Verano blues (II)


El segundo pico informativo ha sido la investidura de Isabel Díaz Ayuso como flamante nueva presidenta de la Comunidad de Madrid. Con ello se puede decir que se ha cerrado un círculo: el PP ha retenido la presidencia de la comunidad y ha recuperado la alcaldía, aunque esto último haya sido «en compañía de otros» (Cs y VOX, que menudo sainete nos regalaron a cuenta de «yo voy a ser la alcaldesa/porque yo lo valgo»).

Díaz Ayuso responde, al parecer, al prototipo de política de derechas que no se arruga en el debate contra la «izquierda» (de nada sirve diferenciar entre «izquierda» y «derecha» si ambas hacen la misma política en determinados puntos esenciales), muy en la línea de Esperanza Aguirre. Lo que significa que ha cabreado a mucha gente, dentro y fuera de Madrid.

Entre la de fuera, mayormente las CC.AA. socialistas y separatistas (lo siento: no son «nacionalistas»): el anuncio de la «rebaja histórica de impuestos» ha puesto histéricas a esas CC.AA., porque si esa rebaja se hace efectiva, prevén –y no se equivocarán– una fuga de empresas, es decir, de sujetos pasivos exprimibles al por mayor (el tres per cent o més). Igual que ha ocurrido con Moreno Bonilla, que dijo «tener contactos con empresas para deslocalizarse de su lugar y establecerse en Andalucía» (por cierto, ya nunca más supimos de ese tema). Sólo quedarán para exprimir los ciudadanos de a pie, ante los que casi siempre hay que dar la cara y tienen el voto. Hasta los propios políticos con una gota de ética (¿queda alguno?) saben que es feo pedirte el voto con una mano y robarte con la otra. Ante eso, lo único que queda es acollonar con los CDRs a los recalcitrantes hasta que se dobleguen… o se vayan, si es que pueden.

Entre los «de dentro», bueno… Ha sido infame la campaña que le ha montado Er Paí tratando de sembrar la duda en las actividades privadas y no tan privadas de Ayuso. Los ciudadanos tenemos derecho a recibir información veraz, no la bazofia que sueltan algunos periodicuchos «dependiendo de la mañana». No contenta con eso, la izquierda ha tratado de jugar la carta del género. No del todo, porque como Ayuso es mujer, no podría soltar el argumentario feminazi relativo a los «machirulos». Bueno, por lo menos Errejoncito lo ha intentado y ha salido trasquilado. Ha quedado como el gilipollas que es porque Ayuso se defendió con fiereza; y si lo que Errejoncito le espetó a Ayuso es lo que piensa en el fondo de todas las mujeres, apañados van en su partidito. Fray Gabilondo, que fue fraile antes que político, evitó meterse en ese jardín, aunque estaba en la misma dinámica que su jefe: ser Presidente con los votos gratis de sus afines. No podía funcionar.

Así, pues, hay que alabar la falta de complejos de Ayuso al enfrentarse dialécticamente a esa izquierda que cree que España le pertenece por derecho a ella y a nadie más. En su contra… el hecho de que no mencionó para nada la protección de los niños frente al adoctrinamiento LGTB, algo que se sabía que había pedido VOX. Pero Ayuso pasó de puntillas sobre ese tema –dicho suavemente–. Alguien tendría que recordarle a Ayuso que el dinero viene y va… pero que la educación permanece por mucho tiempo; y que por eso mismo debió haberla mencionado y haberse posicionado al respecto, con independencia del chaparrón que le cayese. Quizá también a Casado, que tiene hijos en edad escolar –y que a lo mejor los lleva a un colegio privado donde se han librado del adoctrinamiento LGTB–. Pero claro: el PP es hoy un partido «normal» (acepta la porquería ideológica LGTB, que es el estándar). Y todos tienen que pensar y actuar en consecuencia.

 

Gotas que me vais dejando...

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