La in-Diada


Sepan ustedes que anteayer los catalanes tuvimos la Diada más «reivindicativa» desde hace mucho tiempo. Tras años de Diadas «institucionales», en que los únicos que tenían algo que celebrar eran los miembros de la clase política, hoy la cosa ha cambiado. Queda muy lejos del año 1976, en que al parecer no se necesitó ni Facebook ni Twitter para salir a la calle y reclamar «Llibertat, amnistia, Estatut d’Autonomia». Pero el Govern de Catalunya, encabezado por el president Mas, se ha liado la manta a la cabeza. Eso sí, él no estaba ayer.

Increíble, de veras. ¿Que no se lo creen? Bueno, verán. Que estamos más o menos en la eme de la eme queda bastante claro, con 700.000 parados sólo en Cataluña. La casta política catalana, al igual que sus hermanas de otras satrapías autonomías, han decidido que para ella no hi ha crisi. Mantienen el statu quo en todo su esplendor, como si Cataluña fuera aún la región rica i plena que cantaba Guanyavents. Este… ¿cuándo fue eso? Vaya, revisando la historia… casi mejor nos callamos, no sea que a algún patriota se le ocurra mandarnos una foto con una diana dibujada en ella, un poquito de tinta roja simulando sangre y una bala.

Sepan también ustedes que tras haber oído argumentos «históricos», «sentimentales» y aún de orígenes más pintorescos, me reafirmo en una idea. El barco español parece haber chocado con el iceberg de la crisis y no levanta cabeza. Éste es el momento en que las ratas deciden abandonarlo, después de haber acariciado ese sueño largo tiempo. O no. O sencillamente se trata de que como el barco se hunde, ya no pueden parasitarlo más y dicen «¡Hala, nos vamos! ¡Ahí os quedáis, putos españoles de mierda!».

¿Y a dónde se van? Al mar, desde luego. Fuera del barco no hay otra cosa. No hay botes salvavidas porque nos embarcamos para un viaje en que atábamos los perros con longaniza y nos dirigíamos a la tierra prometida. ¿Para qué los botes, pues? Por eso ahora se enfadan cuando se les recuerda que por el art. 20 del Tratado de Funcionamiento de la UE, si se van de España (secesión, que no «independencia»), se van automáticamente también de la UE.

No obstante, no se dejen enredar ustedes en el enmarañado e inconsistente discurso catalanista. Por ejemplo: hace meses que están dando la matraca con el pacte fiscal. ¿A qué se refiere eso? Pues al régimen de concierto o convenio, o sistema de cupos que rige en Vascongadas y Navarra, que es casi como una independencia fiscal porque ahí son las Diputaciones Forales y no el Estado quien recauda los minolles. Eso es lo que quieren. Y eso fue rechazado, con extraordinaria miopía, por Pujol en 1980. Se lo hubieran dado, a pesar de que los nacionalistas catalanes no ponían muertos sobre la mesa como los vascos (Suárez era así de comprensivo). Pero no lo quiso. Prefirió los plazos al contado para retardar la reacción de las instituciones, esperando y deseando que con el tiempo, España se pudriría moralmente mucho más, lo que haría más fácil su camino.

¿Y qué conseguirían los nacionalistas catalanes? Fácil. La «independencia» sin más es solamente per la canalleta. Las proclamas y las banderas y la parafernalia toda, que queda estupendo en las fotos. Pero yendo al rovell de l’ou, resulta que para los políticos es doblemente interesante: en primer lugar, porque con esa «independencia» se taparían 30 años de fechorías dinerarias y en segundo lugar, porque teniendo un poder judicial «propio», cosa que ahora les impide el art. 117 CE, ninguna demanda referida a esas fechorías llegaría a puerto alguno.

Así, pues, ahora empiezan a entender muchos que durante muchos años tuvieron los ojos cerrados involuntaria o voluntariamente: el fin del trayecto catalán, como el del vasco, no era la autonomía, sino la independencia (secesión, en realidad). ¿Cómo es posible esto? No hace muchos días leía un artículo que daba la clave (se refiere al nacionalismo vasco, pero vale para todos los demás). La larga cita proviene de uno de los númenes del primer nacionalismo vasco, un tal José Antonio Arrandiaga Larrinaga, alias Joala. La incluyo toda a pesar de su extensión porque toda ella da la pista:

«… No es, pues, el camino actual el que nos ha de conducir al triunfo. Nuestra pequeñez seria siempre ante el grandor de nuestro enemigo, si las cosas siguen como hasta ahora. Y ahí está el quid de la cuestión; en esa desproporción entre ellos y nosotros. Y la solución sólo está en que desaparezca esa desproporción. ¿Cómo? Dándole un plan político a España que lo divida en trozos mil haciéndole perder la cohesión que entre sus regiones existe. Y para ello se vale D. Sabino de un Programa titulado, al menos por ahora, vasco-españolista. Ese programa tendrá la virtud de disminuir las fuerzas del enemigo y de aumentar las nacionalistas (…) ¿Qué cómo? Pues deseando que el regionalismo prospere en nuestro País y cunda por España, estableciéndose pleitos y contiendas entre las diversas regiones o aislándose unas de otras de modo tal que no les importe la totalidad de España. ¿Y quiénes son los más interesados en que así suceda sino nosotros mismos?

Por consiguiente, a la manera que hasta aquí hemos propagado el Nacionalismo vasco sin conseguir la suficiente unión, propaguemos ahora el regionalismo vasco-españolista para que sea engendrador de diez, veinte o mas regionalismos españoles y para que forme entre nosotros la deseada unión vasca que, fácilmente, por miras egoístas, habría de ser convertida en separatismo vasco (…) Empecemos nosotros a ser regionalistas, y al ver nuestro hermoso Programa (…) ha de cundir, también entre ellos, el mismo espíritu, y se nos ofrecerán coyunturas para ir intensificando mas y mas nuestro regionalismo hasta llegar a renegar de toda unión con las demás regiones españolas: y el poder que hoy nos opone y que hace imposible nuestra independencia, se vendría por los suelos (…)No son los españoles capaces de concebir un plan como lo será el vasco-españolista; demostrémosles, pues, y, además, incitémosles a que lo pongan en práctica: es decir; hagámonos españolistas para poder dejar de serlo algún día (…).

Si conseguimos ese regionalismo español, no será menester que inculquemos doctrinas nacionalistas a los vascos; ellos de por si, por egoísmo y no por razones de raza y de historia, habrían de pretender el separatismo: ¿y que es, al fin, el Separatismo, en su último término, más que la independencia justa y lógica de este País, o sea el Nacionalismo? En sus fundamentos son diametralmente opuestos, pero en su finalidad (independencia) la misma cosa. ¡Muera, pues, el Nacionalismo, porque de su muerte surgirá el Separatismo y, por consiguiente, el Nacionalismo!».

Ni qué decir tiene que esto es lo que se ha aplicado desde 1978. Y, por desgracia, ha funcionado. Ahora ya se callarán los que años ha decían que el 11 de septiembre los «independentistas» iban a hacer el indio al Fossar de les Moreres y a entregar flores a Rafael de Casanova, que si levantara hoy la cabeza les cortaría la ídem a todos ellos por traidores al Rey y a España. Y a todo esto, ¿qué opina Mariano? Bueno, pues Mariano no tiene opinión porque «todo es respetable y él es muy liberal». Cada vez me está recordando más a Pazos… Y el tutor franco-alemán, contento de que nos vayamos a la mierda. Por mucho que pretendan aparentar otra cosa. Según ellos, a los españoles nos basta con ser una potencia de segundo orden. Y si podemos convertirnos en la Florida europea, para ellos mucho mejor.

5 comentarios en “La in-Diada

  1. Todo fue una farsa desde el principio. Sabian que catalanistas y txapelaris no se conformarían y pensaron que una España disgregada sería un «enemigo» más liviano. Ojalá se pudran todos en el infierno y el primero el Burbon.

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