Artículo corregido. Original aquí.
Acudir al tópico de que actualmente, en nuestro mundo globalista, mandan las grandes empresas mundiales es algo sencillo de afirmar y damos el tema por zanjado. Es decir, no ha lugar a discusión posible: o a ver quién se lo discute a Jeff Bezos, Bill Gates, los jeques árabes, Rothschild, Rockefeller, la Reina Isabel II, etc.
Damos datos mareantes en muchos miles de millones, curiosidades y detalles de productividad de estos gigantes que influyen tanto en las vidas de la gente y así los periodistas hacemos un artículo la mar de chulo y a otra cosa mariposa que es la hora de plegar.
Sin embargo, el público en general que recibe esta información de la prensa y los medios audiovisuales, se ha habituado a ello y lo ve como algo normal dentro del mundo matrix que nos ha tocado vivir. Nos encogemos de hombros y decimos: «Bueno, si es lo que hay, no se puede hacer nada; unos pocos tienen el dinero de todo el planeta».
Entonces, que alguien me explique: ¿para qué coño vamos a votar?
Yo soy español y en España tenemos 350 diputados y 265 senadores con ideologías para todos los gustos; pero una cosa les iguala: ninguno está por encima de los gigantes financieros a día de hoy y eso les convierte realmente en incapaces: no se rebelan frente a lo que hacen mal las élites mundiales.
Para que se hagan una idea, es un mundo patético el de nuestros dirigentes políticos, donde vemos a todo un presidente de la Generalitat dedicarle un tuit de agradecimiento a un futbolista (Messi) que cobra 100 millones de euros brutos al año, y encima está a disgusto y se quiere marchar. Bueno, le podría haber ofrecido directamente la presidencia de la Generalitat: seguro que peor no lo haría. A lo mejor acababa con el problema okupa, que tanto afecta a Cataluña.
No obstante, y pese a tener el bastón de mando, el poder económico global deja que los políticos hagan su paripé: unas veces por dar vidilla (si no, vaya aburrimiento); otras, provocadas por intereses que les beneficien. Así, nos hacen creer unos días que son de derechas y otros días de izquierdas. Algo al respecto puede decir George Soros, que no se esconde en decir que se hace el progre para ganar dinero y aquí no pasa nada.
Así, en España, los políticos ya sabían que esto iba a pasar. Llevan años inventando cuestiones para entretenerse y para justificar los numerosos cargos políticos y los inmerecidos sueldazos que cobran. La independencia ha sido uno evidente, para evitar hablar de los temas que realmente importan.
Unos dicen que hay «fascistas» por todos lados y teorías conspiranoicas en las que Franco aún vive y mueve los hilos. Estos tipos de políticos tienen además a sus periodistas a sueldo todo el día escribiendo «que viene el coco». Y digo yo: ¿tanto pánico les da ver a Abascal haciendo pesas con una camiseta de la Legión?
Otros vemos tíos con coletas y perilla que van a nacionalizar las empresas, como Pablo Iglesias, o que amenazan con que el PP ya nunca más se sentará en el Consejo de Ministros. Pero se debe tener en cuenta también que son todos hijos de ricos y lo hacen para entretenerse y aumentar su riqueza todavía más, además de bañarse en la piscina de su mansión. El capitalismo se ríe de estos comunistas, los utiliza para sus fines; y luego, que «digan, digan, digan», como decía Jordi Pujol. Por cierto: su ídolo, el salsero dictador Maduro, también hace pesas, pero éste en chándal un tanto hortera.
Luego, los indepes. Vamos a ver, señores: si descontamos a todos los que se han apuntado al carro para vivir del cuento (que seguro que todos los catalanes tenemos algún familiar o conocido), no queda ni el tato.
Pero los que han montado está escandalosa situación en España, empezando por Pujol, ya sabían que lo de la independencia era una utopía. De hecho, si Jeff Bezos (Amazon) hubiese querido, ya habría una Cataluña independiente incluso antes de que la Mare Superiora Ferrusola llevara sus sacos de millones a Andorra.
Por eso dejan que hablen, que se manifiesten, que el golpista y prófugo Puigdemont diga tonterías… cobrando a base de bien, eso sí. Pero cuidado: si hacen algo que perjudique mínimamente los intereses económicos de nuestras poderosas empresas irán un tiempo a la sombra (como así ocurrió en el pasado).
No hay nadie por encima del poder capital global que rige nuestro planeta. No existe ley que pueda someterlos. Ellos tienen el poder de poner o quitar gobiernos, crear guerras de la nada, arruinar naciones, ¿soltar virus? En definitiva: cualquier cosa, como la lámpara de los deseos. Si no, que se lo digan a Soros con las revoluciones de colores.
Sólo que vean que pueden sacar un rédito económico y tener más poder, lo harán. No les va a temblar el pulso. Y lo cierto es que actualmente no les puede parar nada, porque es parte del videojuego que es la vida. Es lo que está prefijado en nuestro destino.
Por eso les digo: fascistas, bolcheviques o separatistas que creen que un día vivirán en un país bucólico, no se esfuercen ustedes. No va a pasar nada: el mundo sigue una tendencia cada vez más global, según la cual las lenguas minoritarias desaparecerán y se impondrá el inglés y el chino, que después de un virus vendrá otro, luego la contaminación hará desaparecer países en vez de crearlos. De hecho, ya está pasando.
Y al final, aunque suene a broma, terminaremos votando a marcas comerciales para que gobiernen territorios como si fuesen fábricas. Si no, miren cómo silencian temas las redes sociales cuando no les interesa que se expandan por ser políticamente incorrectos. Será un tiempo Amazon, otro Microsoft, Google, Apple… Y no pasará nada, no es algo alejado de la realidad. En cierto modo, ya están reemplazando a políticos incompetentes faltos de ideales que velan por sus propios intereses en una partitocracia. O incluso puede ocurrir que salga un Stalin en Occidente, como en su día apareció, y le dé por aniquilar al personal sólo por creerse superior.
Pero no les quepa la menor duda que, cuando estas multinacionales tengan todo el poder absoluto, ya no tendrá sentido la existencia de la clase política, ni de los periodistas que les hacen de palmeros a los partidos políticos para tener curro asegurado. Entonces, con suerte, tendrán trabajo en una cadena de reciclaje de baterías de litio. Y de momento, el 1% de la población mundial (es decir, los más ricos del planeta) han aumentado su riqueza. Así que mal paso no llevan.
Y después de ver lo que está pasando con la COVID-19 parece que esta transición se está adelantando y nadie se lo esperaba. Empezamos a creernos las películas de los años 80. Ya son la farmacéuticas las que cortan el bacalao mundial y no el quinto poder, «los medios», hoy ya siervos de las farmacéuticas.
Total, que iba escribir sobre nuestra despreciable clase política; pero es que de cualquier forma esta otra noticia también afectará a todo ser humano por debajo del nivel que «ellos» creen.
Y por si fuera poco, como ya publiqué en «El Vaticano con Dios o contra Dios», ahora nace «El Consejo para el Capitalismo Inclusivo», ¿inclusivo para quién?… Para los que queden después de la gran limpieza humana. ¿cuántos quedarán?
Porque anda que si repasamos quiénes la forman ya es para echarse a temblar; «Entre los miembros fundadores del Consejo se encuentran los gestores de un patrimonio de 10,5 billones de dólares y más de 200 millones de trabajadores en el mundo. Estamos hablando de Lynn Forester de Rothschild, fundadora del Consejo y socia gerente de Inclusive Capital; el presidente y director ejecutivo de Mastercard, Ajay Banga; el presidente de The Rockefeller Foundation, Rajiv Shah, o el presidente de la junta directiva de Allianz SE, Oliver Bäte, para desplegar un sistema de «capitalismo inclusivo» que ponga en marcha principios éticos en las políticas empresariales y de inversión. JA!!!