Se acaba el verano y la gente encara la vuelta al trabajo con el temido síndrome postvacacional. Que, a decir verdad, parece más bien invención de psicólogos, habiendo tanta gente que después de ese verano no va a volver al trabajo; o que, quizá con peor suerte, su época de trabajo es el verano y ya está. Hasta que los vuelvan a llamar y el ministro de turno saque pecho y nos anuncie claramente que las “cifras de afiliación” son “estupendas” y que el Gobierno de su partido ha hecho por el país más que sus antecesores. Poco importa que esas cifras sólo sean el paro reconocido y no el verdadero. Poco importa que se sigan usando las tácticas del ministro-tippex (Corbacho): España va bien y el resto son tonterías.
Vuelve septiembre y los mentideros están que arden con la posibilidad de que volvamos a votar en diciembre. Quizá lo resume bien la frase de Albert Rivera, remedo de una cita célebre de Sir Winston Churchill que no citaremos al pie de la letra: «Ustedes no están pensando ni en las próximas generaciones, ni en las próximas elecciones. Ustedes están pensando en las próximas vacaciones». Quizá el mundo está tan ocupado en otras cosas para no fijarse en nosotros que no nos vamos a convertir en el hazmerreír mundial. Puede que hasta en Uganda, ese país que el ministroenfunciones DeWindows intentó ridiculizar, sean hoy más serios que en las Batuecas.
Seguimos sin ganar nada y la frase que más se sigue oyendo en los despachos oficiales es “¿Qué hay de lo mío?”. Hace falta racionalizar la Administración, sí. «Pero como quites las Diputaciones la liamos. ¿Qué le voy a decir a mi mujer, que ha enchufado a mi cuñado en ella?». Habría que quitar la paguita en Andalucía, pero… «Bueno, ehque zi la quitamoh ahora noh montan la revolución obrera y campezina». No hay régimen más corrupto que aquel que cuenta con el beneplácito de sus súbditos previa compra de la voluntad de éstos. Los Pujoles siguen libres y en Cataluña la rauxa, combinada con la desfachatez y la estupidez, tiene vía libre, como demuestran los esforzados de Dolça Catalunya. Dos expresidentes de Comunidad Autónoma siguen caminito del TS pero sin terminar de llegar. Y van a ser juzgados bajo una LECrim cuya carcasa, bien que últimamente modificada, data de 1882. Nadie tiene narices de plantear una Ley de Enjuiciamiento Criminal “moderna” y “democrática” (lo que se dijo del Código Penal de Belloch, de 1995; pa lo que hemos quedao). Lo dijo Orwell: «Todos los cerdos son iguales, pero algunos son más iguales que otros» (quintaesencia de la democracia comunista, la de Podemos).
Ni siquiera son fiables los medios por completo. Información parcial, sesgada según el color del partido que los controla y sus intereses del momento (combinado con el interés del medio de congraciarse con el poder para arañar algún euro de subvenciones). Unos días dan caña al partido X “porque no se pliega a nuestros intereses”; otros dan coba al partido Y “porque nos interesa meter presión al partido Z para que acepte nuestras condiciones”. Todo es puro teatro; pero los plumillas hacen como que se pelean entre ellos al igual que los políticos: para dar vidilla a la cosa. Lo demás, todo quieto. Como dice la coplilla tradicional:
Antes que Dios fuera Dios
y los peñascos, peñascos,
los Quirós eran Quirós
y los Velascos, Velascos.
Todo lo demás se puede tocar; pero a los Quirós y a los Velascos, cuidado de tocarles un pelo. A ellos no se les puede negar hasta un puesto en la Diputación X para un sobrino, una prima o una exmujer si hiciera falta. Antes tenían título nobiliario y grandeza de España con derecho a «no descubrirse ante el Rey». Eso ya pasó a la historia y ahora los nuevos Quirós y Velascos forman en los consejos de administración de empresas del sector estratégico, con derecho (práctico) a no ser llevados ante la Justicia salvo que la pifia sea muy-muy-muy gorda.
Y los españolitos de a pie bostezan con tanto teatro mientras vuelven a la noria ─los que pueden─, soñando con que habrá otro verano, con que habrá otro tiempo en que volverá a brillar el sol y podrán ver satisfechas sus necesidades simples y proletarias. Nada que moleste al poder, como pedir un Estado que les deje ser ellos mismos en vez de convertirlos en ciudadanos-bonsai. Amén.