Se me ocurren unas cuantas razones. La primera de todas —no la única pero sí la más importante— es la soledad. Ser cristiano en una España «oficial» que tiende directamente a lo ateo, es como llevar la maldita estrella amarilla en el traje. Ya no eres bien visto, ni bienvenido, ni te invitan a los saraos donde, si no tienes conversación, al menos puedes darte un atracón de canapés y champán del barato (Canals Nubiola o Dubois, en su defecto). Si además, como hace él, lo trompeteas siempre que tienes ocasión o te entrevistan… bueno, más clavos en el ataúd. Dice Jesús:
«Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mt 5:11-12).
Es decir, siendo claros: si uno sigue a Cristo sin esconder tal condición de seguidor, «le van a injuriar, perseguir y van a decir con mentira toda clase de males contra uno». Le van a hacer la vida a cuadritos, en una palabra. Incluso la CEE le pedirá «por favor» que no dé tanto testimonio, que les va a jostidiar a todos. Y lo más probable es que acabe colgado de una cruz, metafórica o literalmente, como el Jefe. Ahí viene cuando algunos exclaman «Jooolíiiiin, o sea, ¿no?». Vamos, que es injusto que con lo buenecitos que son les espere semejante programa caso de que quieran llamarse cristianos de verdad. Si ellos hubieran escrito los Evangelios, hubieran dicho: «Aparta de mí este cáliz… que es que ahora estoy en misa, o sea, ¿saes?».
Ahí es donde entra el dicho «La política hace extraños compañeros de cama». Lo vemos en el nivel general: ¿un Presidente del Gobierno de la nación metido en la cama con y atado de pies y manos por todos aquellos que quieren destruirla? Pues eso mismo nos parece lo del señor de Prada: un señor que dice ser tan «católico», ¿echándose en brazos del comunismo, enemigo per se de toda trascendencia y, por tanto y no menos, de la trascendencia católica?
Quizá ahora que Pablenin ya no está en el Gobierno el señor de Prada se haya apartado de él. Pero cuando estaba en lo alto, quizá el señor de Prada tuviera un puntillo de envidia por una tal Cristina Morrales, que pudo escribir su bazofia de lectura nada fácil porque la apoyaba nada menos que la vicepresidenta Calvo (curiosamente, hoy también ex). El señor de Prada, en general, no escribe bazofias (no sé si renegará de Coños); pero el apoyo lo necesita igual. Vamos, como el difunto Cruyff cuando hablaba de Miquel Àngel Nadal, en funciones de defensa central del Barça: «Nesesitamos un apoya en el campo». Que a fin de cuentas, los amigos están para «hacerse favores mutuos», ¿verdad? Hoy, al parecer, no eres nadie en el mundillo literario si no te granjeas el favor de un político que esté en el candelabro. Pero, por razones que se nos escapan, el señor de Prada no podía buscar ese apoya en personas que podrían ser de su propio parecer, ni tampoco en la derecha mema y blandi-blú que campa por sus respetos en Génova, 13. ¿Tal vez por eso se echó en brazos de Pablenin y a cambio de un artículo vitriólico contra una serie que tendía al sol las vergüenzas del último comunismo?
Tampoco estaría de más que el señor de Prada recordase el cuento de la rana y el escorpión, que los comunistas representan cada vez que las cosas les van mal. Y mejor no me meto con la distinción que marca el señor de Prada de los pecados según de qué lado de la cintura estén porque podría ganarme a lo peor una querella por injurias…
Para terminar, debo confesarles algo. Al principio de escribir esta serie de entradas estuve dudando de si poner una coma en el título o no. Es sabido que «una coma puede cambiar (el sentido de) un informe». De hecho, a un señor irlandés lo ejecutaron porque no se pudo determinar en sede judicial si había escrito o no una coma en un escrito que le costó la condena a muerte. Pero si hubiera escrito una coma, el título hubiera quedado así: «¿El diablo viste, de Prada?». Título que, contado lo que hemos contado, no encajaría nada mal en la historia. Con recuerdos, naturalmente, a C. S. Lewis.
P.D.- Sin yo saberlo, resulta que el infame artículo del señor de Prada, al que yo «contestaba» en esta larga serie de entradas, fue ya contestado adecuadamente por la periodista polaca Malgorzata Wolczyk, afectada de primera mano (lo que no es el señor de Prada, pues si lo fuera no hubiera escrito jamás eso que escribió) con una carta abierta al mismo diario en que el señor de Prada dejó su deposición. Sin conocer previamente el contenido de ese artículo, veo ahora que toca muchos de los puntos que yo he desarrollado en mis entradas. Con felicitación y agradecimiento por su carta (no servirá para tapar la boca a los de siempre, pero a los demás nos da información suficiente) dejo aquí el enlace para quien la quiera consultar: