Herr Otto, das Wunder y una Sexta


Inspirado nuevamente por mi amigo Noatodo, hoy tampoco me apetece escribir sobre política, que últimamente va de traspasos, urdan-pillines y otras hierbas europeas poco recomendables. Lo único que nos queda claro a los ciudadanos de a pie es que pasaremos una larga temporada en el infierno.

A Dios gracias, siempre nos queda la música, habitualmente libre de servidumbres políticas. En esta ocasión, como les decía, en su último minuto musical Noatodo comparte con nosotros el Beethoven del gran director que fue Otto Klemperer, a quien él cariñosamente llama don Otto. Yo, quizá porque soy de escuela más antigua, prefiero llamarle Herr Otto (de la misma manera que no se me ocurriría llamar «don Heriberto» a das Wunder).

Y créanme que voy a dar la razón a mi compadre, aunque sólo sea por esta vez y sin que sirva de precedente. Pero lo haré desde un punto de vista diferente. Es decir, no desde Beethoven (para mí, la integral que grabó das Wunder en 1963 es de absoluta referencia y de ella abajo las demás, se ponga como se ponga mi compadre), sino de un autor que a Karajan también le ha quedado bastante bien: el ruso Piotr Ilyich Tchaikovski.

En concreto, someto a la consideración de ustedes la Sinfonía nº 6 en si menor, op. 74, que la exacerbada sensibilidad romántica de la época etiquetó de Patética (más patético debió resultar a quien se le ocurrió tal etiqueta, y desde luego, no fue el propio compositor). Un poco al modo de lo que ocurrió con el pobre Chopin, que también tuvo que soportar póstumamente que algunas de sus obras llevaran títulos que él probablemente jamás hubiera aceptado en vida.

La historia de la obra es más o menos conocida: viene a ser como su adiós a la vida; vida marcada por la lucha entre su orientación homosexual y sus esfuerzos por parecer «aceptable» ante la sociedad rusa de su tiempo, nada transigente con el amor entre personas del mismo sexo. Al parecer Tchaikovski picó demasiado alto y consiguió que un sobrino del zar Alejandro II se enamorase de él. Llegado el asunto a oídos del zar, se zanjó sin contemplaciones: se formó un tribunal de honor y prácticamente se condenó a muerte al tovarishch Piotr Ilyich; pero no a fusilamiento, sino a que se quitara la vida (que resulta menos directamente culpable). Así pues, habiéndose declarado a la sazón una epidemia de cólera en Moscú, Tchaikovski aprovechó la ocasión y bebió un vaso de agua sin hervir, lo cual le produjo la muerte en 1893.

Su última sinfonía, que además es su última obra terminada, es por tanto lo que se puede llamar pomposamente su testamento musical. En él Tchaikovski vierte toda su amargura y dolor (en los movimientos extremos), así como la melancolía por los viejos y hermosos días que ya no volverán, esos días de fiestas (segundo) y triunfos (tercero). Pero para no ponernos en plan cebolla invito a ustedes que comparen el scherzo, que es la parte más o menos «optimista» de la obra. Incluyo los minutos exactos por si se quieren centrar exclusivamente en el fragmento citado.

27:00 – 37:45 Klemperer / Philharmonia Orchestra.

28:20 – 36:53 Karajan /Wiener Philharmoniker

La cuestión está en que la música nos presenta un desfile. Para que lo entendamos, lo plantearé en términos españoles. Imagínense ustedes que el calendario marca el Día de las Fuerzas Armadas. Después de haber abucheado a ZP (o no), comienza el desfile. Herr Klemperer, el rey de los tempi lentos, lo plantea al paso del Ejército de Tierra (115 pasos por minuto). Herr Karajan, en cambio, le imprime un paso de legionario (155 pasos por minuto).

Si nos atenemos al criterio de nuestro ya venerable Código Civil, el art. 675 nos dice: «Toda disposición testamentaria deberá entenderse en el sentido literal de sus palabras, a no ser que aparezca claramente que fue otra la voluntad del testador. En caso de duda se observará lo que aparezca más conforme a la intención del testador según el tenor del mismo testamento». Si preguntamos cuál es la versión que mejor expresa la voluntad del testador, la discusión está servida.

Y aquí es donde yo doy la razón a mi compadre. Dejando aparte el tema de la afinación (Herr Karajan afina medio tono más alto de lo normal, cosa que no me gusta), la versión de Herr Klemperer es mucho menos efectista y más contenida. Herr Karajan, en cambio, la interpreta como una especie de marcha enloquecida, una especie de huida hacia adelante. Das Wunder echa el resto de todo el pathos romántico, cosa que me parece un tanto fuera de lugar, incluso tratándose de Tchaikovski, cuya música en ocasiones tiene hasta un punto de histerismo, es cierto; pero no me parece que aquí y en esta música sea lo adecuado o necesario. ¿Quién de los dos se acerca más a lo que el compositor hubiera querido oír? Son ustedes libres de elegir bando.

10 comentarios en “Herr Otto, das Wunder y una Sexta

  1. ¡Muy buenas!

    Tengo entendido que lo de «patética» se lo puso Modest Chaikovski justo después del estreno, y que el bueno de Piotr lo dio por bueno. No se trata de «patética» con el significado ese habitual últimamente de «penosa», sino algo así como «que mueve el ánimo vehementemente», que a mí no me parece tan desacertado.

    Suelo protestar contra lo del «testamento musical» (sí, muy pomposo) y que Chaikovski volcara aquí todas las penas que lo llevaron a suicidarse. ¡Como si en los años anteriores el hombre hubiera sido la alegría de la huerta! Ya había intentado suicidarse antes (el episodio del Moscova) y muchas otras obras suyas anteriores tratan también más o menos sobre cómo el destino nos golpea y tal y cual. Si damos por buena la tesis de Orlova, todo se desencadenó en octubre del 93, y Chaikovski llevaba trabajando en la sinfonía desde febrero, así que no puede ser que toda la sinfonía esté escrita bajo la amenaza del suicidio.

    Lo anterior no venía a cuento pero tenía que decirlo :D. Respecto a las grabaciones, lo siento mucho por don Otto, pero en un Allegro molto vivace quiero escuchar algo del molto vivace. Esa lentitud me desespera, ¡no puede ser! Así que si tengo que elegir, me quedo con Karajan, aunque prefiero la sexta de Abbado, por ejemplo.

    Nada, ahí quedan my two cents. Saludos.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Miss Fidget. Me siento honrado de que alguien que sabe más que yo visite éste mi humilde rinconcito 🙂

      1.- Si el apodo se lo encasquetó su hermano Modest me callo porque, según tengo entendido, Tchaikovsky no era capaz de negarle nada. Y en el sentido que le das, más etimológico (patere, sentir profundamente, padecer), se entiende mucho más, dado el volumen del dolor y resto de emociones que expresa.

      2.- Al menos en lo de testamento musical estamos de acuerdo, jeje. Es cierto que ya intentó el adiós-mundo-cruel tras su desgraciado e imposible matrimonio con una alumna suya, Antonina Miliukova, uno de los acontecimientos que están en la génesis de la Cuarta (1877). Off-topic, la fanfare inicial de la Cuarta la tengo de tono de llamada, jeje. Lo cierto es que después de buscar un poco (Wikipedia), resulta que el tovarishch Tchaikovsky pudo haber fallecido de:

      a) Cólera, por la epidemia que se desató en aquel aciago 1893.
      b) Suicidio, inducido por el juicio sumarísimo de un tribunal de honor, que es la tesis que yo acojo en mi entrada.
      c) Efectos a largo plazo del tabaco y el alcohol (¿tanto bebía y fumaba este hombre?).

      3.- Ahí está la cuestión. Tal vez tengas razón en que la versión de Herr Klemperer no es exactamente molto vivace sino más bien feierlich märsch y que en ese sentido Herr Karajan se ajusta más a la letra de la partitura. De todos modos tengo que reconocer comparé a Klemperer con Karajan sólo por fastidiar a nuestro común compadre Noatodo, pues ya sabes que es muy anti-Wunder 😛

      Saludos,
      Aguador.

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  2. Queridos y admirados dos:

    Pues aquí os voy a dar argumentos para empezar a decir «buuuuuuuh», «fueraaaaa», «laxooooooo», «perroflautaaaaa». Y es que para mí la Patética ideal es la de Muti. Yes.

    Se la escuché en directo con la orquesta de la Scala hace años y al día siguiente me fui a una tienda a comprar el CD. Es su obra favorita y, en mi opinión, la hace estupendamente. Sus grabaciones más recientes, mejores que la de EMI con la orquesta de Philadelphia. Esta caja en concreto está estupenda. Y si tenéis oportunidad de escuchársela en directo, id.

    La verdad es que para Tchaikovsky don Otto no me acaba de convencer. De vez en cuando escucho el cantabile de su quinta sinfonía, pero no es lo que más le pega ni lo que mejor hace. Estoy de acuerdo con vosotros dos en que ese finale de la sexta es lentorro y aburrido.

    Y lo de Beethoven y Karajan es una provocación en toda regla. 😉 Si ahora me dices que te gusta más la Missa Solemnis karallánica que la de don Otto, muero.

    Un par de abrazos.

    PS: Me encanta que escribas de clásica.

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    1. Apreciado Noatodo:

      Debo reconocer que no he escuchado la Missa Solemnis, que es obra para mí completamente nueva. Aprovecharé para comparar versiones entre das Wunder y Herr Otto, a quien tal vez habría que llamar Herr Langsammer 😛

      En cuanto a la Sexta de Tchaikovsky, finalmente coincidimos todos en que es una obra de repertorio y que un número respetable de directores y orquestas dan buenas versiones de ella. Karajan/Berlín, Klemperer/Philharmonia, Abbado/Chicago son todas ellas buenas versiones con sus matices.

      Un abrazo,
      Aguador.

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Gotas que me vais dejando...

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