De la relación anterior se desprenden dos cosas: primera, que las mujeres son tan capaces de dirigir una Comunidad de Madrid como los hombres, con lo cual queda vedada la posibilidad de llamar cerdo machista a quien dirija la Comunidad de Madrid. Y aunque, nuevamente, algunos comunicadores han jugado esa carta contra los ocupantes de la planta innoble de Génova, 13, un servidor de ustedes no cree que la cosa vaya por ahí. Tengo mi teoría, que ahora mismo les presento.
Visto el historial de «disparos en el pie» de la formación gaviotera, uno no deja de pensar que hay algo detrás. Y me resulta incomprensible que, habiendo alguien que funciona de verdad en un partido que en otras partes se ha vuelto prácticamente testimonial (Cataluña o País Vasco, por ejemplo), le quieran hacer la miserable campaña que le están haciendo. Hay dos preguntas que podrían formularse: la primera, a quién molesta Isabel Díaz Ayuso; la segunda, por qué.
Parece ser que, simplemente por hacer bien las cosas, la lista de enemigos de Ayuso no es pequeña. Para empezar, la izquierda madrileña toda la tiene como su bête noire. Ayuso no se arruga ni tiene miedo a los enanos gulliverescos de la izquierda. Como decíamos en la entrada anterior, tampoco éstos tienen media torta dialécticamente hablando; y juntando lo uno con lo otro, se entiende la furia de las reinonas de la siniestra.
Pero resulta que hay otro rasgo que comparten las mujeres presidentas de la Comunidad de Madrid: cada vez que se han descolgado de la dirección nacional de su partido, han acertado. En particular, Isabel Díaz Ayuso desoyó el mandato de Génova de no convocar elecciones al Parlamento madrileño. Su trayectoria con el korona, tema en el que también se descolgó de la dirección nacional, ha sido poco menos que impecable; y donde no lo ha sido, la culpa es imputable a otros. Eso le ha granjeado el apoyo del pueblo… y el odio de los ocupantes de la planta innoble. Todo lo cual hizo que convocara elecciones autonómicas… y las ganara con mayoría (aunque no absoluta), lo que aumentó la inquina de sus enemigos dentro y fuera del partido.
Uno, que ya peina canas y es un poco malpensado, cree que el asunto es el siguiente: quieren descabalgar a Díaz Ayuso por díscola, como en su tiempo lo fue Esperanza Aguirre, el verso suelto de la canción socialdemócrata de Mariano Rajoy. El PP, desde aquella memorable ocasión en que Mariano dijo que los liberales «podían irse a la mierda al partido liberal» (es decir, que no tenían sitio en su PP), ya no fue el mismo. Lo liberal ya no mola en el PP: molan la obediencia socialdemócrata y el respeto a los enjuagues, arreglos y chanchullos con la pesoe.
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