Original aquí.

Desorientado, desconcertado, confuso. Como un boxeador sonado. Así anda el Partido Popular, reunido en Almería en una intermunicipal que se ha quedado en juego del escondite de los líderes. Sobre todo, claro, la cúpula. Y la gente de comunicación, que está llegando al tope de su incompetencia estos últimos días amenazando a programas televisivos con querellas en plena emisión. Por cierto, otro día les contaré cómo este gobierno se ha convertido en uno de los más censuradores y controlares de los medios de los últimos treinta años. El caso es que las noticias que se han dado a conocer en los últimos días en relación a que numerosos dirigentes populares, ese partido cuyo ministro de Hacienda nos dice que nos sube los impuestos porque hay defraudadores, podrían habérselo estado llevando en negro durante años, son una verdadera bomba de relojería adosada a los bajos de la formación que pilota Mariano Rajoy. De esas tipo «caso Naseiro» o «caso Manglano» (por aparecer hasta ha vuelto a aparecer Ángel Sanchís), pero peor, porque por entonces el PP no había gobernado y traicionado a su electorado. Creo que en Génova, viven en su mundo, no son capaces de calibrar la indignación ciudadana. Que la manifestación de los frikis del 15-M, el 25-S y partes del PSM frente a la sede de los populares fracasase no quiere decir que el respetable no tenga un cabreo monumental. 

Bárcenas por su parte, Luis el cabrón (con perdón) en el sumario de Gürtel, anda amenazando, caso de tener que seguir los pasos de Paco Correa, con tirar de la manta y llevarse por delante a medio PP y parte del extranjero. No es el único, pero sí el que más sabe. 

Siendo como es la cosa fuego amigo, hay quien intenta endosar todo el escándalo en el debe de la lideresa de Madrid, quien por su parte anda de bolos televisivos y televisados. No da puntada sin hilo, pero no es tan responsable del estallido de la cosa como dicen. De hecho la trama colateral, alias López Viejo, podría acabar estallándole a ella. Y a Botella. 

Estamos ante una bomba de tal magnitud, lanzada en un momento en que el pueblo español se está planteando que quizá todo haya sido un tocomocho para consolidar las oligarquías de los Ferraris, las gasolineras, los yernos y los viajes de esquí a Suiza, que hasta Felipe González, ni Flick ni Flock, ha tenido que salir en defensa de los de la gaviota, porque entiende que es salir en defensa del consenso socialdemócrata de 1978. Rubalcaba hace oposición con la boca chica, muy chica. Y es que este escándalo podría ser, quién sabe, la puntilla que le faltaba al sistema para acabar de derrumbarse.

Por nuestra parte añadimos estas preguntas, tomadas del muro de Cristina Falkenberg y que, a nuestro modesto entender, de ser respondidas verazmente arrojarían muchísima luz sobre el asunto:

– ¿Cuántas personas más lo sabían y callaron? ¿Por qué? ¿Durante cuántos años estuvo esto ocurriendo?

– ¿Cuántas más cosas saben (en todos los órdenes) y callan, por graves que puedan ser esas cosas?

– ¿De dónde salía el dinero que se repartía, cuánto era todos los meses, a cambio de qué se obtenía ese dinero? ¿Qué decisiones subóptimas para el interés general se tomaron a cambio de un fajo de billetes que luego se repartía en sobres que se entregaban a ciertas personas, individuales, todos los meses, durante muchos meses, y presumiblemente a bastantes personas?

– Y, a su vez, ¿qué hacían esas personas a cambio de ese dinero y hasta dónde estaban dispuestas a llegar?