Seguimos contando la relación, como si los fets de l’1 d’octubre fueran un romance de ciego. Y ciegos estábamos cuando nos explicaban todo lo que pasaba en Cataluña. «¡Esto es un escándalo… una inmoralidad!» se truena desde los medios. Los periodistas, cada uno desde su línea editorial, tratan de formar el «séquito» que refuerce sus propias afirmaciones. Así, ante lo anterior, al periodista que se dice influencer le encanta oír «¡Sí, sí, sí, Puigdemont al paredón!». Naturalmente, estamos hablando de redes sociales, donde no cuesta nada pegar un puñetazo en la barra virtual.
Dejemos por un momento la crítica de las redes sociales —volveremos sobre ello— y centrémonos en el siguiente acto de este sainete, entremés u obra del género chico —la ópera, sin duda, es más propia de los italianos, franceses y alemanes—.
Terminado, pues la escena electoral, con unos resultados falsos y falseados, las espadas están en alto. Rajoy no dice gran cosa, salvo que tiende la mano al diálogo. El espadón de Mojácar, junto con la go-gó del Llobregat, poco menos que exigen diálogo. Ciudadanos pide la aplicación del 155 CE, pero con un poco de diálogo, no sea que les vuelvan a romper las lunas de alguna sede en Cataluña. ¡Hombre! ¡Si hasta los comunistas de Podemos piden diálogo! Diálogo es la palabra de moda en la última semana. Pero como les decía en otra entrada de esta serie, no se dialoga con los delincuentes (hablamos de delitos de sedición e incluso de rebelión). Y en cuanto a «negociar el cumplimiento de la ley», como yo les decía, vayan ustedes a su Ayuntamiento a «negociar» el pago de un impuesto municipal, ya sea la cantidad o el momento del pago. Se van a enterar ustedes de lo que vale un peine.
Entonces, Puigdemont se ve atrapado. Si declara de verdad la independència, Rajoy le echará encima a la Justicia y con razón, porque habría cometido el delito de rebelión (472 CP). Y si no lo hace, sus amigotes de la CUP le darán la patada del sillón del President. ¿Qué hacer? ¿Cómo contentar a todos? Sencillo —o no—: declarar la independencia y, acto seguido, suspenderla. Y mientras tanto, seguir dialogando para ganar tiempo mientras el paralelogramo de fuerzas se estabiliza.
Pero hete aquí que, de una forma imprevista, hace su aparición el Rey. El jueves, día 4 de octubre, Don Felipe realiza una intervención televisada, una alocución a todo el país. En el rompecabezas de lo que está ocurriendo, este discurso es una pieza que no termina de encajar del todo. Sin tartamudear y sin campechanías de ningún tipo —«En estos tiempos de paz y concordia…», «la Reina y yo…»—, gracias a Dios, tenemos un Jefe de Estado como Dios manda. La comparación con el discurso de su señor padre en el 23-F es inevitable; y, en mi opinión, sale ganando el Rey actual. ¿Por qué? Porque hoy no ha hecho falta vestir al Jefe del Estado de Capitán General de los Ejércitos ni traerlo a rastras ante las Cámaras, que se sepa. Lo mejor de todo es que no parece que ningún fontanero de Moncloa le escribiera el discurso. Los cuatro primeros párrafos no tienen desperdicio; pero por no citarlo todo, destacaremos el segundo y el tercer párrafo del mismo :
Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la Ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno.
Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña.
Esto, en otros tiempos, no se le hubiera permitido al Jefe del Estado decirlo —Pujol mandaba mucho y no se hubiera dejado avergonzar de esa manera—. Pero tal vez hoy las cosas hayan cambiado un poco. Quizá todos los que hace algún tiempo se reían de El Preparao tengan que guardar las risitas para otros asuntos. Entiendo que, de toda la patrulla y dentro del estrecho corsé constitucional en que se le ha metido, el Rey es el único hasta ahora que ha estado a la altura de la situación. Los demás, hunos y hotros, están naturalmente a lo que están. Y lo contaremos en la entrada siguiente.
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