Sepan ustedes que llevamos bastantes días con la matraca de las profecías majas. La vulgarización y trivialización de las mismas lleva a comentar, a más de uno, que el día 21 nos vamos todos a hacer puñetas. Vamos, que el mundo deja de existir. Aquí los profetas del cataclismo hacen su agosto, porque ni siquiera los fabricantes de búnkers las tienen todas consigo: es la catástrofe total y ningún búnker nos va a salvar de eso. Nada de almacenar provisiones. La Tierra, como decimos en Cataluña, hará un pedo como una bellota y explotará. Todo depende de la imaginación del telepredicador y del colorido con el que describa el dantesco (y presunto) espectáculo de irnos todos a tomar viento.
Por mi parte, nada más lejos de la realidad. Más allá de los agoreros que quieren hacer su agosto con el miedo y la psicosis de mucha gente, en mi modesta opinión no habrá nada de lo que dicen. Podríamos aplicar aquí el chiste que cuenta Arthur C. Clarke en 2010, odisea dos: «el mundo se había acabado el 31 de diciembre de 1999, pero que todos habían estado demasiado ocupados para darse cuenta». El mundo seguirá. Las personas seguiremos naciendo y muriendo, y tratando de hacer algo con el tiempo que nos queda entre medio de esos dos momentos. Sin embargo, sí creo que el mundo cambiará. Tomemos el año 2000. Casi se repitió el caos del año 1000, en que furibundos predicadores alertaban de «la segunda venida de Cristo». Aparentemente, nada pasó. Sin embargo, por mucho tiempo que pase, los que vivimos no olvidaremos el 11 de septiembre de 2001. El atentado de las Torres Gemelas sí supuso un adiós al mundo tal y como lo habíamos conocido. Quizá fue el último acto de demolición de esa visión del mundo que empezó a caerse a cachos desde el 9 de noviembre de 1989: cayó el Muro de la Vergüenza, cayó el Telón de Acero… y el último acto fue el acta de defunción de los USA como «guardianes del Mundo». Todavía se hacen películas en que «el mundo está en grave peligro» y resulta ser siempre un «americano» (difícilmente un europeo, un asiático o un negro) el que «lo ha de salvar», aunque creo que ni los propios useños se las creen ya. Ese atentado en el corazón económico del mundo terminó con el mito del «no se atreverán a atacarnos en nuestra propia casa».
No sé qué va a ocurrir a partir del día 21, aparte del «solsticio de invierno» que celebran los que no quieren celebrar la Navidad. Pero es posible que en 2013 sí ocurra algo (una guerra, un cataclismo económico… vayan ustedes a saber) que nos haga ver que el mundo ya no es para nada como era antes, aunque no sea «cronológicamente exacto». Mientras tanto y para que se ambienten, comparto con ustedes esta canción publicada en 1982…
Bueno, pero mientras tanto procuremos que no nos amarguen el presente, al menos lo justo 🙂
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Nos lo están amargando a más y a mejor. Tanto, que para más de uno si esta «noticia» fuera verdad sería una especie de «liberación».
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