Concatenación final


Como ha pasado mucho tiempo desde que escribimos la última entrada, vamos al lío una vez más. Lo dejamos en las consecuencias del 10-N y desde ahí lo vamos a retomar.

Incomprensiblemente, en mi opinión, las elecciones volvieron a arrojar un resultado positivo para la izquierda… o eso que hoy todavía se llama izquierda a efectos «didácticos». Está comprobado que el votante de izquierdas tiene unas tragaderas enormes. No sólo el votante nuevo, al que ya han educado para no votar a la derechanacionalcatolicafranquistafachaburguesa, sino al votante de izquierdas «de siempre», es decir al socialista que sigue identificando las siglas PSOE («cuatro siglas, cuatro mentiras», que dice algún radiofonista) con Felipe González, Tigrekán II de Mongolia (me pregunto quién sería el primero).

Quizá más comprensiblemente, teniendo en cuenta la caída de la «E» de las siglas del «Partido de Sánchez», es que haya recabado el apoyo de todos los enemigos de la idea y de la esencia de España. Y que éstos le han ofrecido encantados… a cambio de una enorme factura, que Sánchezstein no tiene inconveniente alguno en pasársela al pueblo español. Todos los enemigos de España se han puesto a la cola de los pedigüeños, de manera que Sánchezstein no sólo hipoteca nuestro presente, sino también nuestro futuro. Incluso uno que se hace llamar Teruelexiste, que tan convencido está de su autenticidad turolense… que vive y cobra de la Che-neralitat Valenciana.

Sin embargo, erraríamos si creyéramos que Sánchez es algo más que un humanoide de un metro noventa inflado de gas desde la cabeza a los pies. En mi opinión, los que tienen verdadero peligro son los especímenes que le rodean. Y sobre todo, los otros especímenes de los que esa patrulla llamada Gobierno recibe las órdenes. El mantra «España, cuando es importante, es peligrosa» sigue vigente. Por eso en lo alto del tótem tenemos a una patrulla con la misión específica de deshacer España. Parafraseando a Calvo Sotelo, cuyo asesinato marcó prácticamente el inicio de la guerra civil, «progresamos adecuadamente hacia una España rota y roja».

¿Y en qué está parando todo este show? En gritos y lamentos. Que oigan: parecía casi imposible, pero la pesoe lo está logrando de veras: ha conseguido fomentar el separatismo leonés, especie desconocida hasta hace cuatro días; y consiguientemente, el rechazo castellano («Castilla, sin León, mucho mejor»). De Tudanca no voy a decir más que sigue jugando a la petanca mientras esto pasa en su feudo, que le parecerá de perlas; porque si digo lo que me apetecería decir de ese «señor», seguramente acabara yo en los Tribunales, reo de los delitos de injuria y calumnia. Ése es uno de los gritos. Ya puestos, falta que Andalucía se parta también en dos «naciones»: la «Bética» y la «Penibética» (ya sé que estoy dando ideas a los descerebrados, pero en fin). Y todo así.

Los lamentos a los que está dando lugar este desgobierno son de dos tipos: uno, el lamento boliviano de los comunistas desorejados de Podemos. Lenin les daría dos besos por haber abrazado la porquería del género como antesala a la instauración del régimen totalitario de todos conocido. Quizá por eso y muy convenientemente ha saltado el «escándalo» de los vínculos de Podemos con el régimen dictatorial de Evo Morales, gracias a una auditoría externa —los auditores hicieron tan bien su trabajo que los echaron—. Del lado socialista también tenemos dos lamentos: uno boliviano, a cuenta del extraño episodio del allanamiento de la embajada boliviana en España, en el que al parecer los mexicanos tienen también algo que decir. Y luego, el venezolano, a cuenta de los vínculos de un tal Morodo con el régimen bolivariano de Maduro y de la visita de una tal Delcy Rodriguez, a la sazón vicepresidenta de la narcodictadura venezolana.

Finalmente, quisiera referirme a la crisis silenciosa de… Canarias. Todavía es España, pero Marruecos no oculta las ganas que le tiene a ese territorio. Están en medio los chalados del MPAIAC, que creen que las Islas podrán algún día constituir una «nación independiente». Seguramente no prevén que podrían quedar en la misma situación que los saharauis; pero claro, «largo me lo fiáis», deben pensar. Hay un dato descorazonador y una pregunta al respecto: la izquierda (el PCE, en concreto) tiene el proyecto de «devolver» Ceuta, y Melilla desde fecha tan temprana como 1924. Hoy habría que añadir Canarias, dada la inexplicable maurofilia de los podemitas. La pregunta, a la que hoy domingo se ha referido Luis del Pino con circunloquios y sobreentendidos —habiendo sentado plaza de «dialogante» no es bueno mentar la bicha, al parecer—, es la siguiente: ¿tenemos un Ejército suficientemente preparado para defender nuestras fronteras en caso necesario? Porque si después de no estar a buenas con los «cochinos imperialistas americanos» esperamos que éstos nos defiendan en caso de una hipotética invasión marroquí, lo llevamos claro.

Pero tranquilos, porque como dice la vieja canción de La Trinca…

I ara aquest país, que consti, que consti,
si no va millor, anirà pitjor
perquè ja tenim govern progressista,
perquè a fer punyetes ens n’anem tots.

Le hemos cambiado un poco la letra porque, a fin de cuentas, este gobierno progresista pretende un cambio de régimen y los ciudadanos de a pie —los de siempre, no ellos precisamente— nos vamos a ir a hacer puñetas cuando nos dejen sin Constitución ni leyes a las que aferrarnos para defender nuestros derechos. Ah, ¿pero ustedes creen que tendríamos derechos en ese presunto nuevo régimen? Pues eso, que dijo Sánchez. Y quienes presuntamente deberían defendernos, durmiendo. Pocos recuerdan ya lo que le ocurrió a Gil Robles.

Gotas que me vais dejando...

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