En mi modesta opinión, no veo factible una grosse Koalition. Los votantes sencillamente no la entenderían por mucho que se pareciese a las líneas finales de Rebelión en la granja. No son creíbles unos partidos que, después de 30 años de vivir muy bien instalados en el turno, saquen ahora el esqueleto de la «unidad nacional» sólo porque parece que les van a cerrar la barraca. Peperos y sociatas dándose de tortazos en las redes sociales… ¿y ahora van sus jefes y se entienden? No lo veo ni de coña. No obstante, cabe la posibilidad: la transformación del PP en partido socialdemócrata se completó en las municipales del pasado mayo y por ahí podría caber el entendimiento, ahora que se han desembarazado de los molestos Ignacio González y Esperanza Aguirre (igual que antes desarbolaron las sucursales vasca y catalana) y el PP valenciano ha quedado desautorizado por la corrupción galopante que gastaban.
Si me permiten una pequeña apuesta, les diré algo que sí veo factible, siempre y cuando la guerra de Ferraz termine o, por lo menos, dé un respiro: PP-PSOE-Cs, actuando éste último como fulcro. Es indiferente cómo lo configuren. Da igual si los otros dos partidos entran en el Gobierno o se limitan a ejercer exclusivamente un control parlamentario. Que es verdad que Sánchez ahora mismo no quiere ni oír hablar de ello… pero puede que con la rentrée y con el exclusivo fin de que Podemos no gane más peso político, se avenga a algún tipo de apaño.
Finalmente, quedamos nosotros. Ustedes y yo. «La gente», antes llamada «el pueblo». A nosotros, como dijo la Trinca:
—Ep, i el poble?
—Al poble que el donin pel… subidubiuauàaaaa…
Pero, ¡ay! Ya no estamos en 1977 y ya no nos quedan ni les conferències de Sant Vicenç de Paül, porque ahora la moda es lo laico. No obstante lo anterior, nosotros somos por derecho propio los verdaderos protagonistas de esta escena:
(aquí el texto).
Si los mandatarios de los partidos se dieran cuenta de lo que realmente quiere la gente, seguro que no tenían tanto remilgo a la hora de negociar.
Aunque suene a castrense, se trata de España y la inmensa mayoría de sus habitantes están demasiado acostumbrados a ver a estos zopencos dándose de hostias por las cosas mas tontas. Mientras, surgen de entre los escombros de sus peleas otros dos que se aprovechan de sus desechos. Lo bueno de esto es que uno de nuevos si que tiene altura de miras, aunque sus cagadas resuenen mucho mas que las cagadas del otro. Cuestión de márketing.
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