Este verano, a diferencia de los últimos veranos, promete ser caliente. No sólo por la plaga de los incendios, que sufren un apagón informativo: se habla de las hectáreas quemadas, se usa la cámara para el porno emocional de los propietarios destrozados y se corre un tupido velo sobre causas y culpables, que nunca vuelven a salir en las noticias. Este verano promete ser caliente por otros motivos, que les explicaré más adelante.
Hago un inciso para contarles que he visto con mi pareja la película Ha nacido una estrella (A star is born, en la lengua del Imperio), con Bradley Cooper y Stephanie Germanotta, hoy conocida como Lady Gaga. Con esa película me he llevado dos sorpresas. La primera, que Cooper tenga la suficiente buena voz y dominio de la guitarra para dar el pego como guitarrista drogota y juguete roto de la industria de la música. La segunda, que Lady Gaga tuviera suficientes dotes interpretativas como para ser un personaje creíble aun interpretándose a sí misma (la película cuenta sus inicios en el mundo de la música). Al ver la película, uno siente una punzada de melancolía al ver que han convertido a la persona tras ese torrente de voz en un monstruo al servicio de los intereses LGTBI, cuando sin necesitar de eso hubiera podido llegar muy, muy lejos.
Algo así le ha ocurrido a la «nueva política» española: le han hecho un Alejandro. Nos hemos dado cuenta de que la «nueva política» es tan mala como la vieja. «¡Mis servicios por un cargo!», parecen gritar los nuevos. Ricardo III sólo pedía un caballo; pero éstos, naturalmente, quieren más. Y sin haber sudado la camiseta, a diferencia del rey shakesperiano. Vamos a desgranar un poco la cuestión.
A Ciudadanos le crecen los enanos
Éste podría ser el pareado del día para la formación naranja. Parece ser que ha sido dejar un retén en Cataluña (Lorena Roldán al frente) y, tot d’una, se ha iniciado un rosario de hechos extraños. Primero, el «roto» de Monsieur le Commissaire. Yo no entendía por qué se dedicó a reciclar viejos cargos del PSC: resulta que no los reclutaba para C’s, sino para su partidito de «próxima fundación», al parecer. Una operación que me recuerda la que montaron Diego López Garrido y Cristina Almeida (el «Partido Democrático de la Nueva Izquierda») para salirse del PCE y fichar al poco tiempo por la pesoe, la izquierda rentable.
Monsieur Valls es un tipo que, como recalcó Federico en alguno de sus editoriales, no es otra cosa –y por este orden– que masón, socialista y francés y que, según parece, es el envoyé spéciale de Charlemagne Macron a la Marque Hispanique para «vigilar a Rivera». No hará falta que Rivera le eche: se irá él, después de haber dejado el partido hecho unos zorros en Cataluña y, en todo caso, cuando Macron se lo indique. Más aún si contamos lo que ha hecho con los concejales de Barcelona: los suyos, tres, apoyando a la Colau y los otros, tres también, en contra.
Luego, las dimisiones. Primero, la de un quídam llamado Toni Roldán, que oficia(ba) de economista bajo el ala de Luis Garicano. Y ahora, Xavier Pericay, catalán trasplantado a Palma de Mallorca, ha dicho s’ha acabat el bròquil y dimite de todos sus cargos. Nadie sabe lo que pasa en las alturas de C’s; pero quizá no ande desencaminado Federico cuando les profetiza acabar en cascarón hueco si no cambian de rumbo. Uno de los problemas de C’s es que nunca ha cuidado demasiado a quién metía en su cama. Y así es como le pueden ir las cosas. Al ser un partido de aluvión, tenía éxito en Cataluña porque recogía votos de izquierda y derecha contra el nacionalismo. La marcha a Madrid hizo insostenible esa manera de cosechar votos. La dictadura nacionalista (hoy ya abiertamente separatista) no se entiende y aburre fuera de Cataluña; de hecho, en Madrit es una especie de «exotismo consentido por inevitable» (mal hecho). Y ahora los de izquierdas quieren tirar para su establo y los de derechas otro tanto. Quizá de eso hablaron en la reunión Bilderberg con la Ice Queen y Rivera sacó demasiado pecho, razón por la cual se va filtrando poco a poco que prefieren a Arrimadas al frente de la formación naranja. Lo cual a Rivera le pone de los nervios. Entre damas anda el juego. Podría ser que Arrimadas ganara la mano y que a Rivera le buscaran un retiro dorado –tal vez en La Caixa, incluso–… pero lejos de la política.