Madrid
Y ahora, naturalmente, faltaba la joya de la Corona. ¿Cómo desactivar el último reducto aznarista? Eso era más delicado. Empecemos por el principio, que se parece bastante a los comienzos de todos los libros de Astérix…
Estamos en el año 2015 d.C. Toda la Hispania está ocupada por los marianos… ¿Toda? ¡No! Una Comunidad poblada por irreductibles aznaristas resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios marianos en los reducidos campamentos de Babaórum, Acuárium, Laudánum y Petibónum…
Norma general en el PP ha sido siempre que «mientras no te pillen puedes robar todo lo que quieras; ahora, como te pillen, nadie te va a conocer». Sabiendo que el poder es muy goloso y en Madrid mucho más, nunca falta alguien que no resiste la tentación de caer en el pecado de hybris. En Madrid ese papel, hasta donde se sabe, lo ha representado Paquito Granados, el niño púnico. Se da la circunstancia de que ese señor, hoy en prisión preventiva (que no cumpliendo condena), era el número dos de Esperanza Aguirre en el PP de Madrid.
Cubierto ese flanco, miraron hacia los puestos electivos. Investigaron a Ana Botella —ya fuera el CNI o un tal Villarejo, oficialmente policía— y sus secuaces y no debieron encontrar nada útil, aparte de ser la señora de ése al que quieren borrar. Eso la descartaba: mala suerte. Tampoco la hubo con Esperanza Aguirre misma: las cositas que pueda tener en su contra son de tan escasa entidad que pensó —quien piensa en ese partido— que alegarlas podría ser contraproducente y hasta podría exacerbar una ola tal de simpatía hacia la lideresa que complicaría mucho seguir con las maniobras orquestales en la oscuridad de esos-que-ustedes-saben.
Luego probaron suerte con Ignacio González, presidente a la sazón de la CAM. Ahí sí hubo suerte. El famoso ático ha sido el mayor quebradero de cabeza del señor González desde hace tres años. Es un asunto no suficientemente ni claro, ni aclarado. Y por ahí han atacado. Si vamos a mirar, el asunto no es ni con mucho tan grave como otros que han aparecido por ahí (sin ir más lejos, cualquier asunto menor de los Pujoles tiene más enjundia que el del ático de González). Pero en este clima actual de hartura (que no de altura) de la corrupción política, bastaba la sospecha de que el presidente de la CAM tuviera algo a lo que hincarle el diente, por pequeño que fuese. Y lo encontraron. Insinuaciones, unos cuantos datos que pueden ser verdad, mentira o todo lo contrario, con la inestimable ayuda de algún diario de tirada nacional y ya está. Lo cual sirvió para descabalgarle de una más que segura reelección. Se da la circunstancia de que González era el número dos de Esperanza Aguirre en la CAM cuando ésta era presidenta.
En la trena el uno (aunque cautelarmente, hay que decir) y desacreditado el otro, Esperanza está sola. Más o menos como el pueblecito de Astérix contra los romanos, que lo han intentado todo: por las buenas, por las malas, con y sin cloacas. De hecho, corre el rumor de que el CNI ha sido empleado en este asunto, lo que de ser cierto requeriría explicaciones al más alto nivel. Pero Mariano no se moja y Soraya, que tiene en su mano al CNI, menos aún va a soltar prenda.
En éstas, como Esperanza no suelta la presidencia del PP de Madrid, recibe amenazas:
─O sueltas la presidencia del PP y te centras en la alcaldía o te montamos una gestora —le dice MariCospe en tono de «yo sólo soy la mensajera»—.
─¿Y a quién vais a poner en esa gestora? —preguntaría Esperanza, taladrando con mirada de tigre a MariCospe.
—Habíamos pensado en Javier (Arenas) y Manuel Cobo. Pero nombrada la gestora eso ya dejaría de ser asunto tuyo.
—O sea, ¿que me ponéis a esos dos, que no me traga ninguno ni yo a ellos, para que el uno me nombre a los candidatos y el otro me escriba el programa electoral? ¡Vamos! ¡A Esperanza Aguirre nadie le pone por encima a alguien que valga menos que ella! ¡A mí! ¡De Madrid!
—Oye, que no te enfades. Que yo sólo soy una mandada, conste.
—¡Aunque te haya mandado Mariano, me da igual! ¡No tenéis derecho a hacerme esto y además los Estatutos del partido me dan la razón! —vocifera Esperanza—.
—Eso ya sabes que se puede cambiar… —le advierte a media voz MariCospe.
El caso es que el culebrón no ha terminado. Nos hemos enterado hoy de que Esperanza se ha reunido con diez altos cargos del PP de Madrid para nombrar alcaldes en poblaciones clave de la Comunidad. Pero nuestro pronóstico, nada optimista, es que si Mariano y sus mariachis consiguen que Esperanza suelte por completo la presidencia del PP madrileño (es decir, que no mande directamente ni por persona interpuesta), el PP de Madrid estará jodido e iniciará su marcha hacia el progresismo, la inanidad y la irrelevancia.
Y lo lamentaría, créanme. Sobre todo, por esa parte de la militancia (y de la votancia) que tenía a Esperanza como una tabla de náufrago frente a la mediocridad general de los borjamaris, las alicias, los nocillas y otras hierbas. Para los otros, los que aceptan sin chistar lo que diga el Partido («Die Partei hat immer recht»), los que creen tener una obligación moral con el partido al que pertenecen —a pesar de que éste les ha perdido el respeto—, hasta puede ser una buena noticia. Que Dios —o para quien corresponda, GADU o el Ser Supremo— les coja confesados.
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