Aunque un tanto tardíamente, habida cuenta de todo lo que ya se ha escrito, aquí va mi pequeño análisis sobre lo ocurrido el 25-N.
Primero y por encima de todo, el notable aumento de participación, que por regla general suele perjudicar al partido gobernante. El poble català ha sido consciente de que había que votar para cambiar el panorama (sobre la calidad de nuestra «democracia» hemos hablado más de una vez en este blog, así que no vamos a hacer más sangre).
La noticia estrella: el batacazo de Artur Mas. Pasar de acariciar la mayoría absoluta con 62 diputados a unos exiguos 50 es todo un fracaso, máxime si tenemos en cuenta todo el aparato propagandístico (a cuenta del que ya nos echamos unas risitas) que se echó a andar y la personal apuesta del Gran Líder. Generó una bola de nieve de expectativas que no supo manejar y, por si faltara algo, a tres días de las elecciones nuevas informaciones sobre el cas Palau le explotaron en toda la cara; así como las informaciones sobre la fortuna «allende la mar océana» de la famiglia Pujolini tampoco ayudaron en nada. No obstante, sacamos algo en claro: CiU ya se ha arrancado la careta. Ya no es ese partido «moderado» y «con sentido de Estado» que «apuesta por la gobernabilidad». Con qué placer oían esas zarandajas los periodistas y políticos madrileños (¿en qué coño estarías pensando, Luis María, cuando concediste el premio de Español del Año al mestre Yoda?), mientras Cataluña se iba convirtiendo en una especie de Theresienstadt. Bien, pues el pueblo, que no es tonto, querrá o no secesión; pero la quiere limpia y no llena de mierda como la que está saliendo del cas Palau.
Eso explica en parte el «ascenso» de ERC. Que tampoco es tal, realmente. ERC simplemente recupera los votos que en 2010 se fueron a CiU porque este partido reunía entonces dos condiciones: primera, que se declaró abiertamente secesionista, con lo cual quitaba espacio a ERC. Y segunda: que al menos en las catalanas era caballo ganador. ERC pagaba en 2010 el desgaste del Tripartit, de los Puigcercós y Carod, y ahora ha recuperado ese caudal de votos que se le fue. A partir de ahí, se abre un escenario (que dicen los pedantes) de pacto, aunque ERC habla por ahora sólo de pactos puntuales y hasta cierto punto es pubilla a la fuga (el hereu le pone los pelos de punta).
El PSC ha sido, para mí, el gran misterio de estas elecciones. Créanme que yo estaba convencido de que se iba a pegar el gran costalazo, porque su indefinición y variedad de opiniones le iban a costar –así creía yo– muy caras. ¿Cómo puedes fiarte de un partido-sucursal en el que desde Central dicen «independencia de entrada, no», otros están por el «federalismo asimétrico» y otros, al ver que no consiguen arrimar el ascua a su sardina secesionista, dan el portazo y se van? Así lo han entendido muchos de sus exvotantes, que el domingo pasado otorgaron su sufragio a otras opciones menos ambiguas. No obstante, el castigo a su ambigüedad se ha traducido en la pérdida de sólo 8 escaños con respecto a 2010. Milagrosamente, Pere Navarro salva los muebles y puede ir a Madrit con cara de «podría haber sido peor». Que de hecho podría haberlo sido si la operación Mercurio se hubiera desatado al mismo tiempo que la del cas Palau…
El PP ha subido sólo dos diputados con respecto a 2010. No es mucho y seguramente en Génova, 13, ha escocido. Pero refleja exactamente su trayectoria: paga el apoyo al gobierno Mas y posiciones oportunistas y/o indefinidas en las cosas serias: ¿a cuál de los asesores de la Habladora Pez se le ocurrió lo del autonomismo diferencial, que es como «mojarse, pero sólo la puntita»? Seguramente también paga la influencia de la desagradable e improvisada política nacional del Hamlet das Rias Baixas y de ciertas cuestiones internas del partido, que han provocado que incluso una exdiputada como Carina Mejías decidiese cambiar de formación e irse a C’s.
Y llegamos al gran triunfador de la jornada: Ciutadans-Partido de la Ciudadanía. De tres escaños pasa a nueve, lo cual es un salto brutal, especialmente porque abandonan el Grup Mixt y forman grupo parlamentario propio. Pero no crean ustedes que esos 9 diputados han salido de la noche a la mañana. Han sido muchas horas de trabajo, de desvelos por los responsables de campaña. Han sido horas de padecimiento porque los medios eran exiguos (C’s no recibió ninguna subvención para esta campaña más que lo que le correspondió por pertenecer al Grupo Mixto y en lo demás no tiene nada que ocultar). Ahora todos quieren hacerse la foto con el que algunos llamaban despectivamente El Neng; pero en C’s recordamos cómo a los diputados Rivera y Cañas se les vetó en la TV-dels-tres, se les eliminó hasta de las encuestas del CIS e incluso Rivera tuvo que iniciar la campaña… desde Madrid, así como algunas otras zancadillas de consumo interno. C’s ha recibido el voto de socialistas y peperos catalanes desencantados con la ambigüedad de sus partidos de origen en un punto importante: el engarce de Cataluña en España. Algo sobre lo que C’s se ha pronunciado siempre con absoluta claridad, incomodando a muchos otros.
A los de IC (comunistas) cabe felicitarles porque han ganado tres escaños. No obstante y ciñéndome a uno de sus eslóganes de campaña («Dret a decidir sí, drets socials també»), me atrevo a formularles esa pregunta tan catalana de i d’on surten les misses? Nuevamente, otra opción ganadora porque no ha jugado la carta de la ambigüedad ni del quan convé. Lo malo: que al igual que ERC, no quieren ni oír hablar de retalls, lo que me imagino significa que acudirán raudos y veloces al agravio contra el resto de España cada vez que lo estimen necesario: «nos robas, nos debes dinero y no nos lo pagas» y demás cantaletas conocidas.
Finalmente, una notita para los de la CUP, de nueva entrada. Sabiendo que el proetarra Arnaldo Otegi les apoya, creo saber de dónde procede el dinero del que dispusieron para su campaña. Bildubarretines, sin más. Y una anécdota apuntala más esta lúgubre impresión. Héla aquí:
@miquelsubiaseva 1votante d la Cup,después d enseñarme su voto (yo apoderada PPC):»aneu fent les maletes»(id haciendo las maletas) Monísimo!
— elísabethjiménezcara (@ejimenezcara) 26 de noviembre de 2012
¿Conclusión? Lo que les decía al principio: el poble català no és tonto, por más que algunos hayan pensado que sí lo era y creyeron que con cuatro palabras y cuatro ruidos muy bien pagados con dinero público (es decir, el de todos los catalanes) se le podía engatusar.