El catálogo de Rajoy

Por su interés –y porque coincidimos plenamente con el diagnóstico–, reproducimos aquí el siguiente artículo de Cristina Losada en Libertad Digital.

Una de las diferencias notables entre nuestros partidos de izquierdas y de derechas es que los primeros se esfuerzan por cambiar el estado de la opinión pública para alcanzar el poder, mientras que los segundos se afanan por cambiar ellos para que la opinión, trabajada por la izquierda, acepte que lleguen al Gobierno… de vez en cuando. El PP de Rajoy es el paradigma de esa actitud conformista. Su premisa resulta dolorosa. Se reconoce incapaz de alterar el curso de la corriente dominante y su dilema es adaptarse o morir. O languidecer en la oposición, que viene a ser lo mismo.

El vía crucis del PP en estos años se ha llamado «cordón sanitario». De ahí que Rajoy volviera a manifestar, al hilo de la convención barcelonesa, su júbilo por el hecho de que ya puede pactar con cualquier fuerza democrática. ¡Yupi! Y por si alguien albergara dudas sobre la causa de tan gozoso fenómeno, él mismo aclaraba cuándo y dónde se produjo el punto de inflexión: en el Congreso de Valencia. O sea, que no han cambiado los otros, sino el PP. Y es natural. Dado que considera inmutables las condiciones existentes, se ha decidido a mutar él. Todo con tal de dejar de ser un apestado para sus adversarios. También los niños rechazados por sus compañeros se avienen a someterse para evitar los insultos y la marginación. Pero los niños no hacen política. La cuestión es si el PP hace política o sólo quiere gobernar, que son cosas distintas, aunque puedan ir juntas.

De haber sido la convención citada una feria del mueble, el decálogo de don Mariano sería un catálogo de piezas para el jardín. Simples, sin pretensiones, para cualquier clima y toda estación. Pero resulta que es el compendio de los valores que, según dijo, no están sujetos ni a retoque ni a revisión. Como han calificado, irónicamente, la reunión de ideológica, debemos concluir que ahí se encuentra el núcleo duro de la ideología del PP. Una que no tiene nombre, no vaya a ser que les llamen conservadores o liberales, que es peor. Y una tan diluida que a nada compromete. Lo más concreto que anunció Rajoy en Barcelona fue un gran pacto contra la corrupción. Napoleón aconsejaba crear una comisión cuando no se quiera solucionar un problema. En España, proponen pactos de Estado. Y hablando del Estado, del Estatuto de Cataluña sólo han dicho que acatarán la sentencia que venga, cuando venga. Adaptarse o morir.

Metanepiandooooooooooo

Volvemos otra vez a los cuentos de la T.I.A. y la A.B.U.E.L.A. El PSOE, que nunca ha sido un ejemplo de honradez, ni en el Gobierno ni en la oposición, se ve acusado de «espionaje a la oposición». Tiene visos de realidad: los probos funcionarios del Estado tratando de remedar La vida de los otros, espiando y vigilando a los disidentes. El asunto, pese a ser gravísimo si se confirma, tiene detalles cómicos: que los «escuchas» se equivocaran «de Montero» y confundieran al magistrado del TSJV (que, para más inri, votó en contra de la libre absolución de Camps) con el abogado de la defensa es cosa que sólo pasa en Estepaís.

Pese a todo, lo que no podemos dejar de advertir son dos cosas: De Cospedal no puede lanzar una acusación tan grave en un Estado de Derecho y echarse a dormir, sin más. Lo que ha de hacer De Cospedal es, como todo hijo de vecino, presentar la correspondiente denuncia en el juzgado que por turno corresponda y aportar las pruebas que abonan su denuncia. Si no lo ha hecho así, eso sólo puede indicar dos cosas: primera, que su confianza en que la Justicia –que es quien debe arreglar este tipo de asuntos– resuelva la cuestión no es muy allá que digamos; y segunda, que algo tiene que haber cuando prefiere el ruido mediático al quehacer judicial. Vamos, que «cuando el río suena, agua lleva». Que seguramente no será todo lo que diga el PSOE que hay –la verdad y el PSOE sólo son amigos y a medias cuando aquélla favorece a éste, y poco más–; pero si De Cospedal no tiene pruebas, lo mejor que puede hacer es callarse hasta obtenerlas. Y tercero: que «ha querido levantar la liebre, pero no demasiado». Que se hable, pero que no se investigue demasiado, no sea que se encuentre algo que no se quería encontrar.

Es verdad que hay sospechas muy fundadas de que el PP pueda ser escuchado, e incluso cabe la posibilidad de que exista algún topo que informe a Rubalcaba (aunque a veces, viendo cómo actúan, uno cree que no necesitan topo alguno que los empuje al precipicio). No deja de ser sorprendente –o no– que el PSOE lleve tanta ventaja al PP en materia de escuchas (de hecho, a todo un Vicepresidente le costó el cargo y un proceso judicial). Pero todo eso debe ser demostrado y además, debe serlo en sede judicial. Cualquier otra cosa es gastar pólvora en salvas y etresaaaaaaaaaarse más de la cuenta, que no conviene con esta ola de calor y eso no se cura con una cañita de chiringuito.

Tampoco es de recibo que la Fashionaria Voguemomia, tan pronto sale la sentencia absolutoria, se apresure a decir «naturalmente, recurriremos esa sentencia», cuando a quien corresponde decir eso es al Fiscal General de Estado. Bien es verdad que sospechábamos que Conde Pumpido no era muy «independiente», pero que se haya visto hasta ese punto… Ni lo es tampoco que se haya levantado la veda para crucificar blogosféricamente a Camps (máxime cuando, por el momento, no se aprecian indicios racionales de delito en su comportamiento).

P.D.- De paso y ya que estamos en verano, me pido un posado refrescante de María Dolores de Cospedal. Si Soraya no tuvo reparos en hacerse una foto-shop enfundado su cuerpo serrano en un negligé, quizá De Cospedal podría seguir el ejemplo. Podría valer incluso como estrategia electoral; porque las estrategias serias parece que en el PP de Rajoy pasan de largo…

Asco

He tratado de encontrar una palabra más suave que defina lo que siento en estos momentos por nuestra clase política. Tal vez debería añadir vergüenza, pero estimo que la vergüenza se halla comprendida en el término anterior.

Me preguntarán ustedes el porqué de este exabrupto. Por un lado, recordemos que desde hace 5 años y pico padecemos un desgobierno socialista cuyo mayor logro ha sido inyectar una buena dosis de psoriasis en la piel de toro. ¿Con qué finalidad? Por supuesto, esa finalidad no está madura para que los españolitos de a pie merezcamos enterarnos; pero a lo que parece, se trata sencillamente de ir borrando la memoria histórica tanto de la transición como de los llamados 40 años (el paréntesis franquista) y así «entroncar» con la idílica II República, que el mismo PSOE se cargó. Gobierna España un partido que no cree en España, sino en un extraño convoluto federal a medida de los sátrapas de cada región.

En cuanto al principal partido de la oposición, presunto recambio para el actual, está demostrando que no tiene –salvo honrosas excepciones– capacidad de reacción ante las manzanas podridas que se cuelan en su cesto. Grave es que esto se pueda afirmar del partido que gobierna; pero no menos grave es que se pueda afirmar del partido que aspira a sucederle y que además éste no reaccione con la debida celeridad (Rajoy ejerciendo de gallego: non se sabe si sube ou si baixa, ou si ven ou si vai).

La existencia de una casta política al estilo de la italiana parece un hecho que no necesita mayor demostración. Cierto que aquí no se escribirá (todavía) un libro como «La casta», de los italianos Rizzo y Stella; pero estamos hartos de ver como todo es puro teatro, un paripé. El paripé sólo deja de ser paripé cuando lo que está en juego son las poltronas de cada cual.

¿Y los ciudadanos? Desmovilizados. Deslumbrados con el circo, eso sí: los programas biliáceos para las señoras, el omnipresente fútbol para los señores (¿a quién carajo le importa que CR9 valga 90 millones de euros?) y entretenimiento siempre. Cuanto menos sepan los ciudadanos de lo que hacen los políticos, mejor. Y si alguien se atreve a preguntar, ¡querella al canto para callarle la boca! Vean, si no, el caso de las embajaditas de Carod. Se conceden a los embajadorcitos importes de hasta 12.000 euros sin justificar; la diputada del PPC Carina Mejías quiere saber por qué y Carod monta en cólera, y le planta una querella (por «difamación», suponemos). Viene a decirse que los ciudadanos no tenemos derecho a saber qué se hace con nuestro dinero. Los dominios de Carod son opacos a cualquier intento de investigación.

Pero quien dice los de Carod, dice también los de Chaves, que con el caso Matsa se ha cubierto de gloria. La oposición andaluza quiso tener acceso a la documentación del caso, y por no poder, ni siquiera pudieron llevarse copias de la documentación obrante. Tanto Chaves como Carod se han pasado por el arco de triunfo el art. 105 de la Constitución (y no le vale a Carod que «no se siente español y por tanto no cree que deba obedecerla»), así como el art. 35 de la Ley 30/1992, de 27 de noviembre.

En fin. Como decimos en Catalunya, «no hi ha un pam de net». Y da asco hablar de política. Eso, sin contar que en determinados sitios es peligroso para la vida o la integridad física posicionarse contra la satrapía correspondiente.

Este PP se va a la mierda (II)

En el post anterior habíamos dejado pendientes algunas cuestiones merecedoras de alguna atención por separado.

La primera –y un asunto nada menor– fue cómo Aznar, uno de los mejores presidentes de la (demo)cracia moderna española, consiguió refundar el PP sobre una base ideológica firme, que en términos pedantes se podría llamar «discurso ganador». Consiguió también –algo lógico por otra parte– preparar a Fraga un merecido descanso en Galicia, un mérito nada pequeño teniendo en cuenta lo mucho que mandaba Fraga entonces en AP. Consiguió convencerlo de que el partido iría mejor si le dejaba las manos libres, como en efecto así fue.

Eliminada la olla de grillos en que se había convertido AP (sonoro el portazo de Miguel Herrero, hoy «amigo del pueblo vasco») y refundado el partido como PP, unidos todos bajo un objetivo común (la consecución del poder con la idea de arreglar el desaguisado socialista), el partido inició lentamente la senda que le llevaría al poder en 1996.

Fue la senda de un discurso discutible o no, pero por lo menos coherente para todo el territorio nacional. Y una vez conseguido el poder, Aznar cometió el primer error de bulto: pasar página. Aznar quiso «pasar página» porque los ánimos estaban muy caldeados y era conveniente «enfriar» el asunto. Lo que a nuestro juicio hubiese debido de hacer es limpiar la Administración de topos socialistas. No tanto por colocar a los propios –que también–, sino por evitar fugas informativas. Eso sólo ocurrió en un caso: la Oficina de Presupuestos del Estado, asignada al competente José Barea. En el momento de cerrarla, dicha oficina parecía un queso de Gruyère y los socialistas se revolcaban de risa cada vez que José Barea hacía declaraciones, disponiendo como disponían de sus informaciones con antelación.

Pero para no contar una historia que muchos saben y otros no quieren leer, resumiremos diciendo que el primer éxito de la maquinaria propagandística zetapera fue el Prestige (tanto que todavía lo sacan a pasear, a pesar de que hay ya una sentencia que dice que todo estuvo correcto y bien hecho). El Gobierno del PP salió más o menos indemne de aquello, aunque el PZ consiguió lo que quería: sembrar la duda sobre la eficacia y eficiencia del Gobierno de Aznar.

El siguiente traspié (y consiguiente segundo éxito de la maquinaria zetapera de agit-prop) fue Irak. Desde el punto de vista parlamentario, fue todo correcto: se votó y se aprobó la resolución en Cortes. Sin embargo, el PP volvió a perder la batalla mediática: Aznar no consideró necesario explicar qué hacíamos en Irak los españoles. ¿Por qué apoyamos a Bush en su iniciativa bélica? No es que recuerde mucho de aquello, pero sí recuerdo un detalle: Francia y Alemania mantenían una «relación privilegiada» con Saddam Hussein, que les reportaba pingües beneficios. Ése era un buen motivo para oponerse a la invasión, como efectivamente ocurrió en los primeros momentos.

¿Pero y nosotros? ¿Pagábamos la deuda con EE.UU. por su intervención en el conflicto de Perejil? A no ser que alguien me aporte otros motivos fundados, no se me ocurre otra razón, puesto que en Irak no se nos había perdido nada. Sin embargo, el PZ utilizó –y muy bien– las medias verdades y los silencios del Gobierno para desgastarle. Hubiese sido más coherente explicar al pueblo por qué íbamos donde íbamos; pero pesó más la raison d’Êtat y el hecho de que desde que estamos en (demo)cracia, nuestros gobernantes nos tratan como si fuésemos niños de teta que no sabemos lo que nos conviene. Y de hecho, a día de hoy, Aznar no ha explicado absolutamente nada.

Y el tercer traspié, ¡ay!, ése si fue sonado. El 11-M fue una obra maestra de agit-prop, de traición de determinados cargos clave del Estado, ejecutada con la precisión de un mecanismo de relojería. Hay teorías mil sobre el quién, si bien todo el mundo está de acuerdo en el por qué: logró el propósito de provocar un cambio de Gobierno. En cuanto a la primera cuestión, hay quienes apuntan a Francia: a Chirac no le gustaba el protagonismo que estaba cobrando España en el seno de la UE y mucho menos su influencia y actuación en cuestiones relacionadas con África y con nuestra ex colonia Guinea Ecuatorial. Otros, en cambio, apuntan a los USA y el desembarco de empresas españolas en Iberoamérica (intento de quebrar la «la doctrina Monroe»: malo).

Si no fuera porque se llevó por delante 192 vidas e hirió a 1.500 personas, tal vez hubiese sido «un atentado más». Pero al margen de otras cuestiones jurídicas, puso en evidencia la poca presencia de ánimo del Gobierno. Aznar hubiese debido suspender sin más el proceso electoral y permitir a la justicia actuar. Pero se reafirmó en la fecha del 14 de marzo, que fue sin duda la de sus Idus. Y Rajoy, que ya se veía presidente y mero continuador de la política aznarista, aterrizó sonoramente en la oposición. Y a partir de la primera legislatura zetapera, España comenzó a desandar el camino hecho hasta entonces y volver a ser potencia de segundo orden.

No es amor… es dictadura

Ayer, 14 de febrero, era el día de los enamorados en buena parte del mundo. Digo en buena parte porque, según tengo entendido, los musulmanes no lo celebran. Desde hace días, no obstante, en la radio, la televisión e internet han aparecido tal cantidad de ofertas, anuncios y demás que era imposible no darse cuenta de la efeméride (¿quieres trivializar una fiesta? Haz de ella un acontecimiento comercial).

Sea como fuere, para Luis Herrero no fue ayer precisamente «el día del amor». Fue el día en que, por decir lo que pensaba del gobierno del simio rojo, unos orangutanes le echaron el guante sin contemplaciones y lo metieron en el primer avión que salía de Venezuela.

Desde luego, el simio rojo se ha retratado con esa actuación. No porque Luis Herrero «fuese del PP» (es sabido que algunos, si pudieran, gasearían a aquellos que se atreven a discrepar de su opinión). No porque Luis Herrero fuera eurodiputado (no estoy seguro, pero creo que la persona de los eurodiputados es inviolable ubique et semper). Simplemente por ser Luis Herrero alguien que expresó su opinión sobre la dictadura bananera chavista. Por ejercer el derecho humano a la libertad de expresión. Por decir algo que aquí podrá agradar a unos y disgustar profundamente a otros, pero que en ningún caso merecería el trato que le han dispensado.

Se ha retratado bien el simio rojo. Pero al mismo tiempo, las reacciones de algunos ponen sobre el tapete algunas cuestiones.

La primera es si el señor Herrero podía expresar libremente sus opiniones. El PZ(OE) insiste en que se encontraba en Venezuela en calidad de observador internacional, lo cual comporta el deber de neutralidad (es decir, de mantener la boca cerrada). Por lo tanto, según el Gobierno, «si has incumplido ese deber y te han zurrado, te jodes». Pura manipulación. El señor Herrero, que no tiene por qué mentir, estaba allí en calidad de invitado de la oposición, lo cual no le impondría deber alguno respecto de la discreción e hincha la canallada del simio rojo a tamaño natural. Lo más gracioso es que no existe un presunto «estatuto de observador internacional», al que apelaba Elenita Valenciano para «justificar» la tropelía. Existen, sí, unas reglas, pero en modo alguno forman parte del Derecho Internacional, sino que únicamente son recomendaciones. Algo así como el «Código de Buena Conducta», que el Gobierno se pasa habitualmente por el forro.

Y aunque hubiese estado allí en calidad de observador internacional, ¿qué derecho tenían los gorilas chavistas a sacar a Luis Herrero a empellones de su casa, cual si fuera un vulgar delincuente y meterlo en el primer avión que salía del país? Son los modos de las policías políticas que hemos leído en los libros que nos hablaban de Rusia, de China, de Chile, de Argentina. Nada nuevo bajo el sol.

No sorprende que el ¿gobierno? de ZP no haya movido un dedo por él a pesar de ser un nacional español. Por otra parte, casi mejor. Imaginen ustedes que ZP presta a Luis Herrero su apoyo incondicional, como ha hecho con Obama. Al presidente estadounidense le han salido ranas unos cuantos Secretarios de Estado y ya empieza a haber críticas por su gestión (y eso que no lleva 100 días en el gobierno). No quiero pensar en lo que le hubiese podido pasar a Luis Herrero de haber sido así.

Solidaridad con Víctor Gago

Nos hacemos eco del comunicado de prensa de la Asociación Foro Liberal, que enlaza perfectamente con el post anterior (gracias, Lugo-Liberal). No tiene desperdicio y nos lleva a confirmar, desgraciadamente, que el partido anteriormente conocido como PP se ha convertido a la vez en «Partido Payudá» y en «Ministerio de la Oposición».

Por supuesto, toda nuestra solidaridad y ánimo para Víctor Gago desde éste nuestro humilde blog. Corren malos tiempos para la lírica, como decía la canción de «Golpes bajos»; pero sobre todo, corren malos tiempos para la VERDAD.

La directora de prensa de D. Mariano Rajoy Brey, presidente del Partido Popular, se ha querellado contra Víctor Gago por un comentario vertido por éste en Intereconomía en el que el periodista atribuía a Carmen Martínez Castro la filtración interesada de determinadas noticias que perjudicaban a José María Aznar: el uso de un avión privado para desplazarse a Valencia y la paternidad del hijo de una ministra francesa. La jefa de prensa de Mariano Rajoy acusa a Víctor Gago de haber cometido un delito de injurias al imputarle las filtraciones. La querella le es comunicada, tal y como relata Gago en su blog, el 24 de Diciembre.

Desde Foro Liberal queremos dejar constancia de nuestra más absoluta repulsa contra la doble vara de medir e hipocresía del Partido Popular.

El PP, por ejemplo, no interpuso querella alguna cuando:

  • – Maruja Torres, columnista de «El País», calificó de «hijos de puta» a todos su votantes

  • – Pedro Castro, PSOE, llamó «tontos de los cojones» a los votantes de la derecha

  • – Jesús de Polanco insultó en una Junta de accionistas de PRISA a los que acudieron a la única manifestación convocada por el PP.

  • – La Sexta llamó «por error» payaso a Mariano Rajoy durante un telediario.

  • – La presidenta del parlamento gallego llamó «gilipollas» a los diputados de la derecha

Mientras tanto, les dejo el futuro probable del periodismo no dirigido y de las personas que, por encima de todo, amamos la libertad y la verdad…

Este PP se va a la mierda (I)

Parecía imposible, ¿verdad? Bueno, pues ésta es la conclusión a la que llego, después de un largo tiempo de recopilar impresiones, comentarios, noticias, etc. De paso, tomo prestado el título del post del rótulo que cuelga del blog de mi buen amigo Daniel (que, si las cosas van como van, se acercará bastante a la verdad).

La legislatura pasada fue la del desconcierto del PP. La presente es la de la disolución. Créanme que no entiendo al PP desde el 9 de marzo de 2008. Y sobre todo, una incógnita es la que me preocupa: ¿qué ocurrió en aquella excursión mexicana? Rajoy volvió completamente del revés… y en vez de tirar piedras en la dirección del adversario, se las tiraba a su propio tejado. Era un hecho la irresistible ascensión de Soraya Ui y de su alegre pandilla de funcionarios-as de partido, prohijados por dirigentes cuyo mayor anhelo era –es– mandar en casa de los demás, aunque no manden en la propia (es paradigmático el caso de Javier Arenas, que desde que está de presidente del PP-A no levanta cabeza).

No menos llamativas fueron las despedidas de Acebes y Zaplana, bêtes noires de la Fashionaria Voguemomia y del progrerío todo. Zaplana, a pesar de un currículum político notable (pese al fiasco de Terra Mítica en Valencia los socialistas no pudieron jamás con él, a pesar de que lo intentaron hasta con mentiras; y como ministro tampoco lo hizo tan mal como algunos especímenes ministeriales que todavía hoy padecemos) decidió primero degradarse a diputado de a pie y luego enrolarse en la empresa privada. Acebes hizo lo propio a favor de Soraya y su alegre grupito.

Pero las alarmas me saltaron cuando el PP defenestró en poco más de tres meses a María San Gil, una persona muy válida que aportaba un plus de integridad muy importante (y no andan en ese partido muy sobrados de ella), no solamente a nivel vasco sino a nivel nacional. Hubo una deleznable campaña contra ella salida de las entrañas de Génova, 13. A muchos nos dolió que un senyor llamado Lassalle soltara aquella idiotez de «¿quién es esta tía?» (habría que preguntarse quién coño es él para hablarle de esta manera a María). Luego, el portazo de Ortega Lara, cuyo valor reside en ostentar el récord de duración de secuestro (532 días) por parte de los malnacidos etarras.

Y ya lo último: que el partido antes conocido como PP se está transformando en «el ala este del PZ(OE)». No olvidemos que Rodrigo Rato era –ahora no lo sé– un hombre del bilderberg Polanco. Lo mismo que Gallardón: no hay sino recordar la prisa que se dio en dar una calle al cadáver aún caliente del amo. Ahora Rajoy no hace otra cosa que babear cada vez que ZP le lleva de paseo en avión. Cospy y los sorayos, con la bendición de Rajoy, lanzan el mensaje –inane, porque no hay una ideología firme que lo sostenga– de que «vamos a ganar las elecciones», que básicamente es de una vacuidad horrorosa y que analizaremos en un próximo post.

El coñazo

Pues estamos apañados. Por si le faltaba algo, al presunto líder del PP y aún más presunta «alternativa de gobierno» no solamente le ha traicionado el micrófono, sino el inconsciente.

Decir que asistir hoy al desfile de las Fuerzas Armadas como uno de los actos de celebración de la Fiesta Nacional «es un coñazo» es indicativo de lo poco que le interesa al señor Rajoy hacer gala de su españolidad. Él, como galaico don Juan, hubiese preferido hacer la escena del sofá con su doña Elvira, en vez de aguantar el coñazo del desfile. Claro que sólo es una vez al año; pero esta vez, como llueve y hace frío, como que no es para tirar cohetes y no invita.

Y luego, mira lo que han tardado los progres en hacer leña. Ha salido como un miura Lerele Pajín a afearle la conducta. Claro que ella, como buena progre que es, no mira la viga en el propio ojo, sino la paja en el ajeno; sin embargo, aún así, tiene razón. Pero el problema no es sólo ése. El problema es que el P(SOE) posee una red de terminales mediáticas, blogueras y demás que repetirán la pifia ochocientos millones de veces. No importa que él se haya disculpado diciendo algo así como que «era un decir coloquial», un modus vulgaris dicendi; para las muchas personas que sólo se informan en la televisión, quedará dicha pifia como un baldón insalvable en la carrera de Rajoy hacia la Moncloa (que más bien parece estar pedaleando hacia atrás).

Pues nada, señor Rajoy. En estos tiempos en que parece que ser y sentirse español cotiza a la baja, si le parece un coñazo asistir a un acto en el que se celebra precisamente la Hispanidad, yo le dispenso de asistir. A usted y a todos los que, como usted, piensen que eso de homenajear a la Patria española «es un coñazo». En estos tiempos en que algunas Comunidades Autónomas se comportan como el bíblico hijo pródigo y quieren heredar a España antes de degollarla con cuchillo de matarife, no debería ser un coñazo alegrarse de que todavía existe España como tal.

Yo le voy a decir lo que es un coñazo, señor Rajoy. Es un coñazo soportar a una clase política que no ve más allá de su trasero y que ni siquiera en tiempo de crisis tiene el gesto o la decencia de bajarse sus sueldos, privilegios y gabelas varias. Es un coñazo soportar un día sí y otro también las pepiñadas de ese señor que se hace llamar vicesecretario general del P(SOE). Es un coñazo soportar a un Gobierno que se ha quedado sin ideas y que de todos sus males culpa a la oposición, como si eso fuera un argumento y la panacea para arreglar la crisis (y luego encima le piden actos de fe ilimitada; y usted firmará, que ya lo estoy temiendo). Es un coñazo oírse llamar «facha pepero» todos los días, simplemente por defender la Constitución y porque uno exhibe la bandera española constitucional en su blog. Es un coñazo discutir con los progres, a sabiendas de que tienen el rollo mejor aprendido que un vendedor de seguros y que uno no les va a convencer a pesar de que no dicen más que chorradas. Ésos son coñazos, señor Rajoy, y no la asistencia a la celebración de la Fiesta Nacional.

Y si no se ve capacitado para ejercer la representación institucional como jefe de la ¿oposición?, deje paso a otra persona que tenga menos remilgos en ser cumplida con la Patria. Y vaya haciendo las maletas para Santa Pola, que allí seguro que hace mejor tiempo que en Madrid.

Pensamientos al vuelo

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Pensamientos diversos a vista de pájaro

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Ya que no podemos arreglar el mundo, hablaremos de lo que nos interesa: la política y los políticos, el fútbol, el cine, y todo lo que nos molesta, acompañados por unas jarras de cerveza. Bien fresquitas, por supuesto

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La Imagen Reflejada

El Patito se vió reflejado en el agua, y la imagen que ésta le devolvía le cautivó por su hermosura: era un magnífico Cisne

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