Recámara


Ha saltado a la actualidad la noticia de la detención de Mario Conde, casi justo cuando ya le teníamos perdido de vista, después de sus experiencias en la política (SCD, que terminó como el rosario de la aurora) y en la comunicación (accionista mayoritario de Intereconomía, de la que también tuvo que irse). Parece ser que ahora le trincan por «repatriación fraudulenta de capital». El mundo de la política está, aparentemente, «escandalizadísimo» con la nueva pifia del caballero. Tanto, que a sus dos hijos y a un yerno también los han trincado. La excusa oficial es una denuncia de unos trabajadores que no iban a cobrar una nómina, cosa que también podría ser verdad. Pero siendo desconfiados (y uno, después de un cierto tiempo, lo acaba siendo respecto de nuestros políticos), se pregunta qué puede haber tras todo ese aparato de luz y sonido, igual que ocurrió con Rodrigo Rato.

Lo primero de todo es deshacer la propaganda oficial sobre el personaje, la que dice que «es un bergante condenado por sentencia firme». Ése era el argumento que los palmeros peperos repetían como loros para que no se le votara en Galicia, en las últimas autonómicas. Efectivamente, así es y así consta en los escritos. Es verdad que cometió un desfalco en Banesto dejando a la entidad con el culo al aire, dicho en román paladino. Y es posible, como él mismo cuenta en Memorias de un preso, que el juez que le condenó —García Castellón— llevara ya la sentencia escrita de casa, por mano distinta de la del juez.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que lo que robó Mario Conde no lo robó sólo para él. Además de él, otras personas se beneficiaron. Y siendo masón como era entonces (ahora no lo sé), mi convicción personal es que los beneficiarios del robo fueron otros hermanos. En su editorial de las 7, Federico afirma que buena parte de ese dinero se empleó en fabricar el antenicidio, la pifia que les echó a él, a Luis Herrero y a Antonio Herrero (conjuntamente con Manuel Martín Ferrand). Y todo porque el felipismo de entonces, que «aceptaba el juego democrático» por haber renunciado al marxismo en Suresnes ’73, no aceptaba la libertad democrática de crítica legítima, barriendo sin piedad a quienes querían ejercer la libertad establecida en el art. 20.1.d de la Constitución.

Pero no sólo eso. Ocho años después (las cosas de palacio van despacio), el Tribunal Supremo declara que el antenicidio es una pifia (así debió haber sido considerada desde el principio) y que hay que devolver las empresas afectadas al mercado, para que puedan volver a ser objeto de compra y venta o, en todo caso, de nuevo comienzo empresarial. Pero, ¡ay! Gobierna Aznar, que no ha sido «el mejor presidente de la democracia», sino el menos malo, y actuando —suponemos— por consejo de Rodrigo Rato, guarda la dichosa sentencia en un cajón para que permanezca inejecutada per saecula saeculorum. Ahora que está tan de moda esa palabreja, Aznar representaba entonces el cambio frente a las porquerías socialistas que explotaban todos los días en El Mundo. Sí, El Mundo, ese diario que a Génova, 13 le encantaba leer porque todos los días suministraba munición (escándalos) al PP antes de 1996… y que, 20 años después, su director es defenestrado porque a Génova, 13 le disgustan las noticias sobre la Gürtel (aunque también sobre los EREs andaluces y sobre el caso Nóos: vamos, que ya estaba bien de tanto joder).

Pero todo eso, en mi opinión, no es más que tramoya, como les mostraré en la entrada siguiente.

Un comentario en “Recámara

Gotas que me vais dejando...

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