Como diría Emilio el Moro, en paz descanse y en la gloria nos veamos, ¡que se fue La Lirio! Mentira parece que después de tanto tiempo podamos dejar de ver el careto acibarado de la Voguemomia los viernes a la hora del condumio, contándonos las mentiras que ha aprobado el Gobierno y dando venia a los periodistas-masajistas (a las moscas cojoneras de LD y la Gaceta ni agua, vamos).
La hija de… don Wenceslao Fernández de la Vega (¡presente!) ha brillado especialmente en tres momentos que yo quisiera recordar aquí, no necesariamente por orden cronológico. El primero de ellos fue el incendio de Guadalajara. ZP era más o menos primerizo e hipersensible a los abucheos (lo sigue siendo, por cierto). Los abucheos provocan la aparición de ronchas y sarpullidos en su piel finísima, de tal manera que tuvo que ir la Voguemomia en calidad de Vice para calmar los ánimos de los arriacenses, tras un incendio que quemó 11.000 hectáreas de bosque y mató a 10 personas de un retén. ZP se quedaba en los Madriles disfrutando de Wagner (no iba a interrumpir el gozo de dormir durante cinco horas en una ópera). El asunto no está apagado del todo, aunque todavía no se ha empapelado a nadie. ¿Será que la sombra de Bono aún es alargada allí?
El segundo momento estelar fue la coordinación (es un decir) del secuestro del Alakrana, que le pilló fuera de las Batuecas. Todo un prodigio de incomunicación: las familias pasaron semanas enteras sin saber nada de sus maridos e hijos por el Gobierno. Los ministros interesados en el caso ni siquiera se hablaban entre ellos (y prácticamente en lo que restó del Gobierno ya fenecido). Quizá por eso decidió intentar llevarlo a distancia. Pero la Voguemomia debió ya saber que hay acontecimientos que no se pueden manejar a distancia, sino que hay que estar al pie del cañón. Eso puede marcar la diferencia entre el triunfo y la derrota (que se lo digan a Gerhard Schroeder, a quien el haber estado al pie del cañón en unas inundaciones le valió un triunfo electoral). Y fue además el principio de un via crucis de secuestros y correlativos pagos.
Y el tercer momento que quiero traer a su consideración es la histérica persecución emprendida contra los periodistas Dávila y Alfageme porque se descubrió su empadronamiento irregular en la población valenciana de Beneixida, poco antes de las elecciones generales. La habían hecho cabeza de lista por Valencia, donde ella tiene sus raíces, pero no su residencia habitual. Quedaba fatal que alguien que pretendiera ser diputada por Valencia no viviese allí (por el tema de la «cercanía al pueblo», ja); así que ni corta ni perezosa, se fabricó un empadronamiento à la carte, ocultado al censo y hasta al BOE.
Pero la revista Época descubrió la pirula y lo denunciaron. Eso la puso de los nervios, y mucho más cuando se descubrió que la vivienda en la que presuntamente residía la individua reunía escasas condiciones de habitabilidad (humana). Y mucho más cuando los vecinos hablaron y dijeron que nunca habían visto por allí a esa señora. Recuerda un poco la historia de la doble afiliación al partido nazi de Herbert von Karajan: lo que le importaba no era que se supiese que había estado afiliado a él, sino que se había afiliado una segunda vez porque la primera no había sido la buena. Y ni corta ni perezosa, pretendió usar el aparato del Estado contra estos dos periodistas. Afortunadamente quedan jueces honrados y a la Voguemomia le salió el tiro por la culata. Y sus propios compañeros de partido han remachado el clavo impidiendo que para las próximas elecciones repita la treta.
Así, pues, ahora que ya estará fuera del Gobierno, tendrá tiempo de empadronarse correctamente en Beneixida y arreglar su casa. Aunque al mal decir de algunos, probablemente viva mejor en compañía de los espectros que de las personas. La astracanada protagonizada en el Valle de los Caídos (y casi les digo que todo el tema del Valle de los Caídos) lo demostraría de de sobra. No desentonaría en un mal remake de La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero, película de culto de los amantes del gore, como es sabido.
Tampoco ganamos mucho con su salida. Rubalcaba, le Fouché espagnol, se halla ahora mismo en la misma situación que su original francés: hay vacío de poder formal (en el caso del francés, derrotado Napoleón en Waterloo y antes de la restauración borbónica) y él es quien maneja todos los resortes. Será él quien ponga cara a partir de esta semana a las tenidas los Consejos de Ministros de los viernes durante la sesión de masaje periodístico rueda de prensa subsiguiente.
De los otros personajes sólo nos queda decir que también son ben eixits. Y que hablaremos de ellos en una entrada próxima. Mientras tanto, les dejo con la segunda estrofa de La Lirio (que curiosamente no suele aparecer en las letras de la canción subidas a Internet), pero cantada por Emilio el Moro, que en la gloria nos veamos en cola y con cupón de cartilla…
Un hombre vino de Cuba
que a la Bizcocha ha pagao
cincuenta pesetas rubias
por aquel loro pelao,
por aquel loro mojao.
Dicen que fue Fidel Castro
porque quiere inaugurar
un zoológico en La Habana
y le farta este ejemplar.
Y de Cái a Almería
corre el novio de la Lirio
dando saltos de alegría…
La Lirio, la Lirio tiene,
tiene una cara la Lirio
que te la encuentras de noche
y te quedas como un cirio.
Se dice que mató a un hombre
de un susto que le pegó,
pero la verdad del cuento,
ay, Lirio de mi tormento,
es que Cái ya descansó.
Y a la mar, ballenas
y a los muertos, cirios.
Y pa’ alegrarme mare de mi arma,
saca el güisqui, cheli,
que se fue la Lirio,
saca el güesqui, chili,
que se fue…
¡Que se fue la Lirio!
P.D.- En el caso presente, al decir de las malas lenguas, sería la novia.
Actualización
Y si lo quieren con música, aquí lo tienen:
Emilio el Moro – La Lirio