La izquierda de los papanatas


Por su interés, reproducimos el artículo escrito por Andrés Calamaro en el ABC de hoy. Es agradable saber que no todos los artistas y los que se dicen artistas padecen de hemiplejia moral. Queda alguno sano, como este señor.

NO soy optimista con la izquierda de los papanatas, los resentidos, los antisistema, los antisemitas, animalistas y marginales culturales. No soy optimista con la izquierda de los narcisistas, charlatanes, inquisidores, puritanos y moralistas. No soy optimista con la izquierda de la prepotencia, con los pactos que no responden ni reflejan a las mayores voluntades, ni con las prohibiciones seriales o la promesa de una brecha en donde con suerte quedamos algunos de un lado y enfrente amigos, familia y conocidos separados por esa falla (eso si no caemos en el abismo de la brecha misma).

No entiendo un sistema donde la voluntad de los más no representa nada en el sistema democrático, ni entiendo una democracia que desoye las minorías con la excusa de referéndum para todo. No entiendo un sistema donde se considera normal que aquellos que recibieron más votos, sea para sostenerse o para corregirse, no tengan opciones porque deciden los pactos y no las gentes.

Hay una minoría que tiene beneficios hinchados por campañas sostenidas en cadenas de televisión cautivas o cautivadas por el negocio redondo. Una minoría con derecho a llevarse los derechos por delante, empoderados por la inexperiencia de la aldea digital: una ciudad sin esquinas donde curtirse el cuero, el terreno de los bobalicones llenos de razones, la cancha de las contradicciones en una entrecomillada superioridad moral que llega desde la orilla izquierda de un río que huele a podrido.

Se allana el territorio de las libertades todas. Las tradiciones no son buenas razones por el sencillo hecho de que sin abrir siquiera un libro cualquiera puede compararlas arbitrariamente con otras tradiciones, que sirven para ofrecer el concierto de falacias incompetentes, que tanto gustan en el patio de colegio de la ciénaga digital y la opinión serial sectaria. El concierto cultural, temeroso o equivocado, parece vivir una segunda adolescencia y responde a lo más encharcado de los tópicos populistas y progresistas entre comillas.

Aturde el silencio de los músicos más que un ciento de amplificadores a volumen once. Abochorna la blanda reacción de los actores de la cultura, otrora profesionales del pasotismo y la próxima cerveza, ahora reconvertidos en mercenarios chic de la indignación por el IVA cultural más alto de Europa. Cierto es que indigna.

El acoso y derribo de las libertades individuales (que nos disgustó cuando se estrenó la ley de mordazas) parece ir a más en el desdichado concierto de prohibicionismos de tonalidad populista: la persecución de la garrapiñada calórica, el acorralamiento de los nombres de las calles como maquillaje de solución a los problemas que importan realmente, el desenfocado enfoque en una corrupción que todos sospechamos o supimos en tanto hayamos leído los periódicos en algún momento de los últimos veinte años (conflicto improcedente pero bien solventado por un poder judicial que funciona, al punto de sentar en el banquillo a miembros de la Familia Real y la real aristocracia balompédica). Se desprecia la voluntad y la alegría de nosotros, la gente. Entre la gente me incluyo: mi tribuna no son los premios al cine y mi gremio es el más castigado por la indiferencia, las vueltas de la vida, la acción tributaria, las complicidades del sistema, el fluido digital que invita a vivir concentrado en una pantalla que nos hace esclavos de una realidad virtual en forma de embudo.

No soy optimista con la nueva realidad porque es virtualmente una bomba de tiempo para el individualismo y la variedad cultural.

No creo que sea tan importante vivir conectados a una incógnita y con una potencial cámara de fotos siempre lista para perpetuar un instante sin lecturas ni buenos discos. La pregunta que me hago con frecuencia tiene relación con el conjunto de debilidades que permite semejante concierto de desconciertos. Una opinión transgénica donde no importa la voluntad de la mayoría ni se respeta la libertad de las minorías, salvo si estas minorías son tres mosqueteros complutenses dispuestos a cualquier chicana para encontrar al pobre socialismo con los pantalones bajos y dispuestos a agachadas ya demostradas en las elecciones municipales. Los previstos resultados de un pacto que es una burla a un sistema democrático, y por tanto republicano, permiten atentados contra la libertad de los trabajadores, como la pinza de minorías intolerantes que acorralan todo lo litúrgico, folclórico, poético, bonito, libre y soberano, caso de la voluntad tauromáquica del pueblo balear.

Servidor coqueteaba con la izquierda revolucionaria hace cuarenta años, hasta que cierto nihilismo en clave de cine americano y cultura rock me reconvirtió en un actor dudoso para la superioridad moral de la izquierda de los papanatas.

Hace treinta años, que son años, me encontraba en actitud lisérgica y en mi trinchera contracultural, en un mundo donde la crisis social y económica es una maldición constante y sonante.

Hace veinte años, desde mi atalaya del barrio de Malasaña, era yo un francotirador oposicional, un confeso votante de una izquierda que se presentaba unida –aquella izquierda– como actor progresista incapaz de prohibir costumbres populares, porque costumbre es cultura y eso está fuera de discusión. Me enfrentaba con normalidad a puritanos, moralistas y reaccionarios, por el sencillo hecho de ser yo mismo y a mi manera.

Hace diez años celebraba mi regreso de los infiernos de la experiencia tóxica, una herramienta para apoderarse del tiempo y escribir cien canciones por semana o por día (según las palabras dichas por el eterno David Bowie en el año dos de la era milenaria), volvía con gloria a los escenarios de España y me dejaba conquistar por América. Nada me hacía suponer que los años digitales devendrían en inquisitoriales leches y Reich animalista respondiendo a estrategias de propaganda mercenaria desde una cadena de televisión acostumbrada a los billetes iraníes de a 500 ya una ideología poliédrica, en plena construcción de una realidad virtual que puede con todo, siempre que encuentre al resto con los pantalones por las rodillas.

¡Libertad, divino tesoro!

2 comentarios en “La izquierda de los papanatas

  1. Buenas tardes, Aguador. Buena perla la escrita por Andrés Calamaro.

    Acabo de ver «A cambio de nada», de Daniel Guzmán. El joven director de cine que acudió a la Gala de los Goya con su abuela, participante en la peli. Opino que, al igual que mucha mas gente, no es tan merecedora de los elogios recibidos en la Gala. Quizá las razones las explica el autor del texto de mas abajo, mucho mejor que un servidor.

    El Director, Guionista y Productor de películas documentales de Historia Natural y Antropología Fernando López-Mirones es biólogo-zoólogo de formación, y ha participado en mas de 130 películas documentales, siendo, por ejemplo, el primer español cuyos guiones han sido producidos por National Geographic Television, BBC Natural History Unit, o TERRA MATER ORF Universum entre otras firmas internacionales. Es también profesor en la Universidad Complutense de Madrid (Centro Universitario Villanueva) de Documental Científico y de Investigación así como de Historia del Cine Científico e Informativo en la Licenciatura y el Grado de Comunicación Audiovisual, Cine y Televisión e imparte cursos y conferencias sobre Filmación de Documentales de Historia Natural en todo el mundo.

    “¡No nos abandonéis! En el cine español no todos somos iguales”

    Fernando López-Mirones.- Estimados espectadores potenciales a los que no os hace gracia que en las galas de cine se humille, se mofen e insulten a vuestros representantes políticos, en un aparente entorno de pensamiento único: estoy avergonzado.

    Soy director y guionista de cine documental desde hace muchos años, he participado de una u otra forma en mas de 130 películas, y soy uno de ellos.

    Desde la gala de los Premios Goya, estoy leyendo en las redes sociales a mucha gente enfadada con nosotros, y creo que tienen razón.

    Puede que esté bien que algunos de los miembros del cine español elijan manifestarse e implicarse en sus creencias, pero lo que no es de recibo es hacer una gala de lujo pagada por los españoles, vestirnos de esmoquin, lucir joyas y alharacas y salir ahí a faltarle al respeto a media España (Enestepaís).

    Todo un ministro, ilustre, honrado que sepamos, y una eminencia académica, acude como un valiente a soportar una tortura de más de seis horas con su esposa a su lado. Uno puede aguantar mucho, pero que se rían en la cara de tu amor no hace tanta gracia, ella lo pasó peor que él. Linchando, humillando a una persona brillante, ¿se imaginan lo que tuvieron que soportar por los pasillos, se imaginan hacer eso con negros, comunistas, judíos, o cualquier otra condición?, ¿cómo lo llamaríamos entonces?, ¿se puede maltratar a alguien sólo porque es del Partido Popular?.

    Peticiones de IVA, reivindicaciones culturales, pueden ser admisibles si se hacen con imaginación y elegancia. Rovira amigo, somos guionistas, esperaba más finura de tu talento.

    Hoy en las redes leo que todos somos iguales, que somos unos vagos subvencionados, que nuestras películas son malas y que la gente no piensa ir a ver cine español. Las personas que dicen eso están cansadas de que las insulten artistas a los que perciben como millonarios que viven en Los Ángeles y que tienen a sus bebés en clínicas privadas en USA. Es normal que les moleste.

    Solo os pido un poco de ayuda, no somos todos iguales, somos muchos los que tratamos de escribir historias bonitas para emocionaros sin ser sectarios.

    Somos muchos los que no escribimos siempre personajes grotescos disfrazados de curas, guardias civiles o policías. Yo solo quiero acercarme a la belleza, el poder del cine es enorme.

    ¿Ustedes se imaginan lo que es estar dentro y no ser uno de ellos?, ¿Ustedes saben la cantidad de discriminaciones, y trabajo que perdemos los que somos cine sin ser secta?.

    No soy el único, pero los otros no se atreven a hablar, decir lo que estoy diciéndoos es un suicidio en mi negocio. Aunque lo merezca, nunca me van a dar ningun premio más, son muy poderosos, son todos amigos.

    Si a ustedes los odian, a nosotros nos aborrecen.

    Os pido perdón en nombre de mis colegas, no me gusta lo que hacen. No dejen de ir al cine español por favor, si es necesario elijan, pero no nos juzguen a todos por unos cuantos.

    Sean comprensivos con los actores, por ejemplo. Tienen gran competencia entre ellos, y están muy presionados. Un actor que no manifieste claramente que es de izquierdas y que aborrece al PP, no trabajará más. Los directores que los eligen estaban allí sentados, los productores también, salir y fingir indignación política es casi un requisito indispensable si quieres trabajar.

    Ya ni siquiera el silencio y la discrecion funcionan, el que no dice nada es un facha. El que no se manifiesta claramente en público insultando, es sospechoso.

    Muchos valientes cayeron por el camino y fueron olvidados.

    No nos abandonéis, os necesitamos. Algunos estamos en un Álamo, en una Numancia ideológica, atacados y denostados constantemente solo por querer ser libres.

    En la gala última, a los guionistas nos impidieron pasar por el photocall, sin embargo a personajes famosos que no tienen nada que ver con el cine, como Alaska o Isabel Preysler los lucieron sobre la alfombra roja.

    Pero estamos mejorando, cada vez son menos, aunque muy poderosos.

    No se puede llamar a los españoles a que acudan a las salas a ver cine español insultando gravemente a la mitad de ellos, precisamente la mitad que menos películas se baja ilegalmente y que más acudiría a las sesiones si no les causaran un asco terrible cada año en la gala de los Goya.

    Espectadores, perdonadnos, compañeros, dejemos los mítines para los amigos.

    Tenemos que hacer nuestro trabajo; buenas películas que hagan llorar, y reír, que toquen sus corazones, pero no creernos los mensajeros de la justicia en el mundo, no lo somos.

    Politizar el cine español es destruirlo.

    Ayudadnos a los de la resistencia, apoyad a los perseguidos. Perdón amigos, perdón.

    Un aullido.

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    1. Amigo Pablo:

      Es verdad que no todas las películas españolas son iguales. Algunas son buenas. Pero encontrarlas es como buscar una aguja en un pajar. Siempre digo que la mejor subvención es la que dan en taquilla. Así es como se funciona en otros países. Y se nota: los cineastas hablan de lo que le pasa a la gente que va por la calle, y no dan el coñazo con sus particulares fantasmas (o fantasmagorías) ideológicas. Me temo que vamos a tener que seguir esperando.

      Saludos,
      Aguador.

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Gotas que me vais dejando...

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