Ha escrito hoy un artículo Isabel San Sebastián acerca del pragmatismo en política. Y me ha dejado con una sensación indefinible, sin saber muy bien a qué carta quedarme. No sé muy bien si prefiere al político pragmático o al idealista. Lo que sí tengo claras son dos cosas: una, necesitamos a alguien que una en su persona la proporción justa de idealismo y de pragmatismo; dos, que ninguno de los cuatro grandes que aparecenen los papeles parece poseer esa combinación.
Un segundo problema es que en España las personas que han mostrado esa combinación que les menciono hace mucho que crían malvas, o bien no es políticamente correcto mencionarlas. Por el contrario, lo que tenemos hoy pasa por lo bastante mediocre y corresponde a versiones tronadas del pragmatismo y/o del idealismo. Tenemos por un lado al político tan «pragmático» que no cuestiona el sistema, que se adapta a él y que, cuando le preguntan, deja apenas entrever que la corrupción forma parte del mismo. La condena enérgicamente en los demás partidos y se resigna sin más a que exista en el suyo. Naturalmente, sus opiniones varían al mismo compás que las del jefe. Y tiene como lema «lo que es bueno para el Partido, es bueno para mi», que suena mucho a Die Partei hat immer recht.
El político idealista español tampoco es mejor, sobre todo porque donde abunda es en la izquierda. El problema está, naturalmente, en la idea que tienen de España. Quieren una España más deconstruida que una tortilla de patatas de El Bulli. Y quieren imponer esa idea tanto si a los demás nos gusta como si no, sin conexión con la realidad. No les importa que a los demás nos guste estar orgullosos de nuestra historia, nuestras costumbres (y, donde corresponda, nuestra religión católica). Quieren convertirnos en bueyes y aceleran el proceso dejando entrar a personas extrañas e incluso contrarias a nuestra cultura. También éstos dicen Die Partei hat immer recht, aún más que los otros.
Así que no me quedo con ninguno, francamente. Son malos tiempos para la lírica, pero también para la política consciente de lo que nos jugamos todos en cada decisión. Mientras los grajos rebuznan y los burros aúllan, lo que nos queda a los demás parece ser rezar para que el patrón de las Españas nos haga pasar este período a pie lo más enjuto posible.