“Hacerse un Alejandro” (y II)


Los «anormales» de VOX

Antes de que los trolls a sueldo y otras hierbas me salten a la yugular, explicaré el significado del título de este epígrafe. Hay un pasaje en el libro de Federico Barcelona, la ciudad que fue, que viene a decir lo siguiente: al ganar Pujol las elecciones de 1980 frente a una postura más moderada (y sensata) de Tarradellas, se adueñó del discurso legitimador y estableció que un partido podía ser de izquierdas, de derechas, mediopensionista, autogestionario o internacionalista; pero que si no era «nacionalista» en algún grado, estaba fuera del sistema.

Algo parecido ocurrió a nivel nacional. Y ocurrió mientras la nación aún estaba en estado de shock por el atentado más sangriento de toda su historia moderna. Si la «derecha de Aznar» estableció el estándar político de la democracia con su Ley de Partidos de 2002, ZP hizo lo propio con el estándar ideológico: estableció la mierda del género como medida de la normalidad. Detrás de ese estándar vinieron otros, como el de la visibilidad de la mujer por encima del hombre («Todos los hombres son iguales… pero las mujeres son más iguales que los hombres»), el del adoctrinamiento de género en las escuelas (júzguese lo preocupante de la situación en Cataluña o Vascongadas, donde los niños ya soportan otra capa de adoctrinamiento) y la generalización de la cultura de la muerte: así, un aborto no es matar a un ser vivo, sino «quitarse una tripa»; entérese, señora. Y la eutanasia no es sólo matar a los que sobran o mejorar la raza (no hay eutanasia que no vaya de la mano de algún programa o motivación eugenésicos); es «asegurar el pan de nuestros nietos», porque la cantidad de pensionistas en relación a la cantidad de cotizantes «hundirá la Seguridad Social», que truenan los neomalthusianos de vía estrecha. Suena a argumentación comunista, pero con la base argumental de un reverendo hijo de su madre de hace 250 años.

Volviendo a nuestro tema, he aquí la razón de que VOX sea considerado una anomalía en el sistema político que padecemos. No tragaba con la mierda del género y, a pesar de que no rechaza el aborto en todos los supuestos, le han dejado fuera. No le sirvió de escarmiento que crujieran a Marta Rivera de la Cruz por denunciar ese estándar, siendo precisamente esa denuncia la que encumbró a VOX al puesto de partido bisagra para evitar cuatro años más de régimen socialista en Andalucía.

Sin embargo, tras esos momentos triunfales en Sevilla, parece que Madrid ha abierto la caja de los truenos, y además va pareciéndose cada vez más al juicio de Paris –tres beldades en competencia nada amistosa: Díaz Ayuso, Villacís y Monasterio–. Les dejo que elijan quién sea Hera, quién Atenea y quién Afrodita–.

Así las cosas, a Santiago Abascal… Conde han decidido hacerle un alejandro. La complicada posición del juez Francisco Serrano (que no debería serlo pero que lo es por culpa de los estándares citados) al frente de VOX Andalucía por criticar la sentencia del TS sobre la Manada le ha puesto en el disparadero. ¿Y quién ha sido el que con más saña ha tirado contra su todavía jefe? Alejandro Hernández, su número dos. Un verdadero alejandro, sin duda. No es historia nueva. Si en un puesto importante que quieren veinte personas pones a alguien capaz pero que no está entre esos veinte, los veinte conspirarán para que tu opción se caiga con todo el equipo, por muy capaz que demuestre ser.

La crisis murciana pretende dejar entrever que Abascal no controla su propio partido y que, al parecer, algunos de sus dirigentes van por libre. A mí, contemplándolo desde la lejanía castellana, donde apenas si se ha producido ruido en los relevos, me parece que ya empieza a ser una cuestión de grado… nobiliario. La futura marquesa consorte de Valtierra monta en cólera porque no le dan la alcaldía de Madrid, pese a que su formación no ha obtenido los votos suficientes para negociar desde una posición de fuerza. Además y por encima de todo: ¿desde cuándo tiene menos rango nobiliario un marqués… que un Conde?

La escena puede parecer ridícula, pero imaginémosla. Monasterio dando saltos en un escenario y cantando algo así como esto (dejo la indumentaria a la imaginación de ustedes)…

Don’t call my name,
Don’t call my name, Ivancito…

I’m not your babe,
I’m not your babe, Santiago…

Y su señor marido disimulado en el cuerpo de baile, que eso es otra cosa que no entiendo de la industria musical. Aunque ya me supongo la jugada: a Stephanie Germanotta no le hacía puñetera falta un bailarín, pero a Lady Gaga sí. Además, teniendo en cuenta que ha «experimentado con drogas» (debe ser la única manera de aguantar lo de ser icono LGTB), será buena idea que haya alguien en el escenario para sostenerla o socorrerla el día que se caiga redonda por habérsele ido la mano.

Lo que da un poco de tristeza del «fenómeno VOX» es que ahora que gracias a figuras externas a la política han logrado una representación con capacidad de influencia, los mediocres, trepas y lameculos hayan dado un paso al frente y comiencen a laminar a los primeros, con la excusa de que «la política no se debe dejar en manos de aficionados». ¿Será la época o es un mal endémico de España, lo de que existan más cortesanos e intrigantes que políticos de verdad? Esperemos que los que aún quedan no sean laminados con la excusa de «queremos ser un partido normal». Lo que más o menos sonaría como esto…

In Afrika die Negerlein
Rufen sie all’zugleich:
«Wir wollen deutsche Neger sein,
Wir wollen heim ins Reich!»

Un comentario en ““Hacerse un Alejandro” (y II)

Gotas que me vais dejando...

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