No sé ustedes, pero yo cada vez estoy más convencido de que estamos ante una estrategia de distracción y de soltar vapor para que cuando lleguen las cosas importantes las aceptemos con la resignación propia de lo inevitable.
Tal es el caso de una noticia que hemos conocido durante este fin de semana. Está claro que las actitudes políticamente correctas ante lo musulmán ya están aquí. Un profesor es denunciado por un alumno musulmán simplemente porque se le ocurrió mencionar y de pasada que en el clima frío y seco de la granadina población de Trévelez el jamón ibérico se cura mejor.
La casta política parasitaria (unos por acción y otros por omisión) está a punto de conseguir uno de sus objetivos: cargarse el orgullo del sentimiento de ser español. Los moritos, además, encantados de que los (presuntos) mandamases y autoridades españoles se vayan por las patas abajo cada vez que ellos deciden protestar por cualquier chorrada. Creen (y por desgracia no se equivocan de momento) que nuestros presuntos mandamases y autoridades están macerando la antigua nación española para que, con el tiempo, caiga como fruta madura en manos del Islam. Llámenme iluso, pero creo que incluso esta generación LOGSE, refractaria a los valores morales y especialista en huir de toda responsabilidad, llegará un momento en que reaccionará. Que no le toquen los jamones, vamos.
No sé si se ha dado curso judicial a la denuncia. Yo espero que no. Espero que allí en la Línea haya un juez con dos dedos de frente que desestime el asunto y que no haga caso de presiones, por muy de arriba que vengan. ¿Qué pasaría si los católicos empezásemos a denunciar todo lo que nos ofende de la religión musulmana? ¿Qué tal, por ejemplo, el trato vejatorio que muchos musulmanes propinan a sus mujeres, apoyados en la Sharia? Que eso sí que tiene jamones, oigan: trato vejatorio sancionado legalmente y bendecido por «Alá el grande, el misericordioso». Me pregunto qué clase de «misericordia» es ésa.
La corrección política no puede (no debe) atenazar las gargantas de aquellos cuya protesta puede tener algún efecto. Y si ellos no protestan, alguien tendrá que hacerlo. Si las autoridades no quieren hacer cumplir la ley y dan curso a semejantes chorradas, que dejen paso. Que ellos se vayan a su casa y se apliquen al macramé, para que otros más conscientes de lo que se está jugando no tengan inconveniente en aplicar la ley y defender de paso la naturaleza, la esencia y los derechos y libertades de los españoles, últimamente más pisoteados que nunca.
Y digo más a los moritos recalcitrantes: si no les gusta el jamón, que no lo coman. Pero que no nos jodan a los demás que sí nos gusta. Y si persisten, alguien debería decirles que esto aún es España y que España es todavía de los españoles. Que nadie de fuera nos va a decir lo que debemos comer, decir o pensar. Que la puerta es ancha y que se pueden volver por donde vinieron. Que les dé Mohamed VI de comer, precisamente él, que es literalmente el amo de su país y que tiene riquezas más que suficientes para mantenerlos en vez de enviárnoslos a nosotros en plan caballo de Troya. Que ya está bien de tanto cachondeo, oigan. Que se empieza por el jamón y…
Lo que no entiendo es como se tramitó la denuncia, además está claro que está preparada y es con mala leche. Son maniobras de distracción pero que no se pueden obviar.
Están buscando un clima de racismo en el que ellos sean «los buenos» de la película, se les volverá en contra, como el resto de sus gilipolleces, pero ellos lo intentan porque son «chamosos» y no dan para más.
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Y no descartes que esos descerebrados que han puesto la denuncia hayan sido teledirigidos por el imam de turno o por algún otro sociata anti-español (ya hay que llamarlos así, visto lo visto).
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Si algún español entiende la denuncia y la apoya es que está mal de la cabeza. Esto es lo que se esperaba de una política que llevamos más de seis años denunciando.
Saludos
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Y no espero que cambie mucho para el caso de que Mariano, por fin, llegue a Moncloa. Saludos 🙂
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