Estamos pendientes, como cada año, de varios eventos que ocurren en el mundo. Como internacionales, señaladamente el día en que los USA fueron atacados en casa. Hasta ese día, lo más cerca que habían estado de algo así fue Pearl Harbor y de aquello hacía 60 años justos. Y antes de eso, las únicas agresiones dentro del territorio USA que se conocen son las propias de la guerra civil entre yankees y sudistas o de su Guerra de la Independencia contra la metrópoli londinense.
Hoy, sin embargo, celebramos que entramos en el nuevo siglo a sangre y fuego, como ocurrió en el XX (primera guerra mundial) y como también ocurrió en el anterior (guerras napoleónicas). Sin embargo y a diferencia de lo que ocurrió en las ocasiones anteriores, esta nueva guerra no tiene parangón con las anteriores. Luchamos contra un enemigo que está en todas partes y que no sólo usa la guerra tradicional como instrumento, sino que se vale de todos los medios que la tecnología actual y las experiencias de las últimas guerras le proporcionan. Amenazan nuestra civilización y nuestro modo de vida al completo. En mi modesta opinión se está gestando un conflicto a nivel mundial, para el que no nos sirven gobernantes memos o comprados.
También hoy las izquierdas tienen algo que “celebrar”: que el sangriento Pinochet se cargó al no menos sangriento régimen del “socialista” y masón Salvador Allende, mitificado hasta la náusea, pero que si le hubieran dejado hubiera sido cabeza de puente del comunismo internacional en el “cono sur de las Américas”, que hubiera dicho Miguel de los Santos. Es raro no ver a los de la bandera roja con cara de felpudo celebrando esa (luctuosa) efeméride. No menos importante es la efeméride de 1989, que nos recuerda que en ese día se rompió el telón de acero entre Austria y Hungría, pasando miles de refugiados la frontera entre ambos países, iniciando/acelerando así el desplome de la Europa comunista.
Frente a todos esos hechos de alcance europeo o mundial, que en Barcelona se pretenda que lo suyo sea un hecho de importancia es una pretensión ridícula. Acaso la de 1977, que fue espontánea —y ni siquiera en la capital, sino en Sant Boi del Llobregat—. La novedad es que esta vez el President de una Generalitat que debería ser de todos se ha puesto del lado de los separatistas y, por tanto, contra el resto de catalanes que no quieren soñar tortillas y que forman la mitad de la población. Pero oigan, ¡si hasta odiAda Colau se ha sumado al carro del dret a defecar! Se conoce que el runrún ya no le funciona como reclamo, ni electoral, ni de otro tipo.
Lo importante, no obstante —y lo hemos dicho en este blog mío y de ustedes— es que el Gobierno central permite estas patochadas con el falso argumento de que «no van a ningún sitio, la sangre no va a llegar al río, ji-jí, ja-já». Toda la rabia que usa el Gobierno contra los leales que le quedan, que le dicen la verdad y le avisan del peligro es rocío al sol cuando se trata de los separatistas, a los que llevan incomprensiblemente entre algodones.
De hecho, un servidor sabe que la Generalitat encargó un informe (imagino que ben pagat, como paga la Gencat a los que le sirven) a un astrólogo para que, usando de los tradicionales conocimientos de la Astrología Electiva, señalara una fecha o un período en el cual presionar para obtener la independencia. El senyor astròleg determinó que eso iba a ocurrir en 2017. Y así los tenemos a todos velando armas y preparándose para el año que viene, que no pinta muy bien si en Madrid se empeñan en prolongar la debilidad institucional. Parecen esos novios incapaces de colgar el teléfono: “Venga, bloquéame tú”. “No, tú”. “No, no, tú”. Y así llevamos dos convocatorias electorales, perfilándose una tercera en el horizonte. Y en la carrera de San Jerónimo tan contentos todos. No menos en Moncloa y en Génova, 13, donde esperan aumentar el numero de escaños a cuenta del hastío y del cabreo del censo electoral. Eso no lo paran ni los palmeros ni trolos en activo de todos los colores.
Habrá que esperar un tiempo para saber qué hay tras todo ese paripé. De hecho, deberíamos saber a quiénes representan de verdad esos colores. Me da igual si es al Ibex-35, al lobby rosa, a la Logia o a quien sea. Yo sé seguro que no es a lagente, neologismo de este «tiempo nuevo». Pero una cosa es cierta: los que quieren construirse su país petit sobre los escombros de la otrora grande Nación española van avanzando, sin que en Madrid eso importe una boñiga seca a ninguno de los que pueden de verdad pararlo.
Se acabo el verano y compruebo que viene fuerte, Señor Aguador.
No me extraña nada esta última entrada, sobre todo la parte donde menciona a los paralíticos-parásitos de políticos que tenemos sobre nuestros «lomos», y digo lomos por que nos desloman a trabajar para que ellos no hagan nada por este sufrido país llamado España y que tiene bien definidas sus fronteras, límites costeros y espacios aéreos.
Saludos
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Pues sí, amigo Pablo. Y después de pasar todo este tiempo diciendo que «es una vergüenza que los españoles vayamos a votar el día de Navidad»… resulta que no lo haremos el 25 (a los ateos que lo critican debería darles igual), pero es muy probable que lo hagamos el 18. Y de aquí a entonces veremos cómo se irán sucediendo pequeños escándalos, que ya no deberían escandalizar a nadie porque todos lo hacen así. Me refiero a lo de Rita Barberá, que se atornilla a su escaño de tal manera que con eso y el volumen que desaloja va a ser difícil descabalgarla de él. Es la contra de la doctrina de «el escaño pertenece al diputado, no al partido».
Saludos,
Aguador.
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