Por su interés, colgamos una entrada de un blog con fecha de 2008, cuyo autor es el economista (así consta en su perfil de Linkedin) Ignacio Moncada. Cambien los nombres y vean si, a catorce años vista, ha cambiado mucho la relación entre ambos partidos. Se puede argumentar que «ahora existe VOX»; pero mucho me temo que, aun con el partido verde limón, las cosas seguirían igual. Original aquí.
El Pepesoe no deja de ser una unión corporativista, una casta atrincherada tras los muros de la oficialidad que defiende sus propios intereses. Su objetivo es el poder: el poder ante todo; y después ya vendrán otros objetivos. Cuando nuestros políticos deben optar entre el bien de los ciudadanos o el poder, es decir, ganar las elecciones, siempre elegirán lo segundo. Es lo que provoca que les veamos constantemente defendiendo una cosa y la contraria, según convenga a sus aspiraciones de poder. Porque si se defiende una cosa y su contraria realmente no se defiende nada, excepto los intereses de uno mismo.
A lo largo de estos años hemos visto a los dirigentes de los dos partidos mayoritarios, inmóviles en sus sedes y sus coches oficiales, defender una cosa y su contraria, siempre la mirada puesta en ese falso indicador que son las encuestas, es decir, los trampolines al poder. En la primera legislatura de Zapatero, el Gobierno optó por hacer como que lograban la paz entablando negociaciones con terroristas, y por hacer como que lograban la concordia en España mediante donaciones de competencias a las autonomías con virreyes más radicales. Todo humo y cosmética, una política gestual, pues no se solucionó ningún problema, sino que se agravaron; y no sirvió más que para repetir en el poder de mano de esas comunidades con gula de competencias, y de espaldas al resto. Ganaron las elecciones, y ahora parece que el mundo funciona de otra manera. El terrorismo ahora se combate con la persecución policial y judicial, la prisión, y el no dar un palmo al asesino, que es lo que se decía hace año y medio que agravaba el problema, y que no conduciría a la paz.
La Oposición es si cabe más contradictoria. Rajoy, que había dirigido el barco popular durante cuatro años desde la defensa, tímida, de los principios liberales, se dio de bruces con la minoría electoral. Y emprendió el cambio, como Obama. Excepto por la diferencia de que Obama es un político de nueva hornada que se ha rodeado de los mejores, de gente con experiencia, expertos e intelectuales; y Rajoy es un político profesional, de los de siempre, que ha jubilado a los que podían aportar experiencia y ha apostado por la llaneza y el perfil bajo. El cambio de Rajoy es en realidad un cambio de look, porque el fondo sigue siendo el mismo: el poder a toda costa.
Ahora ha llegado una dura crisis económica, y los políticos se ofrecen para salvarnos. El problema es muy complejo, porque se junta un colapso financiero con una crisis energética e inmobiliaria, una renta disponible acribillada de impuestos y una deuda familiar, empresarial y pública por las nubes. Resolver el problema exige tiempo, valentía y riesgo. Pero el Gobierno dice que no nos preocupemos, porque ellos están al frente. Yo siempre me he preguntado cómo van a sacarnos de la crisis unos políticos que han sido incapaces de detectarla, que no comprenden cómo funcionan las cosas, que no han tenido valor para admitir los problemas, y que rechazan tomar cualquier medida impopular o arriesgada para su felicidad electoral.
En realidad, la cuestión es sencilla: van a dejar que pase el tiempo. Cuando el Gobierno vea que hemos tocado fondo, echarán mano a uno de sus más importantes activos, que es Solbes, y le utilizarán como fusible. Le van a echar la culpa, le van a sacrificar por el bien común del partido, y van a adjudicarse a sí mismos la remontada que estará protagonizando en realidad la gente de a pie, con mucho esfuerzo y sacrificio, y que habrá padecido para entonces un coste terrible.
El PP ni siquiera se ha arriesgado, no ya a hacer algo que conlleve cierto riesgo, sino a decirlo. Rajoy opinaba el otro día, por ejemplo, que «no había que flexibilizar el mercado laboral», mientras esa inacción cómplice va engrosando las filas de ciudadanos que pasan sus lunes al sol. El barbado opositor al poder critica al Gobierno por algunos flecos de cosas que hace, señala con acierto algunos de los riesgos que corre la sociedad, y propone alguna que otra cosa razonable en una amalgama de confusión y errores. Pero a la hora de la verdad vota a favor de las ocurrencias de Zapatero, en contra de muchos que le dimos la confianza en marzo.
Las disputas del Pepesoe versan sobre gestos y sobre maquillaje mientras el fondo de los asuntos se enquista. A la hora de la verdad, lo que tratan es adormecer a la ciudadanía mientras capitanean las encuestas, y así llegar a las próximas elecciones para mantener o heredar el poder mediante el voto al mal menor. Esto no es sino una apuesta segura en favor de la comodidad de los políticos, y a la vez en contra de los ciudadanos.
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#PSOEfulleros
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