Pactos


Da miedito, ¿eh?

Parece que es la palabra de moda en el mundillo político estos últimos tiempos. Sobre todo aquellos que se las dan de estadistas (ya sean plumillas o políticos en ejercicio) no dejan de repetir como un mantra «… es necesario hacer un Pacto de Estado sobre esto o sobre lo otro», o «hemos de tener una posición común ante (Europa, el euro, la PAC o lo que a ustedes se les ocurra). Intentando hacernos creer como que ellos creen en la Nación española y en los españoles. Y los propios políticos batuecos se han puesto a ello… con resultados decepcionantes, por cierto. Lo más gracioso es que algunos ponen de ejemplo los Pactos de la Moncloa (¡horror!), en los que se escrituró el reparto del pastel español, remachados posteriormente con la socialdemócrata Constitución de 1978.

Pero es que el tema es otro. Verán: en mi opinión, en la cainita política española, a todos los niveles (general, de «nacionalidades», de «regiones» o municipal), un pacto se hace para fastidiar a un tercero: CiU y ERC «contra Espanya», PNV y Bildu contra el «Estado español opresor y torturador»… o Partido A – Partido B para quitarle la alcaldía al cuñado de alguno de los dos partidos del pacto. A veces también a aquella persona o formación con la que se pacta, también llamado abrazo del oso. Aquí no distinguimos a veces entre «amigo» o «enemigo». A mí se me ponen los pelos de punta cuando hoy se oye decir o se hace pasar por «noticia» que «los dos grandes partidos van a pactar» porque me imagino quien ostenta aquí la condición de tercero: es decir, el pueblo español.

Y es que hablan de pactos como si éstos fueran la panacea para todos los males de la Nación. Hasta Mariano se esfuerza en parecer «dialogante» en vez de usar el rodillo de su mayoría absoluta. Porque ésa es otra: la (presunta) izquierda tiene bula. Queda para la memoria histórica el «rodillo» que aplicaban los socialistas una y otra vez cuando aquella mayoría de los 202 diputados (ésa ya no volverá). Pero si Mariano hace lo mismo lo más bonito que le va a llamar la (presunta) izquierda es, como todos ustedes saben, «fascista» y «totalitario». La socialdemocracia española, ese monte en dos cumbres dividido, es lo que tiene.

Por lo demás, uno es más o menos anticuado y cree que los pactos se dan entre caballeros, entre gente leal y honesta. ¿Qué es lo que puede darse entre tratantes de feria de ganado, como parecen ser los dirigentes de los partidos políticos con mando en plaza? ¿Qué pacto es posible entre personas cuyo máximo afán es sacar ventaja de la desgracia del otro, prestos a apuñalarse al primer descuido? Que luego resulta que todos ellos están en la misma pomada, por más que de cara a la galería, a la carnaza y al deporte nacional (pesoe-pp, pp-pesoe y vuelta la burra al trigo), se tiren los trastos a la cabeza.

De la lealtad hacia quienes son «mandados» por ellos («gobernados» es una palabra que a la casta política actual le viene grande) mejor ni hablamos. Y decimos más: en este contexto de globulización (que no «globalización»), en el que resulta que no podemos crecer demasiado para no ofender a los vecinos y a los que se creen por encima de nosotros, esta casta política es precisamente lo que aquéllos (vecinos y presuntos superiores) necesitan para tenernos a raya. Bien parece que la casta nacional trabaja para ellos.

Finalizo: los pactos deben tener la divisa del bienestar de la Nación. Divisa que no tienen ni por asomo los partidos con mando en plaza. Los españoles nos estamos cansando y pagamos con desafección la lealtad de los políticos a aquellos que les ponen en los puestos de salir en las listas electorales. Yo sinceramente espero que no sea demasiado tarde para que políticos de formaciones diferentes sean capaces de pactar poniendo el interés y el bienestar de todos los españoles por encima del de sus partidos o de sus redes clientelares. Creo que, por ahora, el discurso de Albert Rivera es el más sensato de cuantos se oyen en el guirigay político nacional. A ver si surge otro político con la misma perspectiva.

Gotas que me vais dejando...

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