Inspirado por: http://elfareroylagaviota.blogspot.com/2010/07/verano-del-42.html
Tras el revuelo causado por el librito de Txusito en 70, Rue de Ferraz, vuelta otra vez a sumergirnos en el arte. Esta vez le toca el turno al séptimo, sobre todo porque las musas sólo eran eran seis y el cine aún no se había inventado (aunque la cantidad de pepli que corre por ahí pudiera hacer pensar lo contrario).
Hoy les traigo a colación esta película, que para los dos protagonistas supuso prácticamente el papel de su vida. Exactamente lo que le ocurrió a Sean Connery con James Bond («Bond, James Bond»), o a Al Pacino con Michael Corleone («La tua famiglia porta ancora il nome dei Corleone. E tu devi sempre portare rispetto per le cose della famiglia»), por citar dos de los muchos ejemplos conocidos.
Quien escogió para el papel a Jennifer O’Neill sabía muy bien lo que hacía. La actriz supo transmitir perfectamente el aire de inocencia y naturalidad que requería el papel, así como el tono justo para enamorar al impresionable adolescente Hermie, adecuadamente interpretado por Gary Grimes, quien creía le esperaba un aburridísimo verano en la isla de veraneo de Nantucket.
Por supuesto, no les voy a contar la película. Si tienen ocasión de verla, no se la pierdan. Pero no sólo por la trama y la imagen: la banda sonora firmada por Michel Legrand es de lo mejor y su tema principal, que aquí les dejo, tiene una justa y merecida fama:
Un último comentario, a tenor de otros comentarios leídos en Youtube: tal vez hoy una película así no podría hacerse. O bien porque aparecería una de esas horribles Ligas para la Decencia y decretaría (arrogándose facultades que no le corresponderían) que esa película «es inmoral»). O, por el contrario, sí podría hacerse un remake, pero tal vez protagonizado por una estrella porno con todos los detalles que hacen al caso. Dado el estándar de valores morales hollywoodenses actuales (para esa gente los únicos valores que interesan son los que cotizan en Bolsa), no sería de extrañar que la estropearan.
Finalmente, no me resisto a transcribir las últimas frases de la voz en off del protagonista, ya adulto. Pero sean buenos y prométanme que verán antes enteros la hora y tres cuartos que dura la película…
Nunca la volví a ver
ni supe nunca qué había sido de ella.
Entonces éramos distintos,
los niños éramos distintos.
Tardábamos mucho en entender lo que sentíamos.
La vida está hecha de continuos ir y venir
y, por cada cosa que encontramos,
hay algo que dejamos atrás.»
En el verano del 42
asaltamos el puesto de guardacostas cuatro veces,
vimos cinco películas
y llovió nueve días.
A Benjie se le rompió su reloj.
Oscy regaló su armónica.
Y, en un sentido muy especial,
yo perdí a Hermie para siempre.