Imagínense la escena., Podría ser un tablao flamenco, pero no. En todo caso, sea un escenario, con sus candilejas. O mejor, pongamos que sea un café cantante oliendo a perfume barato. ¿Quién está actuando? No puede ser otra que Susana Díaz, vestida con sus mejores galas y manejando las maracas. Su partido le hace los coros y le ha puesto la orquesta. Canta, seductora, mirando al palco de autoridades. ¿Qué canta? Pongamos un poco de atención…
Dos cabezas para ti,
Con ellas quiero decir
Te quiero, te adoro, mi vida…
El palco de autoridades está como el camarote de los hermanos Marx, pero sobresalen en él dos cabezas: la de Juanillo Marín y la de Teresita Rodríguez, que son los nuevos novilleros llegados a la plaza, en plan, Dúo Sacapuntas porque ellos también quieren ser toreros. Susana, seductora, puño de hierro en guante blanco —no en vano es una verdadera apparatchik—, canta y se contonea principalmente ante esos dos. Quiere ser la próxima presidenta «de lo andaluce y la andaluza» y necesita del apoyo de cualquiera de ambos, manifestado directa (sí) o indirecta (abstención).
Todo está bastante enrevesado para la intérprete. En primer lugar, tiene que lidiar con las cortapisas del sistema: debe ser elegida por mayoría absoluta de los parlamentarios electos en primer llamamiento y en segunda le bastaría mayoría simple. Descartada la primera posibilidad porque sólo tiene 47 escaños, lo fía a la segunda. Ha tentado primero a Teresita y a Juanillo con un buen sillón en el palacio de San Telmo. Teresita, que no pasa de ser una maestrilla, se ve ya poco menos que con toga y birrete y babea a más y a mejor. Y Juanillo, un rato después, lo mismo.