Pero ciñéndonos a los hechos (remarco el palabro porque periodistas y políticos, en la euforia del titular no suelen leer más allá), no sabemos aún qué precio ha tenido que pagar el Gobierno por esto. Que nadie da duros a cuatro pesetas (lo siento por el anacronismo) y ETA, menos que nadie, hasta ahí podíamos llegar. Zapatero aún no ha dicho nada y los etarras tampoco. De entrada, no sabemos si en León se juega mucho al mus, pero a tenor de las circunstancias, todo parece que al Gobierno le están tratando de colocar un órdago a la chica. A la «chica callando», suponemos. ETA no dice, además, en qué condiciones deja de asesinar, extorsionar y/o amedrentar. Por no decir, ni siquiera dice que va a proceder al desarme total de sus «muchachos», ni mucho menos cuándo.
Hasta aquí lo que puede -o mejor, debe ofrecer-. En cuanto a lo que exige, pues… parece que no hay nada nuevo bajo el sol. Exigen el llamado «ámbito de decisión vasco» (que me diga alguien quién puede determinar quién sea vasco y quién no). Exigen Navarra, como primer paso a la creación (en unas décadas, suponemos, de la gran Euskal-Herria, trasunto sin duda de la Gross Deutschland (¿a qué me suena eso? Y es más: que les pregunten al 90% de los navarros si quieren o no ser vascos o, mejor dicho, si quieren caer bajo la férula del PNV y aliados). Y lo peor de todo es que no querrán ser menos que los nacionalistas catalanes: el Estatut va a ser el rasero por el que van a medir las exigencias y los deberes.
No obstante, todos los medios de comunicación y en especial los de obediencia gubernamental ya están echando las campanas al vuelo: ¡La guerra ha terminado! ¡Se acabó el terrorismo! ¡Loor y gloria a Zapatero I, El Pacificador! Pues muy bien. Pero que nadie se llame a engaño. Mucho me temo que pronto habrá un coro de «ya os lo decía yo». Pero no hay que ser agoreros y aguar la fiesta, claro que no. Pues lo dicho. Agur eta ondo!