El muerto

Pongamos de una vez los puntos sobre las íes. Los «elementos radicales de izquierda» están al mismo tiempo de luto y de enhorabuena. De luto, porque ha muerto un correligionario. De enhorabuena, porque ese joven ha sido apuñalado por un facha (un «elemento radical de derechas»), en un desarrollo de acontecimientos que se veía venir.

Los hechos son los siguientes, al parecer. Un grupúsculo de extrema derecha solicita al ayuntamiento de Madrid autorización para celebrar una manifestación. El ayuntamiento de Madrid deniega la autorización, como es de esperar en estos casos (cabría preguntarse si el ayuntamiento se hubiera negado en caso de que quien hubiera solicitado la autorización hubiesen sido «los otros»). La manifestación se celebra igualmente, aunque es claramente ilegal por no autorizada.

En estas, aparecen «los otros». No van precisamente a un ensayo de Els Pastorets y seguramente tampoco les ha convocado el consiliario de su esplai (si no gusta el símil religioso, sustitúyase Els Pastorets por West Side Story, que queda incluso más adecuado). Van armados, que bien se puede decir así aunque sea con arma blanca. Unos y otros por fin se encuentran y no se saludan amigablemente; todo lo contrario: hay follón, riña, pendencia, alharaca, tumulto… y muere apuñalado uno de «los otros».

A éstos «otros» les ha faltado tiempo para calificar al apuñalado de «mártir por la causa» y elevarlo a los altares laicos (ésta es su «enhorabuena», con el agravante de que el muchacho era menor de edad). Pero no solamente eso: de resultas de la sinergia provocada, en Barcelona los «colectivos antisistema» montan igualmente una algarada, cirio, gresca, asonada, motín… y veintidós mossos d’esquadra resultan heridos, uno de ellos grave. Sin olvidar el habitual destrozo de mobiliario urbano que pagamos los que no nos metemos en problemas, faltaría más.

Más allá de la demagogia que hace al caso, lo democrático hubiera sido que esos niñatos de extrema izquierda se hubiesen quedado en su casa. Digamos que es lo normal. Si no me gusta el fútbol, raramente me verán en un estadio. Si no me gusta una película, no pagaré por verla ni la compraré. Lo que no haré será impedir que otros vayan a ver el fútbol o la película de que se trate. Considero que eso es lo democrático. También, por otro lado, lo democrático es que si no se autoriza la manifestación, ésta no se celebre de todos modos.

Lo que queda palmariamente a la vista es que ni unos ni otros respetaron, por un lado, la legalidad vigente y, por otro, la libertad de expresión. No hay mal alguno en dar vivas a José Antonio o a Franco, en principio, como tampoco lo hay en dar vivas a Stalin o a Mao (digo éstos dos por poner ejemplos que la izquierda patria siempre ha tenido en «alta estima»: otra cosa es que sean criminales de cuyos crímenes nadie ha pedido perdón). Lo preocupante es que se defiendan las ideas violentamente y se justifique el triunfo de una u otra idea por la aniquilación del contrario (que ya no es contrario, sino enemigo).

A los niñatos de izquierdas que comparecieron en la manifestación no autorizada no se les pasó por la cabeza en ningún momento que quien tendría que haber hecho su trabajo en ese momento y lugar era únicamente la policía. Imagino que tendrían la cabeza llena de pájaros filocomunistas (al igual que los otros la tendrían llena de yugos y flechas) y que por tanto, no quedaba un solo resquicio para una idea sensata. Unos y otros resolvieron sus diferencias a navajazos, como los «machos». Sí, esos machos que se pueden ver en la televisión; o los machos de videoconsola que matan marcianos, monstruos de vario tamaño o pelaje, o seres humanos a carretadas y sin rasguños.

Pues miren, tengo una solución para esto. Es sumamente impopular, pero estimo que muy efectiva. Si tan machos creen que son, lo que hay que hacer es reclutarles y mandarles a una guerra de las muchas que se libran en el ancho mundo, para que sepan lo que es la violencia y su peor consecuencia, la muerte de personas inocentes. O tal vez, sin tanto peligro, reinstaurar el servicio militar y hacerlo en condiciones, para que a unos y a otros se les calmen las hormonas, que al parecer las tienen muy subidas. Los unos y los otros.

Actualización de urgencia, martes 20 noviembre 07.- Respecto de los altercados en Barcelona, hemos sabido ayer que los mossos d’esquadra tenían órdenes de intervenir, «pero sin contundencia» (!). Y que las órdenes venían de «muy arriba», lo cual sólo puede señalar al señor Joan Saura. La orden se explica muy bien teniendo en cuenta que el partido al que pertenece el señor Saura se alinea «moralmente» con los colectivos antisistema y otras hierbas de buen rollito. Sabido esto, y siquiera fuese por decencia, el señor Saura debería dimitir como conseller de Interior. Lástima que, como es costumbre entre la izquierda, los cargos son cesados, nunca dimiten.

La paliza

Bueno, esto tenía que llegar alguna vez. Después de tres años —como mínimo— de dirigirse improperios y amenazas, llegó el tiempo de «pasar a la acción». Y así, unos mozalbetes cuya cabeza está vacía de cerebro y llena de «odio a la derecha», propinaron una paliza a un militante de Nuevas Generaciones del PP de Alcorcón. El mensaje subyacente es muy claro: el PP ya no es un mero adversario político, sino el enemigo. Y al enemigo se le puede ignorar, se le puede insultar, se le puede vapulear dialécticamente… y físicamente, como acabamos de comprobar. No esperamos sino que se detenga a los culpables y que el peso de la ley caiga sobre ellos, pero la reflexión nos impone dar un paso más.

Parece ser que quienes administraron la paliza a ese muchacho son miembros de un colectivo «antisistema». No tengo nada en contra de los colectivos antisistema, siempre que manifiesten sus convicciones pacíficamente, puesto que estamos en una democracia y todas las ideas son respetables mientras se respete la integridad física de los demás. Ahora bien: estos gamberros —pues ése y no otro calificativo es el que merecen—, con su estética skin, son cualquier cosa menos pacíficos opinantes. Son personas violentas, que creen en la acción directa como único medio de resolver problemas.

Este último detalle es muy español. Como diría Fernando Díaz-Plaja, es una manifestación de la Ira española, sin contemplaciones ni paliativos. Cuenta el autor en su obra El español y los siete pecados capitales —de lectura recomendable—, el siguiente sucedido. «De cómo muchos españoles entienden la discusión política da idea la historia que ocurrió en un discurso de propaganda electoral durante la República. Un orador estaba exponiendo sus puntos de vista y era interrumpido continuamente desde la galería: «¿Quieres controversia?». A la quinta interrupción, el orador se encaró con el espectador y dijo:

—Sí, acepto la controversia. No me da miedo la discusión y estoy dispuesto a escuchar los argumentos de ese señor.

Hubo un silencio. Todos estaban pendientes de lo que iba a alegar el interruptor. Y éste soltó, de pronto:

—… ¡Mamón!

Es lo que muchos españoles entienden por controversia.» (F. Díaz-Plaja, op. cit, 2ª ed., pp. 80-81. Alianza, 1992).

Tampoco tiene nada de extraño que el anarquismo prendiese con fuerza en España. Pero no tanto por su contenido político (abolición de la propiedad, uniones libres, etc.) como por lo que implica el anarquismo (y por extensión para los españoles, el izquierdismo) de poder hacer lo que a uno le dé la gana, cuando le dé la gana, con quien le dé la gana y tantas veces como le dé la gana. De igual manera, mucha gente creyó que ser «buen anarquista» o incluso «buen comunista» implicaba «matar al cura, al maestro y al guardia civil del pueblo». De ahí la extrañeza y el enfado del personaje de Gironella, el comunista Gorki, ya exiliado en París, cuando un correligionario francés le explica, en Ha estallado la paz, que cuando Marx dijo que «la religión es el opio del pueblo», se refería al opio como tranquilizante, no como veneno.

Éstos son, al parecer, los referentes literarios de los gamberros que agredieron al joven de Nuevas Generaciones del PP en Alcorcón. También debo decir que me sorprende que fueran simplemente miembros de un colectivo antisistema. La prensa más informada y la justicia, sobre todo, dirán la última palabra; pero ese hecho me huele muy mucho a «encargo», algo del estilo de «hacedlo vosotros para que a nosotros no nos señalen». Los colectivos antisistema son, hasta donde tengo entendido, anticapitalistas, pero no suelen atacar necesariamente a una determinada formación política. Es decir: un antisistema ocupará un inmueble vacío, o incluso puede incendiar un banco, el representante más conspicuo del capitalismo opresor, antes que agredir a un miembro de una tendencia política concreta. O también puede ser un montaje: elementos de extrema izquierda «disfrazados» de skins y contentos porque iban a cobrar por sacudir a un fascista. A lo mejor resulta que existe relación entre esta paliza y la profanación de las tumbas de Paracuellos, acto vandálico que no deja duda de la filiación política de los vándalos.

Pasando al capítulo de reacciones, la cosa se pone espesa. ¿Qué hacer? Donde hay un Estado de Derecho, sin duda lo primero es acudir al Estado de Derecho, que es lo que ha hecho NN.GG. de Alcorcón: presentar la correspondiente denuncia y dejar que la policía y la justicia hagan su trabajo. Ahora bien: ¿qué ocurre si no pasa nada? Si la justicia impone unas penas pequeñas o, peor aún, deja en libertad a los agresores por considerar que los hechos son «irrelevantes», ¿acaso el joven agredido no verá burlado su derecho a recibir una justa compensación por la agresión sufrida? Igualmente significativa ha sido la reacción del alcalde y de la delegada del Gobierno: mirar hacia otro lado. Según ellos, en Alcorcón no pasa nada que rebase los límites tolerables. También durante la República se actuó por omisión y se permitió que ocurriesen barbaridades, que llevaron al paredón a esos que las permitieron (o a muchos de ellos).

Entonces, ¿tiene o no tiene derecho el PP a defenderse? Desde luego, la corta historia de la democracia española nos dice que no, que «la derecha no tiene derecho a defenderse». Primero AP y después el PP han soportado en silencio toneladas de provocaciones de todos los tamaños y pelajes por parte del PSOE, porque lo importante es preservar la paz social. Pero esta situación no se prolongará indefinidamente. Si llega un momento en que media España se ve indefensa ante los ataques y las provocaciones de la otra media, se estarán gestando las mismas condiciones, el mismo caldo de cultivo que provocó la guerra de 1936. Y es una extraña coincidencia que el artículo en que Larra insertó el epitafio español, ese díptico doliente…

Aquí yace media España:

murió de la otra media

lleve por título La Nochebuena de 1836. Exactamente cien años antes de que estallase la guerra civil.

1500

El número hace referencia a la cantidad mensual de euros que el Gobierno planeaba pagar a los etarras reinsertados, para evitar, al parecer, que se dedicaran al trapicheo con la droga tras dejar las armas. Existe otro plan en el cual algunos empresarios vascos, colaborando con el Gobierno, darían trabajo a etarras reinsertados. Esta broma nos puede costar 300 millones de euros, a repartir en 10 años.

Me parece indignante. Sí, es cierto que «Aznar también exploró esa posibilidad». Sin embargo, y esto es lo importante, no lo llevaron a cabo. Pero «pagarles para que no maten más» es otra vía que ETA puede aprovechar para chantajear al Gobierno. Y desde luego, una vía ideal para que aquellos que militan en esa banda terrorista puedan irse de rositas.

No recuerdo yo que en Alemania se ofreciera pagar dinero alguno para que la banda terrorista Baader-Meinhof dejase de matar. Se acabó con ellos y punto. Y del caso irlandés, con el que los nacionalistas vascos tienen una fijación enfermiza, tampoco tengo noticia alguna de que a los sinnfeiners se les ofreciera dinero alguno a fondo perdido por dejar de matar.

Por otra parte, definamos «reinsertado». ¿Es el etarra que simplemente deja de matar y así lo declara, convencido de su propósito? ¿O es el etarra que ya ha pagado completamente sus delitos con la cárcel y se dispone a enfrentar una nueva vida? En cualquiera de los dos casos, todos recordamos lo que le ocurrió a Dolores González Kataraín, Yoyes. ¿Guardará el miedo la viña, como siempre?

Valiente programa «social». Es decir: hay dinero para «financiar» a ex-etarras y no lo hay —de forma sangrante, además—, para que las viudas tengan unas pensiones dignas que sobrepasen esa miseria de 400 euros promedio. El contraste es evidente: las viudas no pondrán una bomba-lapa en el coche del Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales si éste no atiende esta justa reivindicación. Que a quien me puede hacer daño le doy todo lo que me pida e ignoro a quien no me afecte. Lo de siempre, vamos.

El nacionalismo en su conjunto es una inmensa boca, que cuanto más le dan, más quiere. Y no se conforma con menos que la independencia. No importa que con esa hipotética independencia la región se vaya al carajo. Fiat independentia et pereat mundus, que hubiese dicho Kant de haber vivido en nuestro tiempo. En un próximo post nos referiremos a eso. Por el momento, me bastaría que el Gobierno —éste y los que vengan detrás de él— entendiese que a ETA no hay que darle ni agua. Y al PNV, recogedor de nueces, tampoco.

Bastaría con eso, de veras.

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