La lujuria al servicio del negocio (musical)


Razones de espacio me impedían contestar en Facebook o en su propio blog al compadre Noatodo, así que permitan ustedes que lo haga desde mi propio espacio. Habla él, en el post que les enlazo, de que de un tiempo a esta parte las discográficas clásicas se han empeñado en vendernos la música metiéndonosla por los ojos, tal vez olvidando que salvo cuestiones sinestésicas, la música entra fundamentalmente por los oídos.

Debo aclarar a mi compadre que eso no es en absoluto una novedad hoy en día, y que lo lamentable es que se haya contagiado a una parcela del arte que creíamos «seria». En otras parcelas, como es el caso de la televisión, algunas series históricas han destacado no precisamente por su fidelidad a la trama histórica que relatan, sino por presentar un alto contenido erótico en su desarrollo como ingrediente fundamental de la historia. Éste parece ser el caso de Los Tudor o, últimamente, la saga del gladiador Espartaco. Debo confesarles que, sin ser mojigato en estos asuntos, me dejó ojiplático una declaración del actor Jonathan Rhys-Meyers, protagonista de Los Tudor: «El sexo vende». Es decir: para Mr. Rhys-Meyers es más interesante que una serie aumente el tamaño del sexo de ustedes en vez de su conocimiento histórico. O que humedezca sus partes en vez de su cerebro (caso de que sean señoras y para que no se nos enfaden la Pajina y la Paella). Otro tanto podría decirse de la música llamada ligera o «pop»: con su atuendo, parece que quieren realzar más el hecho de que son objetos sexuales que no personas cuyo oficio primero es cantar.

Pero lo lamentable es que este criterio, aparentemente trivial, esté calando en una parcela del arte que creíamos «seria» y a salvo de estas veleidades antiestéticas (en mi opinión, y creo que mi compadre también coincidirá). En el teatro y en la ópera ya hemos conocido algunas puestas en escena vendidas como «rompedoras» e «iconoclastas»… que sin embargo ponen de manifiesto la indigencia intelectual y espiritual del escenógrafo, disimulada por la atronadora apelación a los bajos instintos del espectador. Espectador que es insultado en su inteligencia, pues es tratado como un animal sin cerebro o con un pene allá donde debiera ubicarse el cerebro.

Dejo aparte la saña con que mi compadre trata el caso de Anne-Sophie Mutter, sólo por el hecho de haber sido la protegida de Das Wunder. Salvado eso, no dejo de darle la razón y temerme que cualquier día nos sacan a Anna Netrebko (en su defecto, a Nathalie Dessay) en paños menores (o sin paños) en unos highlights de La Traviata. O que en otra portada cualquiera aparezca la intérprete de Salomé, de Strauss (Richard), en una postura comprometida con Jokanaan. O que la fiesta en casa del Conde Orlovsky de Die Fiedermaus se convierta en una especie de orgía donde alguien, maliciosa e inesperadamente, apague la luz. O que la escena inicial de Der Rosenkavalier la interpreten dos hombres en vez de dos mujeres (por aquello de la igual-dá de género) y que se pasen el rato haciéndose ojitos.

Ya sé, ya sé que no hay que dar ideas a escenógrafos y directores de escena de resfriado ingenio y peor intención. Pero bien parece que se han apuntado al nietzscheano nichts ist wahr, alles is erlaubt; de forma y manera que lo único que hacen es mostrar bien a las claras un Occidente (una Europa, en nuestro caso) también culturalmente enfermo. Porque créanme ustedes: un área cultural en que los (presuntos) creadores renuncian a seducir al cerebro para apelar a sus instintos más bajos para poder vender su mercancía averiada está enferma.

Un punto final, aunque ya se lo dije en persona a mi compadre. Respecto del enlace a la puesta en escena de In uomini in soldati, Karajan JAMÁS hubiese permitido semejante puesta en escena, zafia e inane. Y muchísimo menos en Salzburgo, su casa.

4 comentarios en “La lujuria al servicio del negocio (musical)

  1. No, no. No «sólo por el hecho de haber sido la protegida». Porque toca como un gato. 😉

    La verdad es que puedo entender que se intente vender un producto recurriendo a ciertas estrategias. Pero creo que en la mayor parte de los casos ese márketing oculta la falta de calidad de muchos músicos. LA Mariscala podría hacer ese monólogo con un anacardo en la frente, que sería igual de maravilloso. Y fíjate que he puesto una grabación Karajánica. 😉

    Un abrazo, Aguador.

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    1. Noatodo:

      No puedo contradecirte porque realmente no he escuchado de Frau Mutter lo bastante como para comparar y por ahora, me fiaré de tu criterio 😉

      Un abrazo igualmente 😉

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  2. Interesante tema, a mi me ha pasado que veo a una chica en una portada de disco o película y me llama la atención hasta el punto de saber quien es. Luego escucho su música o la veo actuar y se me acaban las ganas de seguir viéndola. Por tanto, el sexo puede ser un reclamo, pero desde el momento en que no haya calidad, ni arte, el reclamo será un recuerdo a olvidar en un breve espacio de tiempo.

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  3. Amigo Epiro:

    Eso es precisamente lo que busca la industria: renovar los «reyes» del momento para cuando ya estén «demasiado vistos». Aunque sea bastante de lejos, recuerda mucho a lo que cuenta Robert Graves de la religión prehelénica y sus «reyes anuales». Pero descendiendo a un nivel más mundano, a veces dan ganas de decir esto:

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Gotas que me vais dejando...

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