Monos envidiosos (I)


A riesgo de que parezca que uno padece madricentrismo, que podríamos definir como esa visión de la realidad que afecta a gran parte de los comunicadores según la cual «todo lo que sucede fuera de Madrid no existe», hoy seremos un poco menos so-malos, interrumpiremos nuestra serie sobre el korona (se promete continuarla) y pondremos que hablo de Madrid.

Desde provincias sorprende la campañaza que le están haciendo a Isabel Díaz Ayuso sus propios. Ya no Podemos, que no tiene ni media torta dialéctica (a Isa Serra no hay por dónde cogerla, en todos los sentidos), ni la pesoe, que aún se está recuperando del jamacuco que le dio a Cromagnon Gabilondo cuando los últimos comicios madrileños. Qué va: los ocupantes de la planta presuntamente noble de Génova, 13, todavía sede del PP, de ésos que Galdós en sus novelas y Episodios Nacionales tildaba de endinos.

No debería sorprendernos demasiado, porque en el PP ya hay ejemplos legendarios de disparos en el pie. Incluso Aznar, el «presidente menos malo» de la mococracia española, tuvo un desliz con Aleix Vidal-Quadras a cuenta de Pujol. «Quítamelo de en medio», le diría Pujol a Aznar, «que este tío me hace sombra». Y así fue cómo Aznar pudo empezar a pagar el alquiler en Moncloa: a cambio de que el PP nunca levantara cabeza en Cataluña.

Luego está el caso del chulo de Badalona, Xavier García Albiol, que podría haber jugado en la NBA si se lo hubiera propuesto; o, como decimos en català, alt com un Sant Pau. Le acaban de quitar la alcaldía todas las otras fuerzas políticas municipales por no-sé-quins-papers; pero la declinación de su estrella llegó con las autonómicas de 2015, cuando otro García (Margallo), que más le hubiera valido estar callado, abrió la boca para reventar la campaña de Albiol desde el primer día y en cinco minutos, como si el candidato fuera Margallo y no Albiol. Dicho entre paréntesis: si se elaboran informes y tesis doctorales sobre temas tan abstrusos como «la ruta oceánica de la sardina brillante», ¿no podría alguien escribir algo sobre «la influencia del apellido García en la deriva política del PP»?

Otro ejemplo de disparo en el pie fue la fracasada andadura política de Manuel Pizarro, aragonés de pura cepa y tozudo en ejercicio, que tal vez aspirase a sentarse en Moncloa como Ministro de Hacienda. Todos recordamos (o quizá por ahí todavía cuelga) el debate que montó con el Profesor Siesta, que ciertamente ganó a posteriori, porque todos los males que nos anunció y que Solbes despreció sólo como dialéctica, se cumplieron punto por punto. ¿El problema? Que era un señor que quería hacer las cosas bien y eso, en el mundo político, español cotiza a la baja.

No menos importante fue el caso de Esperanza Aguirre. ¿Cuál fue el «problema» de Aguirre? Aparte de molestar a la pesoe con su «chulería» (a la pesoe no le gustan los adversarios que no se les arrodillan), molestaba también a Rajoy «porque daba demasiado ejemplo». Y sabiendo que era un hueso duro de roer de frente, le hicieron la cama por detrás. Aprovecharon que no vigilaba en exceso para colarle una conexión con la trama Púnica que alcanzó a su segundo, Paquito Granados, que ahora purga sus pecados en Alcalá-Meco.

Otro caso menos sonoro fue el de Cristina Cifuentes. Ésta no me caía muy bien por haber sentado plaza de ignorante al hablar de «humanismo europeo» (todo el mundo medianamente leído y escribido sabe que ese concepto debe ser reformulado como «humanismo cristiano»; a saber por qué soltaría semejante sandez). Y fue apartada de un plumazo por un quítame allá esos potingues. ¿Y el accidente? Queda la duda de si fue de verdad un accidente o un acontecimiento del tipo «haz que parezca un accidente». Sea como fuere, la apartaron.

Gotas que me vais dejando...

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