olvidando su deber fundamental de servir con objetividad a los intereses públicos. Y a unos cuantos empresarios que, usando prácticas verdaderamente mafiosas, han barrido a la competencia en su sector. Como estamos en una democracia, se tendría que crear una sala especial de jurisdicción para «los casos del oasis» (y tendrían trabajo para largo). En una dictadura sería más fácil: todos al paredón.
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