¡Qué barbaridad, señores! ¡La que se ha armado! Hace una semana que entrevistaron a Aznar en Antena 3, que dejó caer unas cuantas perlas respecto de la situación económica, de su partido y de su Presidente. Todos a una se han puesto nerviosos, muy nerviosos. Lo más curioso es que el expresidente más odiado de este período que algunos todavía llaman «democracia» no aseguró en ningún momento que iba a volver. Pero la sola sospecha de que pudiera hacerlo ha puesto en guardia a tirios y troyanos, chascarrillos de El Jueves y otros aparte.
Mucho más curioso es que se diga que «Aznar no ha dejado la política» cuando su única vinculación con ésta es su actividad en la fundación FAES, el think-tank pepero. No es más que un comentario destinado a involucrarle en algo de lo que él ha querido mantenerse a distancia. Y sí, es posible que si volviese perdiese dinero: su cómodo asiento en Endesa y su pensión de expresidente serían suficientes para asegurarle la vejez tranquila que muchas personas parece que ya no vamos a tener. Sin embargo, Aznar sale en la tele intentando enhebrar un discurso nacional y se echan todos a temblar.
Por supuesto, cada uno hace la lectura política que más le conviene. Los de izquierda ya han sacado a pasear su espantajo favorito: el Prestige, la guerra de Irak y el 11-M. Es su bête noire y su odio es apocalíptico, absoluto y global. Todo porque tuvo la desfachatez de: a) ganar por primera vez unas elecciones con mayoría absoluta a la izquierda y b) por intentar sacar de su postración socialdemócrata a España. Han pasado diez años y, como si fuera ayer, la izquierda resentida, que no admite que pueda gobernar en España nadie más que ella, ha sacado toda la artillería contra Aznar.
Es verdad que, como recordaba hace pocos días Arcadi Espada, el discurso nacional de Aznar queda un poco deslucido si tenemos en cuenta el tamaño King size de las cesiones a los nacionalistas, tanto en su primera como en su segunda legislatura. Entre ellas, la de haber suprimido el servicio militar: a Pujol le reventaban los militares en Cataluña como exèrcit d’ocupació y, a pesar de que no pudo con los comerciantes de Tremp (beneficiados por la proximidad con la AGBS de Talarn), consiguió esto otro.
Pero lo que hay que reconocerle (aunque no les guste a algunos) a Aznar es que sí tuvimos unos años de prosperidad en que atábamos los perros con longaniza y soñamos ser nuevos ricos. Más allá de la burbuja inmobiliaria (durante la cual no oí quejarse a ningún socialista, según se les oye berrear ahora) y de la liberalización del suelo (que no explican lo que es pero machacan como consigna maoísta), hay que recordar que los tuvimos porque en 1998, el año del «examen del euro», cumplíamos los cuatro criterios de convergencia hacia la UEM (unión económica y monetaria), y que Alemania y Francia en aquel año no los cumplían. Y Aznar no se cortaba un pelo en jactarse de ello.
Pasemos al otro lado. Es «normal» que la izquierda cavernícola, troglodita y rencorosa que padecemos le tenga esa rabia apocalíptica y global a Aznar. Pero entre los propios también ha levantado ampollas. Y hay varias razones para ello. Durante la famosa entrevista, Aznar ofreció una imagen del liderazgo que no ofrece Mariano ni queriendo. ¿Por qué? Porque hablaba de algo más que de los garbanzosh. Después de la destructiva etapa de ZP y con un preshidente que «sólo se ocupa de la economía», era importante que un político alzara la voz y nos recordara que no vivimos para contar céntimos o el número de días que trabajamos para el Gobierno sin saberlo ni quererlo. Hacía falta un político que pensara en el interés de todos los españoles, y no sólo en el de su partido, o, todo lo más, en el de la casta.
En segundo lugar, porque en Génova, 13 saben perfectamente que si Aznar volviese realmente a la política activa, medio partido se iría con él de forma inmediata (y posiblemente con Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja y Aleix Vidal-Quadras). Muchos militantes no entienden por qué, viniendo de donde viene, el gobierno del PP sigue aplicando la misma política que nos metió en el hoyo: las Administraciones siguen gastando con liberalidad y la fila de parados sube en proporción directa a ese gasto. Naturalmente, los que están en la pomada se cuidan muy mucho de guiñar el ojo al expresidente, no sea que el que «manda» de verdad (Mariano), los excluya de las listas para cualquier tipo de elección (como parece que le va a ocurrir a Mayor Oreja si los pronósticos se cumplen). Pero es que la mamandurria es la mamandurria y para algunos son preferibles los barcos sin honra y los principios marxistas (de Groucho… y tal vez también de Karl, dentro de esos algunos).
La herencia que dejó ZP sigue supurando porque Mariano, en vez de tomar medidas que solucionen el problema apoyado en su mayoría absoluta, busca el pacto y el consenso con los enemigos de España (izquierdas y nacionalismo), cosa absolutamente incomprensible para los militantes de a pie. Tanto, como el hecho de que a Mas se le siga dando dinero a pesar de saber que éste lo derrochará en sus tonterías identitarias y de que se pasa y se pasará por el forro del arco de triunfo las sentencias y los recursos de inconstitucionalidad que le dicten o le interpongan.
La imagen de firmeza de Aznar, por más que se le puedan encontrar defectos, es lo que a mucha gente gustó (no hablo de los enemigos, por supuesto) de esa entrevista. Y contrasta agudamente con el laissez-faire de Mariano («eshque todavía no ha cometido ningún delito»). Pregúntense ustedes qué pasaría en Alemania si Baviera pillara el mismo resfriado que Cataluña. O en Francia si tal le ocurriera a Bretaña. Lo saben, ¿verdad? Y allí nadie hablaría de ejército de ocupación ni leches en vinagre.
O tal vez se trate de que la entrevista a Aznar nos ha despertado de este Día de la Marmota que parecía eterno y que parecía también que convenía a la casta. Si también es por eso, bienvenida sea esa entrevista. Aquí les dejo el enlace:
http://www.antena3.com/videos/noticias/entrevista-aznar-21-05-2013.html