Harían el ridículo en cualquier país civilizado. Vamos, que ni se les ocurriría montar este espectáculo circense. Sin embargo, la España de ZP no es un país serio y por eso ellos siguen, porque son como el Juanico del chiste («Nena, date por jodida») y el Gobierno es una puta que no sabe (o no puede, o no quiere) decirles que no. Y ellos son insaciables y saben que por mucho que se haga de rogar, les dará lo que piden.

En la viñeta faltan dos caras más: la de Joan Saura, aunque sólo sea porque dirige una conselleria importante, la de Interior, y la de Artur Mas, el Príncipe Encantador, que ya se ve como próximo President (ha tenido que esperar mucho y ya está preparado para hincar el diente a la silla con todas sus fuerzas). El mestre Yoda podrá irse tranquilo: verá a su delfín en la poltrona y lo dejará todo atado y bien atado. Y la (el) cara que sobra es la de Montilla, que siendo Ministro de Industria presentó nada menos que 70 enmiendas al sacrosanto Estatut.

Además, se junta otra circunstancia no menos curiosa: que el espectáculo circense por antonomasia, el fúrbo, pasa por encima de cualquier otro. Así que dudo mucho de que la manifa de esta tarde sea multitudinaria. Seguro que los convocantes ni se imaginaron que España podía llegar a la final y por eso la fecha es la que es. Sin embargo y contra todo pronóstico, España venció a Alemania, que aún se estará preguntando «cómo esos Untermenschen españoles pudieron derrotar a nuestra grosse Mannschaft» (no se ofendan: simplemente, jugamos mejor que ellos).

No me imagino yo (como no se lo imaginarán ustedes), que de pronto en la Bretaña francesa se convocara una manifestación por el «dret a decidir». La Gendarmerie les metería tal manta de palos que se les quitarían las ganas de montar un circo como éste en mucho tiempo. Incluso los bávaros, en Alemania, que también tienen su puntillo, no se olvidan de que pertenecen a una gran nación. Y tampoco las autoridades han permitido que ellos lo olviden. Por eso Alemania es un país serio. E inversamente, por eso España empieza a oler a descomposición.

A los nacionalistas catalanes, en cambio, les da todo igual: van a lo suyo. Han montado un circo porque el TC, al que han llamado de todo menos bonito, les ha anulado catorce artículos y declarado «interpretables» como unos 50 (de un total de 228). Imagínense ustedes la bronca si el TC, cumpliendo con su obligación, hubiera tumbado completamente el Estatut, en vez de lavarse las manos y dejar a los políticos la tarea de interpretarlo (lío seguro).

A mí, en todo caso, me queda clara una cosa: el poble català va por un camino y sus «representantes» (que todo lo más se representan a sí mismos y a sus paniaguados), por otro muy distinto. Es muy posible que el poble català, ante la imposibilidad de abrir la boca, decida que es mucho mejor ver cómo la selección española se juega los cuartos contra la naranja mecánica, en vez de asistir como convidados de piedra a una manifestación-pataleta. ¿Pataleta? Sí. De la clase política nacionalista, a la que no han dejado (del todo) crear su chiringuito particular. Pero de eso hablaremos otro día. Hoy estamos ya pendientes del partido de la selección de mañana. Y mientras, a la manifa de Montilla y su cuadrilla irán ellos y poco más. Ni Puyol, ni Xavi Hernández, ni Iniesta asistirán (tal vez lo haga Oleguer Presas, pero ése ya ha perdido el rumbo). Pues eso: ellos solos.