Desastres (II)


Pues nada, ya tenemos Gobierno. O más bien debería decir «desgobierno», habida cuenta de cómo hasta ahora se han manejado los asuntos de la res publica (aviso para produtos LOGSE y otras hierbas: en latín no existen los acentos). Todo parece una reedición de la guerra civil, pero en la política: los unos contra los otros y todos contra el «enemigo común». Parafraseando a Leon Uris (El peregrino, 1984):

«Antes de cumplir los nueve años, ya había aprendido la doctrina básica de la vida árabe comunista: era yo contra mi hermano; yo y mi hermano contra nuestro padre; mi familia contra mis primos y el clan; el clan contra la tribu el Partido; el Partido contra el mundo, y todos juntos contra los infieles la derecha».

De todo lo cual no resulta otra cosa que una acción de gobierno totalmente desorganizada. Claro: ¿qué se puede esperar de un Herr Doktor Betrug, cuya habilidad máxima es engolar la voz para decir: «Ana: no voy a poder dormir teniendo a Pablo Iglesias en el Gobierno»? Tampoco es que últimamente se le vea muy pálido y ojeroso, pero en fin. Veníamos a decir en la anterior entrada que este ¿Gobierno? se ha conformado con pedazos (cuotas) de distinta procedencia. Un gobierno patchwork, desde luego. El expediente de agrandar Direccioncillas Generales hasta convertirlas en Ministerios ha resultado muy «rentable». Otra cosa es, además, que a su frente hay personas que no tienen ni idea de la cosa y cuyo «programa» se basa en las cuatro consignas sectarias con las que llegaron a este Gobierno.

Pero si por algo se ha distinguido este Gobierno es por el generoso uso de la mentira, que es una de las señas de la identidad de eso que aún hoy se llama «izquierda» y que fue consagrada por Lenin: «La mentira es un arma revolucionaria». Uno no puede por menos de recordar a Rubalcaba, hoy perdido allá en el limbo rojomasónico…

… y ver cómo destaca, cual estrella rutilante en el oscuro firmamento gubernamental, el flamante Ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, que deberían llevarlo a balos a Meco. Su nombre es «Ábalos, José Luis Ábalos». Claro que, si en España no existe el perjurio como delito, ¿cómo no va a poder mentir un Ministro? El problema es que nos partiríamos la caja de risa si esto hubiera ocurrido en cualquier república bananera; pero como nos ha ocurrido a nosotros ya no tiene tanta gracia. O sí. Vayan ustedes a saber si a Delcy le dijo, nada más verla con el maletín de los lingotes: «Tus ojos son como dos sartenes: cuando los veo se me fríen los huevos».

A no mucha distancia le sigue la actual administradora de la tienda Presupuehtoh Shiki (antes conocida como «Ministerio de Hacienda») que atiende por Marisú, trianera y olé. ¿Y qué hace una señora de formación básicamente médica en Presupuehtoh Shiki? Probablemente, lo mismo que hubiera hecho su antecesor, catedrático de Hacienda Pública e ilustre desaparecido político en el de Sanidad: jeringar. Pero eso de jeringar resulta que a ella le ha ido de ida y vuelta. Porque la señora se ha puesto primero a jugar al trile: «La bolita, la bolita… ¿dónde está la bolita?». La bolita son los diversos dineros que se adeudan a algunas Comunidades Autónomas, particularmente a Castilla-La Mancha (Emiliano, que ésa es de los tuyos. A ver qué haces…). Y ahí están las Comunidades Autónomas y Marisú al dame-dame y al ara-te-doy-ara-te-kito. Que, total, para dárselo a los de la ceba, «no hace falta tanto rollo, so capullo», como diría el matón que se enfrentó a Tom Highway.

Y la vuelta es que ha dicho, aunque no con estas palabras: «Jemo d’armonisá loh ingresoh públicoh. Por consiguiente, hay que subí loh impuehtoh» (particularmente el ISD, que es la espina que le quedó clavada al criptosocialista Montoro). Y ahí ha saltado como una leona Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y le ha dicho: «¡Que no! ¡Por aquí se va a Madrid!», con la chulería de Gran Vía de Nati Mistral. Y Marisú, muy a su pesar, ha tenido que envainársela. Mientras tanto, rumia su rencor por lo bajo y le sale la matasanos que lleva dentro: «Ea, que no te preocupeh, prenda. Er día que te pille te ví a meté un jeringazo que te van a salí ronshah verdeh por tol cuerpo». Más o menos como Mandatela, que quería ver a Esperanza Aguirre corgá d’una catenaria.

Gotas que me vais dejando...

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