Je ne suis pas Charlie Hébdo (y V)


¿Qué hacer?

No vamos a caer en el populismo de proponer soluciones sencillas a problemas complicados, como ese parroquiano de bar —también de red social— que abunda mucho y muestra mucha adrenalina y pocas luces. Alguien que afirma enfáticamente «Yo esto lo arreglo en cuatro patadas». Añádase un juramento y/o un puñetazo en la barra, según los casos.

Sin pretensiones, pues, de «arreglarlo todo en cuatro patadas», intentaremos responder a la cuestión implícita en las entradas anteriores: «Sí, mucho criticar, ¿pero qué propone usted?». Ahí va mi propuesta.

De puertas adentro

En primer lugar, Europa debe recordar quién es y por qué existe. No se trata de remontarnos a los años del pacto entre Adenauer y Schuman, sino bastante más atrás. Se debería recordar —también en las escuelas— que Europa, como entidad, se formó contra el Islam. En sus fronteras occidentales, porque en España el rey asturiano Pelayo decidió que no quería vivir bajo el yugo ni las costumbres musulmanas y porque Carlos Martel frenó en seco en Poitiers el avance musulmán hacia el centro de Europa. Gracias a él los alemanes no han sabido qué es convivir al lado del Islam hasta que en fechas relativamente recientes han llegado los turcos. Y en sus fronteras orientales, griegos, húngaros, búlgaros y rumanos se las tuvieron muy tiesas con el imperio otomano. Ahí está el rumano Vlad Dracul, llamado el Empalador porque empalaba turcos como churros. Y no precisamente como deporte, sino como defensa ante las continuas incursiones otomanas.

En suma, abogamos por un rearme moral de Europa: no tanto por «recordar quienes fuimos» (agua pasada no mueve molino) sino para que no nos obliguen a dejar de ser quienes somos. Sería interesante que esa «Unión Europea de mercachifles» y de principios vendibles al mejor postor recuperara un poco de la dignidad pasada que predica a sus ciudadanos al mismo tiempo que la conculca en sus trastiendas (la más significativa, África). No me vale esa casta política europea que ha convertido el ¿gobierno? de 350 millones de personas en una continua querelle des buffons por ver quién va al frente del desfile, cuando no entona el qué hay de lo mío.

Y, sintiéndolo mucho pero así es mi opinión, ese rearme moral sólo es posible recristianizando Europa. A la religión-sistema sociopolítico islámico sólo puede enfrentársele el cristianismo en el plano de las creencias. Vean ustedes que cuando la Alemania nacionalsocialista invadió la URSS en 1941, Stalin tuvo que dejar a un lado el «proletarios de todo el mundo» y el ateísmo comunista rampante. Tuvo que apelar a la eterna «madre Rusia», que no era otra que la de la religión (ortodoxa) y tuvo él mismo que convertirse en un icono por el cual matar y dejarse matar (lo que después se denunció como «culto a la personalidad» y que no es más que otra forma de idolatría contradictoria con el ateísmo oficial). El hedonismo-nihilismo actual nos lleva hacia la nada y nos deja inermes frente a un enemigo moralmente superior debido simplemente a que tiene un por qué, tal y como dijo Nietzsche.

De puertas afuera

De puertas afuera es otro cantar. Que la UE es la «Europa de los mercachifles» tiene su prueba palmaria en el principio no escrito de first is business. Hacemos negocios con países musulmanes a los que los derechos humanos les traen al pairo e hipócritamente decimos: «No es personal, son los negocios. Lo que hagan ellos en su casa es asunto suyo». Es decir: en Francia «somos todos Charlie», pero en Arabia Saudi no somos Raïf Badawi, ni siquiera en nombre de la tan cacareada liberté d’expression.

Compramos su petróleo y dejamos que poco a poco se vayan apoderando de nuestros iconos, deportivos o de otra clase, Por si faltara algo, nuestra prensa, presuntamente independiente, es descaradamente favorable a los intereses árabes en perjuicio de los israelíes. En nuestra demediada televisión pública el tratamiento que reciben las noticias de «Oriente Medio» es vergonzoso. Bien es verdad que el conflicto ha llegado a un punto en que es difícil saber quién es víctima y quién no (yo diría que lo son los que en ambos bandos sólo desean vivir en paz y ver crecer a sus hijos libres de misilazos y de terroristas suicidas). La última genialidad de la UE ha sido eliminar, a través del TJUE, a Hamás de la lista de organizaciones terroristas. ¿En qué estarán pensando?

Para mí, pues, un asunto fundamental sería dejar de depender energéticamente de ellos. Ya sé que es ciencia ficción; pero hay posibilidades. Otra cosa es que el entramado de intereses alrededor del oro negro haga imposible este camino. Camino sembrado de patentes compradas por las grandes petroleras, por ejemplo, de automóviles que funcionan a base de electricidad u otra clase de combustible no petrolífero. Se deberían potenciar esas vías de investigación que nos libren del chantaje a que se nos somete por parte tanto de esos países como de esas empresas.

En segundo lugar, atender al criterio de reciprocidad religiosa y cultural. Ellos castigan prácticamente con la muerte lo que ellos llaman «proselitismo» y la «apostasía» y, en consecuencia, no permiten que se construyan centros de culto en su territorio. Nosotros deberíamos hacer lo mismo, pero siguiendo la máxima de John Locke: «Hay que ser tolerantes con los tolerantes e intolerantes con los intolerantes». Der Multi-kulturalismus ist tot.

Quizá podríamos seguir. Pero ya la plancha va demasiado grande y con las sugerencias que se dejan ya podrán hacerse una idea. De momento nos va el bolsillo. En un futuro no muy lejano nos puede ir la vida.

Gotas que me vais dejando...

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