Aquí me tienen: yo también soy católico



 (original aquí)

En enero de 2009, tras varias agresiones antisemitas en Barcelona, publiqué aquí una entrada titulada «Que vengan a por mí: yo también soy judío». Entonces dije que soy cristiano católico, pero si lo que buscan los antisemitas es un judío al que atacar, entonces yo me siento como un judío más. Ahora quienes han sido víctimas del odio y del fanatismo son los jóvenes católicos que han ido a Madrid a la Jornada Mundial de la Juventud. El lugar de los antisemitas lo ocupan ahora los cristianófobos que disfrazan sus prejuicios con falsas apelaciones a la laicidad. Si hace dos años el motivo para ser agredido era lucir una kipá o una Estrella de David, ahora lo es portar un crucifijo o una camiseta de la JMJ.

Existe, eso sí, una coincidencia entre las citadas agresiones a los judíos y la violencia desatada contra los católicos por una minoría radical estos días en Madrid. Entonces un dirigente socialista negó los ataques, y otro dirigente socialista llegó a abroncar al Embajador de Israel por denunciar la violencia antisemita. Parece que cierta izquierda siente una especial cercanía hacia quienes agreden a los que mantenemos vivas las raíces judeo-cristianas de la cultura occidental, porque ahora otros dirigentes socialistas han llegado a la infamia de acusar a los católicos agredidos de provocar a sus agresores (usando así el viejo y detestable argumento de la mujer violada que provoca al violador). Frente a esa perversa tendencia del partido en el poder a dar cancha a los mensajeros del odio, la actitud de los jóvenes cristianos ha sido admirable. A las infamias y agresiones han respondido con entereza y templanza, sin dejarse envenenar por el odio y la ira de los cristianófobos.

Frente a esos fanáticos violentos e igual que hace dos años me pronuncié en defensa de nuestros hermanos judíos, hoy sólo tengo que manifestarme como lo que realmente soy. Frente a los que van buscando gente con crucifijos a la que agredir sólo me cabe decir que aquí estoy: yo también soy católico. Yo lo soy, pero no hace falta serlo para expresar un sentimiento de solidaridad con los jóvenes peregrinos -algunos de ellos menores de edad- que han sido acosados y atacados por los intolerantes. Ante esa persecución, que no esperen de mí la otra mejilla: a los violentos hay que plantarles cara y hacerles frente entre todos, amparando a sus víctimas. No podemos permitir que una minoría de extremistas se haga dueña de la calle ni que secuestre nuestras libertades a su antojo.

Comentario nuestro. Como dijo Quevedo hace ya muchos años, donde no hay justicia es peligroso tener razón. Por lo que a nosotros respecta y mientras no se demuestre lo contrario, estos energúmenos que atacaron a los peregrinos no están preparados para vivir en democracia. Pero no sólo ellos tienen la culpa. La tienen sus padres, que no han vigilado (y en más de un caso, alentado). La tienen esos partidos de izquierda que, para dominar el futuro, corrompen moralmente a la juventud y la echan literalmente en brazos del caos. Lo que nos va a costar enderezar el rumbo, pues la perversión de una nación comienza por la perversión moral de la juventud…

Gotas que me vais dejando...

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