¿Y a qué nos lleva todo lo anterior? En mi caso, a una indefinible sensación blue: se ha perdido otro año y seguimos atascados en la misma rutina «en funciones». Oiga usted: que llevamos en ello desde 2014. Los números empiezan a no cuadrar, al parecer; las pensiones de los babyboomers están en peligro y el okupa de Moncloa sólo piensa en una cosa: «¡Nos iremos al infierno, pero yo iré en cabeza!». No tengo duda de que Satanás estaría encantado de recibirle.
Muchos hablan de que a lo mejor el 10 de noviembre habrá elecciones. Es posible que las haya; pero eso, como el temita de la «guerracivil», sólo preocupa a unos cuantos: básicamente, a los que viven directa o indirectamente de la política. Al resto le importa más hacer algo para asegurar el futuro (siempre que estos políticos nos dejen un futuro que asegurar) y llegar a fin de mes en el presente.
Como de la «izquierda» ya hemos hablado, hablemos de la «derecha». Lo pongo entre comillas porque ambos bloques están de acuerdo en unos cuantos puntos fundamentales, entre los que no se halla «el interés general de los españoles». De manera importante, Casado está intentando convencer a sus «socios» de que se sumen a la iniciativa «España suma», que a lo mejor y con suerte se le ha ocurrido a él, pero que, como sea, los otros no aceptan porque lo ven como el abrazo del oso y todos quedarían diluidos en ese magma. Más o menos como esa «cosa» que pretende reunir todas las religiones del mundo en una sola, que ya sabemos es un invento masónico.
Pero es que, antes de eso, yo quisiera repetir una pregunta que ya he formulado en otras entradas. Por ejemplo, ante el incendio lingüístico que recorre España de parte a parte, ¿qué va a hacer Casado? Si atendemos a la tendencia histórica del PP, ya podemos darnos por jodidos. Ahora resulta que las Comunidades Autónomas (futuras nacioncitas en el conglomerado nacional) tienen lengua propia distinta de la común. ¡Pero coño! ¡Si hasta Extremadura quiere convertir el castúo en llengua pròpia i nacional! El PP, allí donde se ha producido un relevo a su favor, nunca ha desmantelado esas estructuras ni ha aplicado la correspondiente purga. Con estos presupuestos, ¿cómo va a poder agarrar a Torra, a Ximo Puig y a los otros de las «lenguas propias» de las solapas si ni siquiera es capaz de cuadrar a Núñez Feijóo, presunto correligionario suyo y que va por libre en realidad?
Yo no sé si Sánchezstein es mejor táctico que estratega. Para mí ese debate, en el que algunos podrían enzarzarse, me parece completamente inútil. España arde por los cuatro costados. Que lo decimos en sentido figurado, pero también literal; y la pena es que en este último caso la Benemérita no haya cogido a ninguno de esos pirómanos hijos de puta (tengo esperanzas en que sí). En éstas, el Nerón que provisionalmente ocupa la Moncloa contempla la escena con expresión beatífica y estúpida, mientras piensa: «¡Cómo brilla! Mientras tenga a los españolitos entretenidos peleándose por cómo se dicen las cosas, yo podré estar aquí mucho tiempo». Y añade: «Mis amos estarán contentos del desbarajuste que estoy provocando».
Lo que sí tengo claro es que a los hunos podré culparlos por hacer y a los hotros por no hacer. Eso sí: al mismo tiempo que rezo fervorosamente y me ocupo de tener un futuro al que poder llegar, ya que los políticos que presuntamente me «representan» se han arreglado el suyo y el de nadie más.