España, 1930


Perdónenme ustedes la pedantería, pero dice una frase consagrada por ahí que «lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer». Ésa parece ser la situación que nos encontramos en las Batuecas y por eso cito en el título un año fatídico. En ese año cae la dictadura de Primo de Rivera y el rey Alfonso XIII se queda sin apoyo para continuar su reinado. La podredumbre del turnismo inventado por Cánovas y Sagasta alcanzaba a todos sus recovecos, el país estaba en una situación insostenible y la máquina del Estado, tan llena de porquería que era imposible que se moviese.

En todos los regímenes políticos aparece un lapso de tiempo en que un hombre débil entrega el poder a quienes van a acabar de hundir el país. En Rusia fue Kerenski; en Alemania, Franz von Papen. Y en España, quien lleva todas las trazas de representar ese papel es nada menos que Mariano Rajoy (en nuestro 1930 ese deslucido papel le tocó al general Berenguer, el de la Dictablanda). Supongo que a los creyentes peperos no les gustará la comparación; pero estarán conmigo en que le cae que ni pintado.

En primer lugar, tiene 186 diputados. Y a pesar de esa mayoría absoluta lleva pidiendo la hora desde que accedió al poder. Nadie entiende por qué, con el programa tan atractivo que vendió a sus electores de pronto da un bandazo y, con la excusa de la herencia recibida (excusa que hoy ya no cuela y que uno sospecha que hay algo más detrás, en cuanto excusa), se pone a cumplir otro programa, que vayan ustedes a saber en dónde lo dictaron. Desde luego, no es lo que nos vendieron. Y así llevamos tres años machacando sobre todo a la clase media.

En segundo lugar, es débil porque, a pesar de tener en su mano todos los resortes del Estado, es penosamente incapaz de hacer cumplir la ley —incluso sentencias de los Tribunales— en determinadas partes de España. Partes de España que todos los días se desayunan con provocaciones al resto de la Nación. No es que le haya ocurrido sólo a él; pero entre los que no han querido (Zapatero) y los que no han podido (Suárez, Calvo Sotelo o Aznar, éste último con reservas), la ley ha quedado arrumbada por el principio de oportunidad o conveniencia. Y según parece, a los nacionatas más vale no cabrearlos. Pero es otro punto más que sus desventurados electores no entendemos.

Y ahora, con la llegada de Pablemos, ese mesías de tres al cuarto que promete la «regeneración» que prometía también Aznar, el sistema ha entrado en estrés e histeria. Las reacciones son diversas. Un servidor de ustedes es de los que, como otros en 1930, contiene el aliento. La «limpieza» que se opera en algunos partidos sólo cabe leerla en clave de lucha interna entre familias o facciones. No nos gusta la realidad, pero tenemos datos suficientes como para pensar que el bolivarianismo importado —e impostado— no iba a tener resultados distintos de los obtenidos en Venezuela o Ecuador. Que se produzca el cambio de sistema por un golpe de Estado incruento tampoco es una imposibilidad: en Cataluña lo dan todos los días contando con la inmovilidad de Mariano (recursitos de inconstitucionalidad aparte).

Espero que a algunos que gritan cada vez que tienen ocasión delenda est Monarchia se les pase el vahído. Mal que nos pese y a pesar de que el titular anterior dio muestras de lo poco que le importábamos los españoles, la Monarquía sigue siendo lo único —además del DNI— que hoy en día nos recuerda lo que somos: españoles. Por mucho que unos intenten reescribir la historia y otros, sin reescribirla, pretenden que nos avergoncemos de ella porque ellos lo hacen.

Un comentario en “España, 1930

  1. A estas alturas del año, los españoles que gustamos de observar, observamos impotentes e impacientes. Impotentes por los casos de corrupción que salen como setas, será por que es la época de los hongos. Impacientes por que pare esta sangría de corruptelas que sirven de combustible a la indignación que mueve la maquinaria «podemista». Además de las setas referidas, la peor de todas y mas venenosa, la desobediencia reiterada del govern catalá, ante lo que parece no ser capaz de encontrar manera de contrarrestar sus efectos el Gobierno y amenaza con extender su veneno hacia otras partes del país. ¿Tan dificil resulta enfundarse en la Constitución para cortar de raiz, y sin temor a equivocarse, la extensión de tan peligroso veneno?. Bueno…visto lo ocurrido con el protocolo del ébola, no me extrañaría que algunos se presentasen en Cataluña con trajes MBQ en vez de la Constitución. Me están entrando unas ganas de votar otra vez….

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Gotas que me vais dejando...

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