Gracias al amigo Tellagorri me entero de que Pérez Reverte ha publicado el artículo que hoy presentamos. El maestro Pérez-Reverte, poniendo el dedo en la llaga con su habitual falta de pelos en la lengua. Da gusto pensar que todavía hay gente que se acuerda de que tiene un cerebro y lo usa sin sujetarse a lo que otros les gustaría oír.
Unos los querían para mano de obra barata: jornaleros de miseria, chachas dóciles y carne de puticlub. Otros, para adornarse con la media verónica de que las fronteras son fascistas, aquí cabemos todos y maricón el último. El resto miramos a otro lado porque eso no iba con nosotros. «A mí», pensábamos, «la impotencia me la trae floja». Y adobando el asunto, la llamada opinión pública –esa puta perversa, tornadiza e hipócrita– extendió su salsa de irresponsabilidad y demagogia. Así, es natural que ni Pepé ni Pesoe, ni gobiernos, ni ministros, ni presidentes autonómicos, ni alcaldes y alcaldas de esta variopinta nación de naciones discutibles y discutidas del payaso Fofó, hicieran otra cosa que currarse lo inmediato. Ninguno de nuestros políticos renunció a esos viajes que se montan a costa de nuestra imbecilidad y dinero con el pretexto de estudiar el funcionamiento del metro de Estambul, las posibilidades eólicas de la Gran Muralla, el impacto del mosquito anófeles en el turismo de Cancún o el imprescindible hermanamiento de Tomillar del Rebollo con San Petersburgo. Nadie, en vez de hacer turismo por la patilla, se asomó a Francia, por ejemplo, donde el problema de la inmigración descontrolada y marginal hace tiempo que rechina en toda su crudeza. A aprender de los errores ajenos, y no meter la gamba en los mismos barrizales.
Las prioridades eran otras: ganar dinero o votos fáciles, emparedar el problema futuro entre la desvergüenza de los explotadores y el buenismo estúpido de los cantamañanas, con esos supuestos papeles para todos que, además, eran mentira. Lo que viniese luego importaba un carajo. Por eso, leyes y normas no respondieron nunca a una política previsora de integración real y educación, planificada con realismo e inteligencia. Nadie aclaró, tampoco, qué idea de España iba a brindarse a quienes se acogían a ella. Qué espacio común podrían hacer suyo, a qué costumbres adaptarse, qué cauces serían adecuados para fundirse con el entorno sin renunciar al carácter y cultura propios. Qué derechos, y también qué obligaciones. Ofreciéndoles una tierra culta, abierta, común y generosa que el inmigrante, o sus hijos, no tardaran en sentir como propia. Una nueva patria: abierta, varia y coherente al mismo tiempo, que pudiesen, con poco o relativo esfuerzo, hacer suya.
Pero todo eso habría requerido inteligencia política, cálculos a largo plazo hechos por gobernantes previsores, no por gentuza oportunista que promulga leyes coyunturales, contradictorias, y sólo actúa pendiente del titular de telediario y de las próximas elecciones, en un país de borregos donde todo problema aplazado es un problema resuelto. Salía más barato dejar que las cosas se asentaran de forma natural. En vez de procurar explicar la necesaria historia del Cid Campeador a un niño magrebí, lo que se hizo fue eliminar al Cid de los libros escolares. Nada por aquí, y nada por allá. Vacío total. Papilla informe, sin sustancia, válida para todos y que no nutre a nadie. Y así, el resto. Cualquier intervención o planificación seria habría sido un acto totalitario y fascista. Laissez faire, laissez passer. Y vaya si pasaron. De cualquier manera. Hacinándose en guetos infames, desorientados mientras los explotábamos en español, en catalán, en gallego, en vascuence, en mallorquín, en valenciano, en bable, en farfullo de Villaconejos de la Torda. Sometidos por fuera a todas las gilipolleces en que tan diestros somos, y formando por dentro sus propias estructuras independientes. Con los daños colaterales lógicos: marginación involuntaria o deliberada, descontrol, delincuencia. Transformando barrios y pueblos enteros, unas veces para bien y otras para mal. Porque no hay gueto bueno, y ciertas convivencias desequilibradas son imposibles. Saturando sistemas poco previsores que no dan más de sí. Creando, también ellos, sus núcleos marginales específicos, sus rencores internos y ajenos. Sus propios problemas.
Ahora mugen vacas flacas y el negocio se va al carajo. De pronto, molestan. Pero ni siquiera así sacamos consecuencias útiles de las señales registradas en otros países que afrontan situaciones parecidas. Y al final pagarán los de siempre. Los tres, o treinta, o trescientos infelices apaleados en tal o cual sitio por una turba de bestias analfabetas en busca de alguien a quien linchar después de haberlo explotado hasta el tuétano. A cambio, algún día, cuando la desesperación propia y el racismo inevitable empujen a esos desgraciados al extremo, allí donde se sientan fuertes y puedan no sólo sobrevivir, sino defenderse e incluso agredir, arderán barrios enteros. No les quepa duda. Nos ajustarán las cuentas con su cólera desesperada, históricamente justa. Espero estar aquí para verlo, apoyado en la ventana de la biblioteca con la última botella de vino en la mano: respetables matronas en deshabillé corriendo por las calles mientras los bárbaros, como era inevitable, saquean Roma. Que nos den, entonces. Que nos vayan dando.
(Tomado de XLSemanal).
Según los datos del padrón municipal correspondiente al año último, -que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE)-, los ayuntamientos inscribieron en 2009 un total de 5.648.671 extranjeros, frente a los 5.268.762 del ejercicio 2008.
La cifra de ciudadanos extranjeros registrados en el padrón de 2009 supone multiplicarla por cinco en apenas una década; en el 2000 los ayuntamientos censaron sólo a 923.000 inmigrantes.
Y esta situación Aguador, con tasas de paro superiores al 20%.
Como dice Don Arturo,al final arderán barrios enteros.
Eso sí:en aras del buenismo conciliador y del talante.
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Eso es: nos vamos a la mierda, pero con mucho… talante, por delante… y sobre todo, por detrás…
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De este hombre me gustan 100 veces más sus artículos que sus libros. Las últimas novelas han sido infumables, pero joder… La columna de EL Semanal es para mí de lectura obligadísima. Siempre da en el clavo.
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No he leído la serie de «Alatriste», que dicen que tiene tanto éxito y tal… Pero sí he leído «El maestro de esgrima», «La tabla de Flandes», «El Club Dumas» y «La carta esférica», y realmente me han parecido muy buenos. A mí, al menos, un libro me parece bueno cuando me cuesta mucho soltarlo para saber cómo termina.
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Bueno, AGuador
Lo que pasa es que precisamente has leído -en mi humilde opinión- tres de sus mejores novelas, a las que yo añadiría «La Reina de Sur» y dos relatos geniales de sus primeras obras: «El húsar» y «La sombra del águila», este último te lo recomiendo VIVAMENTE, seguro que no te decepcionará.
Las últimas novelas para mí flojean. Y mira que la Historia es lo mío. La serie Alatriste a mí no me acaba de gustar, aunque hay volúmenes más buenos que otros. De las novelas, «Trafalgar» me decepcionó y con «El pintor de batallas» me sentí directamente estafado. Y «un día de cólera» es un 5 rascado.
No quisiera influenciarte con mis «reseñas»pero como ves tengo mi opinión porque los he leído todos!!!
Saludos
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Jeje… Tomo nota de «La sombra del águila». En cuanto a la serie de Alatriste, pues… creo que confirmas la impresión que me daba: que cuando a una adaptación o película se le da tanta publicidad, algo hay que no cuadra (y no pretendo ir en absoluto de snob). No obstante, haré el esfuerzo y me leeré al menos una de esas novelas. Más que nada, por poder hablar como tú de algo que conozco y he leído 🙂
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Estaban claras cuales podían ser las consecuencias de una inmigración desordenada, el papeles para todos ha creado un problema de difícil solución.
Saludos
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Y es verdad que el PP abrió mucho la mano, pero el «papeles para todos» de Calderilla no tiene perdón de Dios (o de GADU)…
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Más razón que un santo tiene este hombre. Aquellos polvos traen estos lodos: eso sí, si lo criticabas es que eras un extremista, que lo único que querías es que volviera Franco 🙄 . De pena, lo de este país es de pena.
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Eso desde luego. Si querías poner control en la inmigración y deseabas que residieran en España sólo los que realmente eran necesarios aquí, eras (eres) un «facha» y un «xenófobo» y bla-bla-bla. Y como dice el maestro Pérez-Reverte, la irresponsabilidad de unos y de otros ha creado un problema que, siendo «optimistas» durará dos generaciones. Y si no, no quiero pensar lo que puede suceder. En cualquier caso, espero que en esto último Pérez-Reverte se equivoque.
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