Volviendo al tema del «cambio» y del «progreso», sepan ustedes que cuanto más miedito me dan esas palabras es en boca de un comunista como Pablemos. No importa que Pdr Snchz las introduzca en su discurso a todas horas, venga a cuento o no. No obstante, ya conocemos el «cambio» y el «progreso» del PSOE: lo temimos con Felipe, lo sufrimos con ZP y ahora parece que se vuelve a la carga. Pero el peligroso de verdad es, en mi opinión, Pablemos. Todo este paripé resulta en juego de intenciones: Snchz tiene la intención de usar a Podemos para llegar a Moncloa y dilatar luego tanto como sea posible el pago de la factura. Pablemos, a su vez, comparte la intención de Snchz, es decir, desalojar a Rajoy del sillón… pero para ponerse él. Es decir, usar a Pdr Snchz para lograr el mismo fin.
Pero aquí los Pablemos boys tienen dos problemas: el primero, que al parecer, para éstos las palabras «cambio» y «progreso» no significan lo mismo que para Snchz y los suyos. ¿Hasta dónde querrán «progresar» los Pablemos boys? ¿Hasta 1953? ¿Hasta 1936? ¿Hasta 1917? Y luego tienen otro problema: ya han recibido su bautismo de fuego ejerciendo el poder en determinados Ayuntamientos, algunos principales en España. Han perdido la virginidad y, visto lo visto, se han adaptado rápido a la casta que decían querer combatir. Todo lo cual ha hecho que se les vea el plumero antes de lo previsto: inepcia, amiguismo y ganas de cabrear a quienes no piensan como ellos. Por no hablar de los trapos sucios de su financiación extranjera, que Montoro no se ha molestado en investigar demasiado por alguna extraña razón.
Pasando a C’s, dicen las encuestas que sube porque «es el único dispuesto a pactar» y que muestra una disposición al diálogo y al talante (con la excepción de Podemos) que no se percibe en los otros tres. Sin embargo, no nos dejemos llevar por las encuestas y su cocina y vayamos más allá: ¿qué es lo que proponen? La última noticia que yo tengo es que piden nada menos que una «nueva Transición», lo que significa que la «vieja» es completamente impugnable, según la formación naranja.
Les comentaré que no me gusta el tono hagiográfico y de «Tó güeno» de algunos que hablan de la Transición como «modélica» y otros adjetivos laudatorios que no vienen al caso. Tampoco me gustan aquellos que pretenden una enmienda a la totalidad de la Transición: «Tó malo», podríamos decir. En mi modesta opinión —y se me puede objetar que yo no viví aquella época por cuestiones de edad—, el único mérito que tuvo aquella Transición fue que se cambió de régimen sin disparar un solo tiro. El resto, a estas alturas ya queda demasiado claro: chalaneo entre las élites del Régimen y las nuevas, ayunas de poder tras 40 años de vacaciones, la negociación-chantaje de los Estatutos de Autonomía, con amenazas de «que nos vamos» o poniendo muertos sobre la mesa… la puñalada final a Adolfo Suárez…
En realidad, no sabemos muy bien qué quiere Albert Rivera. ¿Quiere ser una especie de Suárez reloaded, entre lloriqueos de su hijo de «no uséis el nombre de mi padre en vano»? Por si no lo sabe, él ha perdido también la virginidad, dando apoyo tanto a populares (Madrid) como a socialistas (Andalucía); apoyo este último que muchos no le perdonamos después de haber sufrido los rigores nacionalistas del Tripartit en Cataluña. Y no menos porque apoyan al régimen más corrupto de España con permiso del pujolisme. Así que suponemos que Rivera quiere progresar, aunque no tanto como Pablemos. Digamos, más o menos… que hasta aquí:
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